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A Pizza Delivery: una aventura surrealista sobre repartir pizza y recomponer(se)
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A Pizza Delivery: una aventura surrealista sobre repartir pizza y recomponer(se)

A Pizza Delivery
A Pizza Delivery
DMQ
Periodista. Músico. Padre. Gamer.

A primera vista, A Pizza Delivery parece otro indie simpático sobre repartir pizzas y conocer a personajes pintorescos. Una cosa ligera para una tarde de domingo: scooter, auroras en el cielo, música suave y algún que otro puzle. Pero en cuanto empezamos a jugar, queda claro que aquí hay algo bastante más íntimo, más turbio y más melancólico de lo que su premisa deja entrever.

Desarrollado en solitario por el barcelonés Eric Osuna y publicado por Dolores Entertainment, A Pizza Delivery es una aventura narrativa de exploración con puzles que nos pone en la piel de B, una repartidora en su último pedido del día. Disponible en PS5, Xbox Series X|S y PC a un precio de 13,99 €, el título se presenta como un viaje surrealista y meditativo por un “no-lugar” mental donde se cruzan personas atrapadas en su propia vida.

Un último reparto que en realidad va de otra cosa

La premisa es sencilla: somos B, una repartidora de pizza que, tras completar un encargo, recibe la llamada de su jefe para hacer una última entrega en un lugar que no reconoce. Poco a poco descubrimos que ese “sitio” no es una ciudad normal, sino un espacio mental, una especie de limbo compartido por personas que se sienten atascadas, vacías o desorientadas en su propia vida.

A Pizza Delivery
A Pizza Delivery

La regla más curiosa llega muy pronto: solo podemos hablar con la gente si compartimos una porción de pizza con ellos. El propio juego lo subraya a través de las llamadas de nuestro jefe por cabinas de teléfono: siempre hay una pizza extra en la moto, pensada para romper el hielo. Es un detalle sencillo, casi ingenuo, pero que encaja muy bien con el tema central: la idea de que la conexión con los demás pasa por compartir algo, aunque sea un trozo de comida.

Cada personaje que encontramos –un corazón roto, alguien que se refugia en el consumo de sustancias, personas consumidas por la rutina o por la culpa– aparece solo durante unos breves minutos. Sus historias parecen fragmentos sueltos, conversaciones que se acaban antes de que podamos “arreglar” nada. Justo ahí está uno de los mayores aciertos de A Pizza Delivery: retrata la depresión y la sensación de estar atrapado como encuentros fugaces y a menudo insatisfactorios, que te dejan pensando después, no durante.

La propia B va encajando piezas de sí misma a través de objetos y detalles dispersos en el entorno, y se nota que es una obra personal, casi confesional. No nos da respuestas cerradas ni moralejas obvias; nos deja espacio para que, al terminar, seamos nosotros quienes demos sentido al viaje.

Un walking simulator en scooter con puzles desiguales

Si hablamos en frío de mecánicas, A Pizza Delivery es una aventura de exploración muy sencilla, prácticamente un walking simulator con scooter: avanzamos por diferentes escenarios, resolvemos pequeños puzles ambientales y, de vez en cuando, hablamos con algún personaje y decidimos si compartir o no una pizza.

A Pizza Delivery
A Pizza Delivery

El bucle jugable principal combina tres pilares: Conducir la scooter por escenarios amplios y relativamente vacíos; explorar a pie pequeñas zonas para encontrar objetos o activar mecanismos; y resolver puzles ligeros mediante interruptores, cintas transportadoras, estrellas de arcilla, puertas bloqueadas y otros obstáculos.

Las mejores secciones son aquellas donde la mecánica se pone al servicio de lo narrativo: por ejemplo, un tramo en el que llueven vagones de tren mientras avanzamos por las vías o el pequeño rompecabezas de la fábrica con cintas transportadoras. Son momentos en los que notas intención, donde el juego consigue ser algo más que pasear y pulsar botones.

El problema es que, en general, los puzles son muy básicos y rara vez plantean un reto real. Más que rompecabezas, son tareas: encontrar una palanca, activar un mecanismo, abrir un camino. Además, el ritmo sufre los típicos tirones de “ahora no pasa nada / ahora todo se detiene por un puzle” que pueden cortar bastante la experiencia.

Donde A Pizza Delivery se la juega es en sus largos tramos de “nada”: conducir durante minutos por paisajes vacíos, con poca interacción, mientras suena una música suave. A mí estos silencios me funcionaron a ratos; cuando vienes de una conversación potente, esos minutos para dejar reposar lo que acabas de escuchar sientan bien. Pero en otros momentos la sensación es de que falta densidad de juego, que te gustaría tener algo más que hacer o descubrir.

A Pizza Delivery
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El mayor punto de fricción lo encontramos en algunas puzles muy simples pero que no están realmente bien explicados y que terminamos resolviendo por azar: activar las luces de unas farolas al mismo tiempo para que se abra una puerta, intentar encontrar el camino en una ventisca con una brújula... Son ejemplos perfectos de cuando la metáfora (estar perdido en este lugar mental) pesa más que la claridad de diseño, y ahí el juego se hace frustrante.

Controles, cámara y esa scooter caprichosa

Aunque el scooter es casi co-protagonista del viaje, su control no está tan pulido como nos gustaría. La velocidad y el giro son tan solo aceptables, pero la combinación con la cámara fija o semiestática hace que conducir sea menos fluido de lo necesario. A menudo nos vemos chocando con elementos del escenario o recalculando el camino simplemente porque el ángulo no ayuda. No es un fallo fatal, pero los momentos sobre la moto deberían ser fluídos y no un incordio.

El subir y bajar de la moto también tiene su punto molesto. Cada vez que B se monta o se baja, se reproduce una animación que, aunque breve, con el paso de los minutos se hace demasiado lenta y repetitiva. En un juego donde estás constantemente alternando entre scooter y exploración a pie, estos pequeños frenos se acumulan.

La mecánica de repartir pizzas a los NPCs aporta una capa bonita de interacción, pero arrastra ciertas rigideces: a veces nos damos cuenta tarde de que podíamos dar una pizza y nos toca volver hasta la moto para cogerla. La buena noticia es que estas entregas secundarias son totalmente opcionales. No bloquearán la historia si decidimos pasar de ellas, pero los completistas que busquen logros o ver todas las escenas sí pueden terminar algo frustrados.

A Pizza Delivery
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Un arte onírico con alma de Ghibli, pero no siempre inspirado

Donde A Pizza Delivery brilla de forma más constante es en su dirección artística. El mundo tiene una estética claramente onírica: casas en mitad de campos vacíos, carreteras que no llevan a ninguna parte, vallas que convierten fábricas en casi prisiones, cementerios junto a improvisados refugios. Dolores Entertainment y el propio Osuna citan a Studio Ghibli, especialmente El viaje de Chihiro, como una influencia clave, y se nota en el aire de “mundo entre mundos” y en algunos edificios y encuadres.

Hay momentos realmente preciosos como los tramos de carretera bajo un cielo nocturno con auroras danzando, los campos de hierba alta que se mecen al paso de la moto y los contrastes entre escenarios urbanos minimalistas y paisajes naturales casi vacíos.

Sin embargo, el apartado visual es también irregular. Algunos escenarios parecen algo genéricos o “feos” a propósito, para subrayar la incomodidad del lugar, pero en otros casos parecen simplemente poco inspirados o demasiado simples, como si faltaran un par de pasadas más de detalle o composición. Los diseños de personajes, aunque funcionales y expresivos, no terminan de ser memorables; cumplen, pero cuesta que alguno se te quede grabado.

A Pizza Delivery
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Sonido y banda sonora: melancolía tranquila

El sonido en A Pizza Delivery acompaña el tono introspectivo desde un segundo plano. No hay grandes temas épicos ni melodías pegadizas; la banda sonora se construye sobre piezas relajadas, casi hipnóticas, que acompañan bien esos largos trayectos en scooter y las charlas íntimas.

Destaca especialmente un momento con guitarra acústica que aparece como un pequeño rayo de calidez en medio de tanta niebla emocional. Es breve, pero se queda contigo. El resto del tiempo, la música apuesta por la repetición suave, por ser un colchón sonoro más que un protagonista.

Los efectos de sonido son sobrios: el motor de la scooter, la lluvia, el viento de la ventisca, pequeños ruidos del entorno… Todo está donde tiene que estar, sin estridencias, pero sin momentos especialmente memorables.

En lo técnico, A Pizza Delivery se nota un proyecto indie de pequeño presupuesto y equipo mínimo, para bien y para mal. Durante la partida hemos podido sufrir algún tirón o stuttering al conducir, algo que rompe un poco la sensación de fluidez que busca el juego y algún crash puntual. No estamos ante un desastre absoluto, pero en un juego tan corto (ronda entre hora y media y dos horas, dependiendo de cuánto exploremos), reiniciar grandes tramos por un fallo técnico se hace especialmente doloroso.

Una experiencia emocional 

A Pizza Delivery es una experiencia emocional, funciona mejor de lo que parece mientras estás en medio de la partida. En caliente, llevar 40 minutos de scooter, puzles sencillos y conversaciones breves puede dejarte frío. Pero al dejar el mando y pensar en B, en esos personajes que solo vimos durante un par de minutos, en ese limbo mental que parece construido con trozos de ansiedad y recuerdos inconexos, el juego crece en la cabeza.

A Pizza Delivery
A Pizza Delivery

Pero es cierto que en cuanto a jugabilidad se queda corto: los puzles que rara vez exigen pensar de verdad, cuenta con tramos de exploración vacíos que suenan a relleno, algunos momentos frustrantes donde la intención narrativa choca con un diseño poco legible y algunos problemas técnicos que afectan directamente a la experiencia.

Conclusiones de A Pizza Delivery

A Pizza Delivery llega como un debut valiente: una aventura narrativa surreal que se atreve a hablar de depresión, bloqueo vital y aislamiento sin dramatismos baratos, sino a través de silencios incómodos, pequeños gestos y pizzas compartidas. B y su scooter nos llevan por un mundo fragmentado que recuerda tanto a un sueño como a una noche de insomnio.

A Pizza Delivery es, al final, una obra honesta y muy personal, pero también tosca. Se nota que el objetivo principal era expresar algo sobre la soledad, la depresión y la empatía. Si te atraen las aventuras narrativas contemplativas, los juegos que se “entienden” más al día siguiente que al terminar los créditos, y no te asusta perdonar bugs o secciones algo torpes, aquí vas a encontrar un viaje breve pero con alma.

Plataforma analizada: PlayStation 5

Lo mejor:

  • Atmósfera surreal y temática emocional potente
  • Dirección artística evocadora con personalidad propia
  • Un viaje que deja espacio para la reflexión

Lo peor:

  • Jugabilidad limitada y puzles poco inspirados
  • Controles del scooter y de la cámara mejorables
  • Problemas técnicos y algunos bugs

68/100

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