Paso al campeón

El Sevilla sigue adelante. El actual campeón de la UEFA Europa League, tricampeón, ha dejado en la cuneta a uno de los cocos de esta edición, el Borussia Moenchengaladbach. Y el mérito es tremendo, porque más allá de lo ocurrido en los dos encuentros, sobre todo en el segundo, ha conseguido ganar incluso los dos duelos. Algo que por ejemplo no suele hacer casi nadie en la Bundesliga. Porque es el Sevilla el campeón, para todo. Para matar a la contra; para sufrir en defensa, y mucho; para tener fortuna, con los palos, con algún penalti no pitado; para manejar los tiempos y manejarlas en cada eliminatoria en esta, su competición.
El Sevilla ganó en Moenchengladbach en un encuentro ante un muy buen equipo que le hizo sufrir, sudar, pero que por momentos fue víctima de sus propia temeridad. Igual que creaba y atacaba y atacaba, dejaba espacios atrás de forma exagerada. Se la jugó el equipo alemán a su ataque, como se la jugó el Sevilla a salir vivo atrás y matar arriba. La jugada, por muchas razones de todo tipo, le salió bien a Emery, aunque con muchos matices que corregir para seguir avanzando en esta edición del torneo. Desde la debilidad de la defensa, pasando por el nerviosismo del portero, a la falta de posesión, demasiado pronunciada en Alemania. Como virtud, el campeón mata, el campeón gana, el campeón sigue y el campeón sobrevive en los terrenos más sombríos. Se las conoce todas en estos jueves intensos, esté quien esté enfrente.
El partido estuvo bastante loco desde el inicio. Los condicionantes no podían ser más anormales. De entrada, el Sevilla encontró el gol muy pronto, apenas en el minuto 7. Fue un buen premio a unos primeros minutos excelentes, con personalidad, con fútbol, con juego. Pero un tanto que en principio podría dar tranquilidad lo único que dio fue margen, tiempo. Porque a ese partido alocado contribuía el equipo nervionense en ataque, sí, pero sobre todo en defensa, y en concreto Sergio Rico. El meta canterano de nuevo estuvo muy desacertado. Encajó un tanto muy parable a las primeras de cambio y el choque se igualó, aunque siempre con la ventaja para los hispalenses, la lograda en el Sánchez Pizjuán y la aumentada con gol en campo contrario. 
El Borussia encontró su tanto, con ayuda sevillista, y lo buscó con ahínco, de forma exagerada. Metió todo su equipo en campo contrario y monopolizó la pelota, calidad tenía para ello, cierto. El conjunto de Emery, entre que solo contaba con Banega para retener la pelota y que apenas podía robarla porque los alemanes no la perdían, apenas llevaba peligro en las contras, que las había, porque el Borussia se volcaba y de verdad, atacaba con muchos hombres, seis, siete, cinco mínimo. Sufría sin balón, porque el rival sabía tocarla, pero a cambio de nuevo encontró su premio en la portería contraria, en una contra genial de Vitolo, que completó un jugadón y un golazo que de nuevo parecía poner la eliminatoria encarrilada. Claro que el intercambio de golpes y las máximas revoluciones del encuentro no cesaron. Un rebote algo desafortunado se conjugó con una falta de concentración de Tremoulinas para que Hazard de nuevo igualara el choque, y solo con media hora de partido.
A partir de ahí, de ese tanto, y además de las continuas muestras de desconfianza de Rico en cada balón que le merodeaba (a punto estuvo de perder un blocaje peligroso), sí hizo algo mejor el conjunto andaluz, frenar el choque, a base de faltas, de tarjetas, pérdidas de tiempo... todo valía para intentar frenar la continuidad de juego y el ritmo de ataque del equipo de Moenchengladbach.  
Cosa que no sucedió en la segunda mitad. Atravesó el conjunto nervionense terribles dificultades. La defensa era un flan, en parte movida por la inseguridad del portero. De todos los colores tuvo oportunidades el Borussia. Al larguero, al palo, disparos altos desde dentro del área, desde fuera, pases desde los costados, en jugada, en barullo, en balones largos, cortos... Fueron minutos de mucha dificultad para el Sevilla. Flaqueaba por la banda derecha, en la línea de rechace, se aculaba tanto que hasta los centrales alemanes se atrevían a aparecer por la frontal rival. Eso sí, dos claras tuvo a la contra el equipo blanquirrojo, una de Bacca y otra de Aleix, que perdonaron y permitieron a los teutones soñar con la remontada.
Y fueron minutos de fortuna también. Además de por la madera, que se alió con Rico en la segunda mitad, por la falta de eficacia rival y por un par de penaltis por manos de Carriço que el colegiado no advirtió. Y, sobre todo, por la falta de inteligencia del egipcio Xhaka, que con una segunda amarilla soltó un pistoncito a Tremoulinas que costó su expulsión (67'). Ahí, de nuevo, supieron manejarse mejor los de Emery, porque cartulinas amarillas había para dar y tomar en ambos bandos.
A partir de ahí, y aunque seguía llegando el Borussia, se calmó el encuentro, como no podía ser de otra forma. Pero los alemanes, temerarios, valientes, pagaron su inferioridad y su tremenda osadía. Pudo marcar Iborra con un remate también al palo, pero merecidamente lo hizo Vitolo, uno de los que más puso en el campo, de los que más personalidad mostró y más decisivo fue. El canario la puso donde debieron Bacca y Aleix. Justo al palo.
Mató el encuentro el Sevilla con ese tercero, que no es moco de pavo hacer tres tantos en campo ajeno, en campo del tercero de la Bundesliga. Son capacidades que tienen solo buenos equipos, grandes equipos. El Borussia lo es, pero tuvo la mala fortuna de encontrarse que también lo es, con el campeón.