Marcelino, o el viaje a ninguna parte

¿Quo vadis Marcelino? que le preguntaría San Pedro. Un quítate tú que me pongo yo. El técnico de Careñes tiene la piel de un tambor tensada en mil batallas, y parto de la premisa de que está por la labor de dejársela en el empeño de conseguir el que creo que es su cometido, luchar por una plaza continental.

Marcelino no vino a Bilbao para evitar un descenso, ni tan siquiera se le exigió como condición sine qua non el clasificar a la tropa para Europa, pero sí para darle otro aire al equipo, haciendo un lifting al consabido once repetido de Gaizka Garitano.

Pues ya esta tardando, porque mas allá de prescindir de Capa en la banda y de darle pasaporte a Unai López, los dos únicos cambios que ha propuesto han sido dar menos continuidad a Jon Morcillo y sacar los crianzas de la bodega Lezama.

Cuestión esta que no sólo Garitano sino Xavi Hernández, recién llegado de Qatar, habría ofrecido a la afición en su segunda temporada, porque los objetos como los jugadores caen por efecto de la gravedad.

Ni siquiera la ausencia de Yuri Berchiche, uno de los jugadores franquicia del Athletic Club le ha causado daño alguno por el buen comportamiento de Mikel Balenziaga y por el fichaje estrella de la temporada un tal Iñigo Lekue en su versión 2.0.

Si a esto sumamos que posiblemente sus mejores momentos coincidieron con los dos meses posteriores a su llegada, tampoco el ganar alguna de las dos copas en juego figuraba en su contrato, al asturiano le queda el comodín del público que ya está dándole vueltas para jugárselo.

Y que no es otro que invitar a algunos jugadores sagrados a que calienten banquillo y probar mejor suerte con la nueva generación, ya que al menos aunque no consiga hablar inglés nivel viaje de estudios a fin de curso, sí al menos supondrá una renovación.

Un renacimiento de activos con menos tralla que los ocupantes vitalicios de nuestro cuadro de ataque que, a día de hoy, tienen menos gol que un nadador de aguas bravas.

Para la autocrítica del Athletic no existen manuales, en este Club las ambiciones son efímeras

No vale con entonar el mea culpa, hay que buscar la redención porque este equipo se repite mas que el ajo y es dado a desgastar -vía tropezones- la misma piedra.

Marcelino goza además de barra libre para cascar cuantos huevos quiera, pero como sucede a todo cocinero no es lo mismo hacerlo en un petit comité, organizando un menú degustación en Lezama que en un festín pantagruélico de aficionados que están con mas hambre que el perro del jefe del lazarillo de Tormes, cuando ven esa isla que siempre permanece a la misma distancia por mucho que tengamos ocasiones de acercarnos a ella.

Las dos opciones de Marcelino pasan por demostrar valentía,...

Cuestión esta que al menos el día de su despedida le permitiría despedirse con la misma sonrisa con la que nos saludó en su presentación, o por el contrario asegurar otra temporada tibia en la que no entregaría un equipo reseteado y con las actualizaciones pertinentes e irse sin pena ni gloria.

Le queda tiempo de juego y ha demostrado su pericia para levantar proyectos ¿Será capaz de revitalizar su inamovible esquema para que todos cuenten de cara al gol? De lo que ocurra en una copa en la que entraremos en dieciseisavos y, sobre todo, del comportamiento en San Mamés en los dos próximos meses, con partidos que si pueden catapultar al equipo, dependerá su sino.

Los equipos que apostaron el resto de su preparación a la primera vuelta irán aflojando, el Athletic debe demostrar que no está en ese pelotón, o de lo contrario viviremos otro día de la marmota, otro año en barbecho a los que por desgracia se están acostumbrando los principales filósofos del Athletic Club. El viaje a ninguna parte conformándose con la frase de “es lo que hay”, y la esperanza de que algún año sucederá el milagro.