La sonrisa del mal

La sonrisa, la risa, el gesto, la satisfacción. ¿A qué venía eso señor Vicandi Garrido? Si la cara es el espejo del alma, que cada uno vea lo que reflejaba el rostro del árbitro después de escamotear un penalti claro a Charles y casi inmediatamente inventarse otro sobre Sansone. Nada de guante blanco, nada de gota malaya. Sin máscara y a plena luz del día, con la soberbia de la alevosía como bandera.
Luego esto se olvidará, porque no se amplifica más allá de Málaga. Y en el club alguien debería hacer algo, pero con seriedad, no pataleos de cara a la galería. Hay que diferenciar entre una llorera infantil y reclamar justicia. ¿Cómo no va a pensar la gente en cosas raras viendo partidos así? Una lástima, porque había mucho fútbol que analizar antes de todo el show.
Plantarte en El Madrigal por la mañana, quedarte el balón, obligar a Asenjo a un paradón (tiro de Fornals) y adelantarte en el marcador con un golazo. Señas de identidad de un Málaga distinto, con ímpetu, hambre e ideas claras. Todo eso ya es más en cuanto a identidad y trabajo de lo que se lleva viendo en toda la temporada.
El gol de Charles llegó después de una acción madurada, triangulando con sentido. Evidentemente, para que cuajase tenía que existir un centro perfecto al corazón del área (de Rosales para más señas) y luego la entrada desde atrás del brasileño buscando las miserias de la defensa amarilla. Pero en definitiva es un gol de trabajo.
Como es lógico, el Villarreal también tiró de oficio y calidad. Sansone estuvo en la pomada en dos ocasiones y Trigueros obligó a Kameni a dar su mejor versión en un disparo en el que hasta cuatro tipos obstaculizaban la visión del camerunés. Los de Escribá iban a la verdad, metían la pierna fuerte, convencidos de que así derrumbaría al Málaga. Pero los del Gato resistieron los primeros 45 minutos con estoicismo.
Tan audaz se veía al Málaga que parecía una buena cita para recuperar el tiempo perdido y romper de paso un par de estadísticas terroríficas. Pero el horror llegaría de la mano del árbitro. Uno de los penaltis más claros de toda la Liga -sobre Charles- terminó con sendas amarillas para el brasileño y Camacho por protestar. Pero el cachondeo máximo llegó cuando un suspiro después Vicandi Garrido se inventó otro sobre Sansone. 1-1 y a sufrir.
Algún tipo de culpa querría aliviar al árbitro cuando expulsó a Roberto Soriano por una acción sobre Camacho. El centrocampista del Villarreal, que hizo en la primera mitad dos entradas de 'naranja', se fue limpio al vestuario. Sin embargo, tras el show de los penaltis, Vicandi buscó algún tipo de compensación absurda y mediocre dejando con diez a los locales.
Desde entonces el partido combinó idas y vueltas desesperadas, ávidas de gol. Asenjo sacó dos goles a Fornals y Jony. Kameni respondió en una parada soberbia a Castillejo con el tiempo casi cumplido. Pero el partido estaba hecho para acabar así, con un 1-1 que llevase la firma del colegiado.