La magia del infrafútbol: hermandad en Castellón y 1.400 kilómetros de expectativas
"Este año vamos a sufrir de lo lindo", espetó un joven aficionado nada más entrar al autobús. Eran las 6:58 de la mañana del sábado 26 de agosto de 2023, el primer día del Málaga en Primera RFEF. Legañas pegadas, algunos con dos horas de sueño. Otro que se quedó en tierra por quedarse dormido, pero que cogió el coche y alcanzó al autocar para unirse en Loja.
El vaticinio del chaval tenía mucho sentido. Todos los que poblaban el autocar sabían a dónde se dirigían: a Castalia, a sufrir, a la guerra de guerrillas que se vivió en el césped. No será la primera ni la última vez que lo hacen, aunque algunos sospecharan el resultado final.
La derrota del Málaga por 2-1 ante el Castellón no emborronó todo lo vivido en la previa del partido, algo mágico. Una experiencia que decidimos (re)vivir en ElDesmarque acompañando a las peñas Superbasti y Benamiel en las 14 horas de carretera, sumando ida y vuelta. Eso es empezar fuerte. Algo más de 1.400 kilómetros que no pesaron tanto como parece, porque no hay nada más potente que el sentimiento de expectativa de los minutos anteriores al primer día de algo. Un concierto, una cita, un examen, un partido.
Más allá de lo ocurrido en el fútbol en su sentido más puramente deportivo, el que sucede en 90 y pico minutos, que da y quita tantos años de vida y que ya analizamos en otros espacios de este medio, hay que hablar del otro fútbol. Que es el fútbol que siempre da y nunca quita. El de la incomodidad de una siesta en bus. El de la porrita, los "¿Se gana hoy o no?", el de la previa. El de las cervezas Victoria desde las 10.00 de la mañana; el de las paradas en puestos de servicio de pueblos de paso para pedir un café y un donut y una baguette de beicon y queso; el de la previa de la previa de la previa: la metaprevia. Cuando suben los decibelios de los cánticos y ya huele a competición.
En Castalia se juntaron unos 200 aficionados malaguistas, algunos en autobús y otros que fueron por su cuenta en vehículos particulares, avión y tren y desde distintas zonas: Valencia, Barcelona, Marbella... Lo bonito fue presenciar el hermanamiento entre aficionados del Castellón y el Málaga, que se reunieron en la peña Pasión Albinegra, a escasos metros del estadio. Allí tenían preparada una gran paella para los visitantes. Hubo intercambio de bufandas, conversaciones cercanas y un buen rollo que engrandece este tipo de desplazamientos. No es el partido en sí, es el camino hacia él.
Luego, con el balón en juego, no hay amiguismos. Se masca la tensión. ¡Cómo aprieta esa olla llamada Castalia! Cada uno defiende a sus colores. Al terminar, las gracias y un hasta pronto. El primer desplazamiento se amargó un poco con la derrota, es inevitable.
Hubo comentarios derrotistas, alarmados, de críticas al equipo, a jugadores concretos, a Pellicer y su estilo. Los hay más optimistas, que desgranan lo positivo, y están los que exigen mucho más y no perdonan más derrotas porque bastante han tenido en estos dos últimos años. Cada aficionado, un mundo. Pero desde lo sano.
Como escribió el periodista castellonense Enrique Ballester, el infrafútbol es el hallazgo de una pasión que te mata lentamente. En Castalia hubo un recordatorio: este deporte es tan enrevesado que nos matará lentamente, pero al mismo tiempo nos seguirá dando vida para seguir cayendo en sus trampas y atajos emocionales.
Obviando el resultado, quedarán las experiencias. En frío, al menos. Viajar con tu equipo y por su escudo, como Juan Miguel Prado Osorio, aficionado de 24 años que nos cuenta que ha estado en Riazor, Alcorcón, Leganés, Extremadura, Cádiz, Granada, Gran Canaria, Tenerife, Villarreal, Vitoria o Castellón, y que siga contando el cuentakilómetros.
Siempre recordaremos que cayó un chaparrón en Castellón aquel 26 de agosto. Que nos refugiamos debajo de un restaurante Wok de noodles. Que compramos un paraguas en un Tiger, a pique de un resfriado. Que los hinchas albinegros viven el fútbol al rojo vivo. Que Huguito, el pequeño protagonista de uno de nuestros reportajes, volvió a viajar a hombros de su padre. Que la paella estaba espectacular. ¿Cuánto quedó el Málaga?