Crónica de una victoria anunciada del Athletic en Sevilla
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Valverde pudo festejar su partido 500 en liga
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El Athletic acaba cuarto la primera vuelta
"Ganaré en Sevilla con aguacero, en una tarde de la que ya tengo el recuerdo". Como si el poeta peruano César Vallejo prediciendo su propia muerte en París, el Athletic Club acudía al Sánchez Pizjuán con el convencimiento de que resultaría vencedor ante un Sevilla FC al que el que en las alturas hilvana le viene castigando con dureza desde que cometiera la canallada de cesar a Mendilibar, el técnico al que, el curso anterior, había recurrido para salvar la categoría y, por el mismo precio, adueñarse de la Europa League. El fútbol no paga a traidores.
Con aguacero derrotó el Athletic al Sevilla. Crónica de una victoria anunciada. Contra crónica del día después en el que el aguacero regresa a Bilbao cual heraldo de un partido en el que los leones no soltaron su presa sino al final, para que su gente viera cómo se retorcía mortalmente herida sobre un verde en el que los de Valverde se habían exhibido con una superioridad insultante.
Tiene este Athletic reminiscencias de ese otro, aquél, de Jupp Heynckes. El de la segunda etapa del técnico de Renania en San Mamés. Ese que, por boca de Javi González, prometió que "ganaremos once partidos fuera de casa". Profecía cumplida. Como la de este Athletic que, bendecido por el Fatum, va por esos campos de Dios convencido de que, luego de trabajar de trueno, será para el la 'llovida' de los tres puntos.
Algo, si no mucho, o todo, tiene que ver Ernesto Valverde en esta deriva que ha conseguido alzar al equipo hasta puestos de Champions League. Un Valverde renovado para un Athletic que sale mandón por los campos de la Liga. Ya en casa, ya fuera. La fé que todo lo ve, la fé que mueve montañas, en Nervión se consiguió, frente al Sevilla se consumó la hazaña. Porque hazaña es ganar allá donde antes se sucumbía; en tardes de impotencia y desagrado.
Algo se ha movido dentro del ser y saber de Txingurri. El último episodio, ante los de Quique Sánchez Flores. Un técnico que, tras avanzar el enorme potencial del equipo que les rendía visita, no pudo más que observar su debacle ante un Athletic que se mostró mandón ya de salida. Leones que sólo cedieron en el tramo final, cuando, con el [0-2], recularon de manera temeraria.
Porque al enemigo, ni agua. Y si alguna concesión, la del recurrente puente de plata para que cruce el Guadalquivir, Sevilla, río triste camino del mar de su morir. Sevilla soberbio y desagradecido que está pagando la deuda que contrajo al deshacerse de Mendilibar como si el técnico de Zaldibar fuera un juguete gastado, un pingajo.
Allá donde se perdía, ahora se gana. Allá donde antes se cedía, llega el Athletic, mandón, y se agiganta. "Venimos a llevarnos el partido". Poco a poco, con paciencia. Ganando duelos. Dándole a la pelota buen trato. Siempre hacía adelante. Progresando. 'Engañando' por fuera para terminar masacrando por dentro. Galaxy y Mikel Vesga; Ander Herrera y Aitor Paredes. Lujo en ambos envíos al corazón del área; testarazo perfecto del 'Celedón' de la Popu; rebañando la pelota Paredes con la maestría del mejor ariete.
El Athletic es lo que es. Pero más que lo que es, lo que parece. Lo que aparenta. Ese juego combinatorio que termina desquiciado al rival hasta terminar sintiéndose éste un equipo inferior, incapaz, descreído de si mismo y sus supuestas virtudes.
A medida que el Athletic se agiganta, poco a poco va cayendo su contrincante, hasta el desplome. 'Fingía' el Athletic, 'fingía' el Sevilla. Y en ese fingir y fingir, un Athletic 'fingidor' que nos acabó 'engañando' a todos. Empezando por el Sevilla. Vaquilla de 'sokamuturra' que entraba al trapo hasta terminar derrengada sobre la arena del Coliseo hispalense. Un Athletic total.
Sin figuras ni dorsales. Leones sin rostro deslizándose con elegancia sobre una pista de hielo. Quién la tiene. Quién la mueve. De quién fue el pase. Quién acaba de golear. Para que preguntar cuando la respuesta no se espera. Como si un solo jugador obedeciendo los dictados supremos de Ernesto Valverde.
• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista
Con todo el cariño al periodista, pero fe no lleva acento.