El 3-0 no le evitará al Barça sufrir en Anfield en la vuelta
El Barça ha logrado una cómoda ventaja de goles para el partido de vuelta de la semifinal de la Liga de Campeones que le debería bastar para afrontar el reto en Anfield sin apuros, pero después de ver la actitud del Liverpool en el Camp Nou ni el 3-0 le va a servir a los azulgrana para vivir tranquilo en la vuelta.
El equipo de Ernesto Valverde tendrá a su favor tres factores, como son que podrá dar descanso a casi todos sus jugadores este sábado en Vigo (20:45h), ya que es campeón de Liga, que el Liverpool aún cuenta con opciones para ganar la Premier a falta de dos jornadas y que por tanto solicitará un penúltimo esfuerzo a los suyos y, sobre todo, que el equipo catalán cuenta con el elemento más desestabilizador del fútbol en la actualidad, Lionel Messi.
El capitán azulgrana sacó anoche a los suyos del campo de minas por el que transitaba ante el alud de fútbol ofensivo pero carente de acierto que propuso el Liverpool. Una acción de suerte en un rechace al palo, tras disparo de Luis Suárez, acabó con Lionel Messi acompañando el balón al fondo de las mallas (2-0), y cuando se entraba en el último acto, una falta directa desde algo menos de treinta metros selló una nueva noche magistral del astro argentino.
A pesar de estos fogonazos, se hace difícil entender que el Liverpool se fuese de vacío de un Camp Nou donde nunca había perdido en los anteriores cuatro partidos, en los que en algunos de ellos vivió amontonado en su área para evitar salir goleado. Anoche fue diferente, especialmente porque su técnico Jürgen Klopp animó a los suyos a salir en tromba, aprovechando que su equipo cuenta con uno de los mejores tridentes ofensivos del mundo, con Sadio Mané, Mohamed Salah y Roberto Firmino, aunque el brasileño entró en el campo a falta de 21 minutos.
Mo Salah, el jugador franquicia del Liverpool, volvió loca a la defensa azulgrana, pero lejos de su eficacia goleadora, tuvo en sus botas un gol cantado tras el 3-0 y estrelló el balón contra el poste, una acción tras la cual corrió con las manos en la cabeza incrédulo por un error que le perseguirá si al final su equipo acaba necesitando el tanto que estaba hecho.
Una situación parecida a la de Salah fue la que sucedió con el barcelonista Ousmane Dembélé, quien ingresó en el campo en el 93, falló tres goles, el último de los cuales en un mano a mano con el meta Alisson Becker, que llegó a hacer desesperar al propio Messi por no haberse convertido en un 4-0 que sí que podía ser definitivo.
El Barcelona tiene en la agenda tres partidos decisivos para igualar los tripletes (Copa, Liga y Liga de Cameones) alcanzados en el 2009 y 2015. Con la Liga ya en el bolsillo, el próximo partido contra el Celta debería ser de descanso para todos los que se postulen como titulares para el choque en Anfield el martes que viene.
Al margen de los octavos contra el Lyon, el Barça ha marcado en todos los partidos como visitante de esta Champions, y en Anfield anotar volverá a ser un claro objetivo, más allá de ganar o no el partido contra el Liverpool.
Esta ventaja de 3-0 ya la disfrutó hace cuatro años cuando derrotó al Bayern, que le esperó en un Allianz Arena dispuesto a la proeza. El Bayern de Josep Guardiola salió en tromba para atropellar a los azulgrana, y ya en el minuto 7 el marcador se puso en contra (1-0), tras el gol de Benatia. Al cuarto de hora, Neymar igualó, y otro tanto del brasileño adelantó a su equipo en el 29 (1-2). El Barça se limitó a administrar la ventaja, no el vendaval que se le echó encima (3-2 final; 3-5 en el global).
En Anfield todo está apostado en una ficha, la de Messi, autor anoche de su gol 600 con el Barcelona. Prometió como nuevo primer capitán en el primer equipo que este curso se ponía la Liga de Campeones como principal objetivo, una sentencia que la propuso incluso antes de conocer que iba a quedar cuarto en el Balón de Oro.
El argentino, impertérrito a lo que acontece lejos de su oficina, ha ido abriendo la senda de su equipo hasta el objetivo final, llegar a la final de la Champions y volverla a ganar. Ya ha conseguido la Liga y ha acercado a la final de la Copa a los suyos, pero lo suyo ha asegurado que es la Liga de Campeones.
Para ello no solo marca goles, lidera y se adapta a todos los dibujos que plantea su entrenador, incluido el de no poner el control del balón como principal objetivo para controlar el partido, sino que ejerce de capitán; anoche afeó al público que la tiene tomada con un Coutinho mustio y convaleciente de un fútbol que sigue sin ser el del jugador de los 150 millones de euros, y al que se le ha reclamado que haga de Andrés Iniesta.
Nada está hecho aún por el Barcelona en esta semifinal, ya que ni con un 3-0 va a viajar tranquilo a un Anfield que va a ser un infierno, tanto en el graderío como en el césped, y más cuando los de Jürgen Klopp han dado sobradas muestras en el Camp Nou que son capaces de acorralar a todo un Barça, especialista en controlar los partidos, pero que anoche prefirió acomodarse al rival antes de salir con una propuesta atrevida para controlarlo.