Tan frágil que se rompe

Álvaro Ramírez IIIEl Sevilla es fragilidad pura. A día de hoy tiene tantas fugas que cuando se intenta tapar una otras afloran, desde distintas parcelas. El partido ante el Valencia, en el que cayó derrotado, fue un ejemplo de malas decisiones y malas acciones. Desde Emery a Beto pasando por Coke, Cala, Jairo, Marin... Todos ellos, y algunos más, erraron en Mestalla. Y todos ellos, y algunos más, deberán elevar su nivel considerablemente para conseguir sacar al Sevilla del atolladero en el que se ha metido tras cinco jornadas. Colista y sin conocer el triunfo.

Realmente ha habido en Mestalla decisiones muy erróneas. Desde el banquillo porque los cambios fueron del todo inexplicables. Sacar a Gameiro dando entender que el empate era válido, dejar a un Marin perdido y perder a un delantero no era lo que necesitaba el Sevilla. De hecho, al poco, con el marcador de nuevo en contra, tuvo que corregirse a sí mismo. También resultó inexplicable la poca intensidad y concentración que demostraron algunos jugadores del conjunto nervionense en varias fases del choque.

El Sevilla, realmente, nunca llegó a encontrarse en Mestalla. De inicio, salió fatal. Los 10 primeros minutos bien pudieron costarle más de un disgusto. Fue una especie de siesta sazonada con pérdidas, falta de concentración y desubicación generalizada. Realmente, fueron horribles. Pero tuvo la suerte el equipo nervionense que ni Jonas ni Postiga habían afilado aún sus armas, por lo que avanzó el encuentro con empate y dio tiempo a que el equipo hispalense se recompusiera poco a poco. Y se recompuso. Controlando la pelota, con posesión, desactivó por unos minutos al Valencia e incluso gozó de ocasiones claras, malogradas todas de forma inexplicable, alguna realmente llamativa, por un inocente hasta la bisoñez Jairo.
Y, desgraciadamente, esa bisoñez no es exclusiva del cántabro. Se demostró en el 1-0 del conjunto de Djukic. Con M'Bia en el césped quejándose de una entrada, cierto, Coke casi se paró ante Fede, Cala lo dejó entrar en la cocina del área y Jonas solo tuvo que rematar solo, rodeado de sevillistas pero solo, para hacer el gol. El Valencia, frágil, nervioso, se había adelantado por la permisividad hispalense. Tiene delito siempre, pero teniendo en cuenta la situación visitante, más aún.
Casi se quedó sin reacción el Sevilla el resto de la primera parte y tuvo que llegar la segunda para que aparecieran nuevos bríos, aunque fuera tras el paso por la caseta y un tempranero gol de Gameiro tras un córner.
Tras el 1-1 el Sevilla tuvo sus opciones, de hecho fueron los mejores minutos. A la contra disfrutó de algunas ocasiones, aunque por lo general estaban conducidas de forma horrible por Vitolo, Jairo o por incluso Marin, desconocido en Mestalla. Con todo, estaba llegando el Sevilla, hasta que Unai Emery entró en acción, para mal. Intentó sacarse un conejo de la chistera quitando a Gameiro, metiendo a Cristóforo en el doble pivote y adelantando a Rakitic y Marin. La cosa no salió. Bueno, salió fatal. Porque el Sevilla perdió presencia en ataque sin Gameiro y con un Marind desaparecido.
Y si no marca, al Sevilla le terminan cayendo los goles. Tiene tantos puntos frágiles que si no es por uno será por otro. Incluso fallan los que no se esperan, como Beto. El gol de 2-1 viene por una mala colocación suya. Esa mala colocación a veces la repara con los reflejos, pero en esta ocasión quedó en evidencia y se tragó el tanto.
A partir de ahí ya hubo poco que hacer. No se recuperó del golpe el conjunto de Emery y el tanto de Víctor Ruiz, en otra decisión discutible de Beto, lo acabó de rematar. Para entonces ya el técnico vasco había intentado reparar lo que antes había estropeado, pero la salida de Bacca ya no tuvo sentido ni razón.