La casa del gol está en Amara
En ElDesmarque Gipuzkoa hoy les hablamos de dos personajes del Txuri Urdin que se criaron a 7.000 kilómetros el uno del otro, en culturas radicalmente diferentes, con costumbres muy distintas y pertenecen a escuelas de hockey antagónicas.
Pero Petr Machacek (Kadan, República Checa, 1996) y Luis Giménez (nacido en Madrid en 1995, pero afincado desde niño en Carolina del Norte) se entienden como hermanos, como si tuvieran telepatía, como si hubieran jugado juntos toda la vida.
Lo demuestran dentro y fuera de la pista. Sobre el hielo son el máximo goleador y asistente de la Liga. Al otro lado de la valla, es difícil no verles juntos: “Rara vez pasamos más de una hora separados”, dice el americano.
¿Se imaginan a Leo Messi y a Luis Suárez compartiendo piso? Pues es lo que sucede con estos dos jugadores del Txuri Urdin. Después de marcar las diferencias en el hielo, cogen el equipaje y se marchan juntos hasta la calle Felipe IV, donde tienen su casa, el hogar del gol.
El checo suma 17, seis más que el siguiente en la tabla de goleadores. No ha habido un solo partido esta temporada en el que no haya marcado o asistido (acumula 19 pases de gol). Pegado a la otra valla, a la izquierda, juega su amigo Luis. Él ha celebrado nueve dianas y ha regalado 22. Buena parte de ellas a su compañero de piso. El checo cocina para los dos en casa. El de Carolina le sirve los goles.
Entre los han anotado 26 de los 60 tantos que lleva el Txuri en la fase regular. No hay secretos entre ambos, como para haberlos: “Hacemos todo juntos: desayunamos juntos, vamos al gimnasio de La Perla juntos, comemos en el Atari los dos, luego vamos a tomar el café, venimos a entrenar, jugamos en la misma línea… Nunca estamos una hora sin vernos”, cuenta Giménez.
Petr, que venía a un país nuevo, agradece un compañero como el madrileño: “Estoy feliz porque estamos a gusto en el piso y tengo alguien con quien poder hablar. Me ayuda mucho el hecho de que hable castellano, porque si hay algo que no comprendo está ahí para echarme una mano y traducírmelo al inglés”, añade el checo, que se jacta de cocinar “siempre para él”.
“Muchas veces comemos en el restaurante y nos llevamos comida en el tuper, eh”, le interpela el estadounidense. “Pero es verdad que le encanta cocinar y le dejo, que me viene bien”. También acepta Luis que “él limpia un poco más que yo, pero nos arreglamos muy bien”.
Al piso sólo le falta una cosa: una Play Station: “Llevamos toda la temporada diciendo que nos vamos a comprar una y se nos está acabando, pero para la próxima campaña seguro que vamos a coger una”, explica Luis. “Al menos, no tenerla nos fuerza a hacer algo de vida a nuestra bola. En los días en los que tenemos mucho tiempo libre se agradece irte un rato a la habitación y pasar un tiempo a solas”, añade.
Felices en Donostia
Los dos han encontrado en Donostia un lugar ideal para vivir y rendir: “Me siento muy bien aquí y tengo todas las facilidades. Tengo la posibilidad de ir al gimnasio en La Perla, como en la Parte Vieja, me he encontrado unos compañeros muy amables, un gran equipo… todo eso ayuda a conseguir los objetivos de la temporada”, dice Machacek.
“Ahora sólo falta culminarlo ganando la Liga y la Copa. Está siendo una gran experiencia para mí”. El checo conocía la Liga española “porque uno de mis amigos jugó aquí y me habló de lo que había. Recopilé información, sabía que no era un país de hockey pero me estoy sintiendo muy a gusto. La ciudad es sensacional y estoy pasando un muy buen año”.
Lo que no esperaba era “convertirme en el máximo goleador de la Liga. He intentado jugar mi hockey y me he encontrado con Luis. Con él todo es más fácil sobre el hielo, pensaba que haría un juego típico americano, más duro, pero creo que nos hemos entendido muy bien y también con el resto de la línea. Ahora tenemos que seguir para afrontar igual de bien las semifinales del playoff”. Su gran entendimiento será clave en los partidos en los que se decidirán los títulos.
Varios golpes en la cabeza casi le obligan a dejar el hockey a Giménez
Luis Giménez está disfrutando en el Txuri porque para él está siendo algo así como su segunda oportunidad en el hockey. Comenzó jugando a hockey patines cuando vivía en España, pero tras la separación de sus padres se fue a vivir con su madre a Carolina del Norte. “Allí como no había hockey patines, empecé en el hielo con cinco años”.
Destacó y pronto empezó a jugar en ligas interestatales. A los 15 años probó en Suecia. Jugaba la liga Sub-19, pero un fuerte golpe en la cabeza le obligó a parar. A los 16 regresó a Estados Unidos y estuvo en la preselección de la selección norteamericana. Pasó luego a una liga para promesas, el lugar en el que pescan los ojeadores de la NHL y de la Liga Universitaria. Estaba subido a la ola buena, pero tras sufrir otros tres golpes en la cabeza, el médico le dijo que debía dejar el hockey.
Lo hizo, vendió su equipo, pero al llegar a la universidad no pudo evitar volver: “Compartí piso con compañeros que jugaban y me apunté al equipo de hobby hockey. El entrenador de la universidad me vio y me dijo que jugara con ellos”. Volvió y, tras graduarse en mayo, llamó a la Federación Española para ofrecerse para venir a la Liga española.
Tenía el contacto porque el combinado estatal intentó reclutarle para jugar en la selección cuando era un chaval, pero por aquel entonces tenía la selección americana en el punto de mira. Estuvo a punto de fichar por el Barcelona, pero ahora disfruta en el Txuri y en Donostia.