Mi primera vez en San Mamés: Y ocurrió en aquel Bilbao…
No recuerdo la fecha exacta de mi primera vez en San Mamés, aunque tuvo que ser hacia el año 1967 ó 1968, ni tampoco del resultado. Para no hacer trampas, me niego a consultar la hemeroteca, así que fiándome de la memoria comentaré que fue un derbi vasco Athletic Club – Real Sociedad, con las siguientes alineaciones (un 3-2-5, como se estilaba en la época).
Por el Athletic salieron Iribar; Orue, Etxeberria, Aranguren; Larrauri, Zorriqueta; Koldo Aguirre, Uriarte, Arieta II, Lavín y Rojo. El entrenador era Piru Gainza. El once de la Real lo formaban Arakistain; Gorriti, Martínez, Hormaetxea; Arzak, Lema; Urresti, Arregi, Boronat, Mendiluze y Cacho. Entrenador: Elizondo.
Recuerdo también que ese domingo por la mañana había quedado con dos amigos en la vieja plaza de Indautxu para ir hasta las taquillas de La Catedral y comprar allí tres billetes de General de Pie (“Niños y militares sin graduación, 7 ptas”).
Y así, a las 3 en punto, entrar corriendo al estadio para coger sitio en alguna de las dos filas de bancos corridos sin numerar situados a ras de hierba, ya que, si no conseguías ponerte delante con 6 ó 7 años, ver algo del partido era tarea imposible en una localidad de pie atestada de adultos en San Mamés.
Tampoco podré olvidar nunca el ambiente, el rugido de los aficionados, los cánticos de entonces (“Alirón, alirón, el Athletic es campeón”, “Tiene Bilbao, un gran tesoro…” o “Arriba, arriba, arriba, arriba Rojo ese balón…”), una carraca que sonaba cada vez que el Athletic hacía ocasión de gol, el bueno de Rompecascos estrellándose botellas en la cabeza…
En fin, todo aquello que era diferente a ahora, pero igual en intensidad, en amor a unos colores y en comunión entre los jugadores y el público. Desde entonces habré asistido probablemente a más de mil partidos de nuestro Athletic en San Mamés y por esos campos de España y Europa, pero aquellos momentos quedarán grabados para siempre en mi corazón.
Y todo ocurría en un Bilbao en el que las vaquerías cercanas llevaban diariamente las cántaras de leche a los domicilios, había carbonerías a pie de calle para tener siempre caliente la “chapa” en las casas, las mercerías cogían puntos a las medias y arreglaban cuellos de camisa.
Aún quedaban serenos de noche por las calles, los parques estaban vigilados por guardias de uniforme, los críos íbamos a Pozas para oír cantar al lorito Carmelo su célebre alirón, mientras el dueño de la pajarería realizaba alardes de billar en la sala de juegos de enfrente (Kirolak).
San Mamés y Bilbao eran muy distintos
Un Bilbao por el que circulaban los “troles” y los pocos coches que se veían por la calle eran R-8, Seat 600, Renault 4 L, Simca 1000, Dauphine, 4-4 y hasta algún Gogomóvil o Iseta, y los críos jugábamos a fútbol en la calle, alternando acera y carretera. Un Bilbao en el que las Cerveceras en plena ciudad eran moneda común, en el que casi ningún niño tenía abrigo, y sí gabardina Búfalo y botas Gorila, ya que aquí llovía, no hacía frío.
Un Bilbao en el que aún no se había construido el Puente de la Salve (la “Solución Sur”, como se le comenzó llamando), en el que aún no se habían inaugurado dos edificios emblemáticos como el rascacielos del BBVA y El Corte Inglés, en el que al tramo de la Gran Vía entre Moyua y Sagrado Corazón se le llamaba “la prolongación”...
Una ciudad distinta, un estadio diferente, pero siempre un solo equipo.
AUPA ATHLETIC!!!
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