El ángel que regaló la excelencia al Sevilla
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Dicen que nunca se rendía, que abanderaba la casta y el coraje que labró un Sevilla campeón, que convirtió su sueño en la realidad de miles de sevillistas y que sus latidos bombearon el corazón de una afición que recuperó el sentido un 27 de abril. Un único paso separa a la mediocridad de la excelencia y ese caminó comenzó a forjarlo Antonio Puerta. Por aquel entonces, el inédito vértigo de las grandes citas se mezclaba con la novata ilusión. Un primer beso a la esquiva gloria que parecía marchita hasta la fecha y que alcanzó un ángel que bajó del cielo para traer la gloria a la ciudad, el éxtasis de un equipo que regaló al mundo el primer hálito del potencial que terminaría desplegando el 'AS' de copas.
La Feria de Abril llegaba a su ecuador con una cita histórica para la ciudad, en la que el Sevilla buscaba su primera final de la por aquel entonces UEFA, ante el Schalke 04. Corría el minuto 100 de partido cuando Jesús Navas lanzó un contragolpe algo trabado en el que terminó viendo en el otro ala a un compañero libre de marca, que se centró al área y envió al fondo de las mallas un balón que acompañó a los suspiros de los miles de aficionados allí presentes. Un remate que bautizó a Antonio Puerta como el de la Zurda de Diamantes, un apodo que terminaría consagrándole para los restos.
Tras ello, un terremoto de corazones vibrando inundó las orillas del Guadalquivir y la falda de una Giralda orgullosa de su ciudad, que tiñó de alegría el Real de la Feria en el primer jueves histórico de la entidad. La inestabilidad e inoperancia de años anteriores se tiñó de honor, germinando la misma grandeza que haría reinar en la competición a la entidad de Nervión una década después. Y es que los amores que matan, nunca mueren, como tampoco lo hará el recuerdo de Antonio Puerta, el ángel que regaló la primera piedra de la excelencia al Sevilla y que acabaría culminada días después en Eindhoven.