Ya sabes que últimamente los precios de los coches se han disparado. Y tal y como están los precios en la actualidad, más vale evitar a toda costa cualquier avería, ya sea para ahorrarnos lo que cuesta el taller como para no tener que plantearnos tener que comprar otro antes de tiempo.
En este sentido, los diésel no son modelos enfocados a circular constantemente por la ciudad, con tanto tráfico y paradas repentinas. Estos modelos están hechos para las carreteras abiertas, donde pueden alcanzar altas velocidades y bajas revoluciones. Es ahí donde mejor se desenvuelven y nos ahorran unos euros en combustible. Pero claro, como todo en la vida, hay que tener ciertos cuidados.
La mayoría de los motores diésel de hoy en día vienen con un sistema llamado turbo. Este mejora el rendimiento y hace que el coche sea más eficiente. No obstante, los motores diésel con turbo son delicados en algunos aspectos. Uno de ellos es la temperatura del turbo. Si apagamos el coche nada mas finalizar el trayecto, la turbina del turbo seguiría girando sin recibir la lubricación adecuada. Y ello puede desembocar en una avería grave.
Es por eso que los expertos recomiendan que, después de un viaje largo en el que el turbo haya tenido un papel importante, no apagar el coche inmediatamente. Al parecer, es un error apagar tu coche diésel después de largos trayectos. Los fabricantes sugieren dejar el coche encendido y al ralentí durante unos dos o tres minutos cuando llegamos al destino. Así, el turbo y toda la maquinaria bajan la temperatura más progresivamente. No hacerlo sería como echar agua fría sobre el motor a su máxima temperatura, lo que puede producir daños a medio y largo plazo.