Estadio Pepe Mejías

Primero nos duchamos y luego nos echamos colonia, que si lo hacemos al contrario la gente nos pone de guarros, y con razón. La memoria histórica no puede anteceder al presente continuo mientras éste sea un desastre.

Es moralmente obligatorio recuperar, saldar y –si me apuras- hasta vengar la memoria histórica que, dicho sea de paso, es una expresión redundante, pues toda memoria es histórica y viceversa, y semánticamente no designa lo que pretende: la justicia histórica. Pero, al margen del despropósito lingüístico, alterar el orden lógico de las necesidades de Cádiz puede dar lugar a una confusión que los enemigos ya sabemos cómo van a interpretar. De hecho, antes del primer café del domingo ya me encontré en el bar a dos paisanos disparando. Con el Diario entre las manos y sin haber leído aún el desarrollo de la noticia, escupían versos tales como "primero la banderita de los maricones, y ahora nos quitan el nombre del Estadio". Cuidado con la gente, que estamos en la España posfranquista, no en la Atenas de Pericles, por muy representativo y asambleario que sea el modelo de democracia que queramos proponer. En la Atenas de Pericles el sufragio era restringido. No votaban ni las mujeres, ni los metecos (ciudadanos de origen extranjero), ni los esclavos. Sólo votaban los ciudadanos libres. Aquí el sufragio es universal, y votan las mujeres, los inmigrantes nacionalizados y hasta los esclavos, que siguen siendo muchos. En cambio, la mayoría de los ciudadanos libres no votan porque saben que esta democracia no es real, y no se prestan a ser usados para legitimar una estafa –y en su renuncia al derecho de voto es donde estampan más aristócratamente su libertad-.
Digo esto porque la intención de cambiarle el nombre al Estadio es democráticamente correcta, pero el instante es políticamente torpe. Escuchando al enemigo se aprende más que oyendo al amigo repetir lo mismo que digo yo, que no estoy sólo ante el espejo, sino ante una ciudad. Conviene oír a cantidad de ciudadanos libres que os hemos votado después de décadas de abstención, pero que aún así hemos seguido luchando en las aulas, en los bares, en los escenarios, en los periódicos, en las televisiones, en los gimnasios y allí adonde haya hecho falta por vuestra-nuestra misma causa, sin necesidad de salir a la calle con el pañuelo de Palestina, que da un calor del carajo. Personalmente, lo que me más me interesa no es el nombre del Estadio, sino que el sueño no se desvanezca, al menos hasta noviembre. Y eso pasa necesariamente por marcar goles –aunque sean de penalti- antes de ponernos a hacer sombreros en el centro del campo.
Pero si de lo que se trata es de aplicar con rigor la Ley de Memoria Histórica y cambiar el nombre del Estadio, yo propongo rebautizarlo con el nombre del gaditano que dio al cadismo la primera y -por eso- mayor alegría de su historia: PEPE MEJÍAS. El nombre de Mágico González también tendría su punto, pero éste era de El Salvador y además fumaba porros, con lo cual el PP y Ciudadanos votarían en contra. El Trofeo Carranza dejémoslo en Barbacoa del Trofeo, y de camino quitamos los cuatro partidos, que es lo que sobra. Ya puestos, recuperaría la torre de preferencia que tiene un significado fálico del que a veces hay que jalar cuando los partidos se tuercen y el rival te vacila. Si hay un arquitecto dispuesto, yo colaboro en lo que haga falta.  Y por último, y aprovechando la inercia del cambio, a ver si a la Zona Franca, le quitan lo de Franca, que suena horrible, y la dejan simplemente en Zona, que dado el uso actual, el nombre no da para más.
                                                                                                                                                                                                       JUAN CARLOS ARAGÓN