Casi 1.000 kilómetros para volverse con mal sabor de boca: el Málaga, arropado por su afición en El Sardinero
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Los incidentes de la mañana del sábado protagonizados por un grupo de ultras no representan al malaguismo, tal y como el propio club afirmó rotundamente en sus redes sociales. En cambio, sí que lo han hecho los aficionados que han alentado al Málaga CF en el estadio de El Sardinero. Y es que el empate ante el Racing de Santander dejó con mal sabor de boca a estos hinchas que, pacíficamente, acompañaron al equipo en el estadio santanderino. Un acto que engrandece a esta masa de incondicionales, especialmente ante la crisis de resultados. Casi 1.000 kilómetros separan La Rosaleda del estadio racinguista, prácticamente el total de la Península Ibérica, y entre nueve y diez horas de coche. Pero ese no ha sido obstáculo para esta afición, que siempre están cuando se les necesita.
El Málaga CF manifiesta su absoluto rechazo ante cualquier acción violenta. Este tipo de altercados no representa a la ejemplar afición malaguista. No toleramos acciones o actitudes que dañan flagrantemente al fútbol.
— Málaga CF (@MalagaCF) October 1, 2022
Y es que, más allá de los altercados, también se ha vivido buen ambiente entre ambas aficiones en los aledaños de El Sardinero. Aficionados de ambos conjuntos han compartido momentos de alegría y fiesta ante lo que apuntaba a ser un partido muy interesante.
El Málaga apenas le dio a su afición para sonreír en El Sardinero
Por contra, en lo deportivo no estarán satisfechos los hinchas que han arropado al Málaga en Santander. Y es que los de Pepe Mel apenas han dejado ocasiones para que los suyos se alegren o sientan que, de verdad, podían volverse a la Costa del Sol con una victoria. Alguna ocasión forzada de Rubén Castro, fruto más de la insistencia que del buen fútbol, ha levantado momentáneamente a los malaguistas de sus asientos. Sin embargo, el resultado siempre ha sido el mismo: balón a las manos de Miquel Parera, el portero rival.
Sea como fuere, es un ejemplo más de que el malaguismo, el de verdad, siempre está con el equipo. En las buenas y, como ahora, en las no tan buenas, cuando precisamente son más necesarios que nunca.