Todo futbolista sabe que las lesiones también forman parte del juego. Intentan cuidarse tanto físicamente como con la alimentación, pero nada puede evitar que un problema físico aparezca. Encima, cuando lo hace, suele ser en el momento menos oportuno, si es que hay alguno bueno. Eso es lo que pensó Álvaro Morata.
El jugador del Atlético de Madrid se marchó muy dolorido en mitad del encuentro contra el Sevilla: se había hecho daño en la rodilla. Cuando se sentó al vestuario, al que llegó cojeando y con grandes signos de dolor, no pudo evitar ponerse a llorar sin consuelo. El motivo, según Marca, es que veía que le iba a tener que decir adiós dos de sus grandes objetivos para los próximos meses: liderar a España en la Eurocopa y seguir luchando por levantar un título con el Atleti.
Esos son los dos grandes sueños que tiene Álvaro Morata en la mente y por los que se vino abajo. Nunca había sentido ese dolor tan grande tras un golpe y se pensaba que tenía una lesión grave que le iba a hacer estar alejado de los terrenos de juego un tiempo bastante considerable.
Tal es la cosa que el citado medio indica que el delantero madrileño no se tranquilizó ni tras las primeras exploraciones que le hicieron los doctores rojiblancos, en las que le dijeron que tenía un "un traumatismo con torsión de rodilla".
Sí se relajó Morata este lunes, cuando los exámenes médicos más profundos y la resonancia determinaron que "sufre una contusión ósea y esguince del ligamento lateral interno de su rodilla derecha". Una lesión que, en principio, no le permitirá jugar durante el próximo mes, pero que no le priva de sus grandes sueños para esta temporada.