Las mil y una incongruencias de la Supercopa

Pocas veces la disputa de una final ha estado envuelta en tanta polémica. La primera que organiza la Real Federación Española de Fútbol desde la llegada de Luis Rubiales es la Supercopa de España, y ésta se ha convertido en un lío desde el primer momento.

Esta Supercopa está ‘gafada’ prácticamente desde su génesis. A la Federación se le juntaron todos los condicionantes externos para que fuera un problema desde el primer momento. El campeón de la Liga y la Copa fue el FC Barcelona, por lo que la competición debía jugarla ante el subcampeón de Copa, el Sevilla FC.

Los nervionenses quedaron séptimos en la pasada Liga, por lo que estaba obligado a superar tres rondas previas antes de la fase de grupos, lo que invalidaba la opción de jugar entre semana desde finales de julio hasta finales de agosto. Además, el campeonato doméstico comenzaba el tercer fin de semana de agosto. El calendario estaba totalmente constreñido.

De este modo, la Supercopa a doble partido debía jugarse los domingos 5 y 12 de agosto, tal y como se aprobó en el primer boceto del calendario, pero ahí comienza el embrollo, ya que el Barça había confirmado un amistoso de la International Champions Cup el 4 de agosto en San Francisco, al que, increíblemente, se le daba prioridad con respecto a una competición oficial. El Sevilla, ante la acumulación de partidos, declinó la invitación a disputar el prestigioso torneo de pretemporada.

Se buscaron diversas fórmulas para jugar la final a doble partido, pero ninguna satisfacía a todas las partes, especialmente a LaLiga Santander, que se negaba rotundamente a modificar ninguna de sus fechas.

Así las cosas, el 5 de julio la RFEF decidió que la Supercopa se jugaría a partido único, siempre y cuando los clubes estuvieran de acuerdo… y el Sevilla anunció que no aceptaba la propuesta. Los nervionenses, con el partido vendido a los socios, aceptaban esa opción siempre y cuando se jugara en el Ramón Sánchez-Pizjuán, pero desde Las Rozas no lo vieron conveniente. Rubiales afirmó que no obligaría a nadie a algo a lo que no estuviese de acuerdo y ahí quedó la cosa.

Sin embargo, días más tarde Rubiales se desdijo y fijó la disputa de la Supercopa a partido único, el 12 de agosto, y en Tánger, por lo que por primera vez un partido oficial español se jugaba lejos de nuestras fronteras, con el rechazo que eso supone para los aficionados. El Sevilla afirmó sentirse agraviado por culpa de un amistoso del Barça y el presidente de la RFEF y su homólogo sevillista, José Castro, protagonizaron un episodio radiofónico más propio de otros tiempos.

La cabeza visible del fútbol español se escudaba entonces en un convenio colectivo con la AFE que, en las semanas anteriores, jamás se había nombrado y que nunca ha impedido que se jueguen partidos en las primeras semanas de agosto. Afirmaba también que habría una compensación económica a los equipos y que, leer para creer, en Tánger se evitarían las altas temperaturas veraniegas. Como si Tánger estuviera un poco más arriba de Helsinki.

Pocos días después, el Grand Stade de Tánger, el recinto elegido para el partido, se quedaba sin luz por impagos. Además, las entradas salían a precios de entre 30 y 80 euros y el sevillismo, ya muy caliente, estallaba en ira hasta el punto de que desde diversos foros se ha alentado a no viajar al partido.

En cuanto al VAR, en primer lugar Rubiales afirmó que no se usaría en el encuentro, pero poco después se hizo oficial que sería el estreno del videoarbitraje en una competición española.

Cuando todo parecía más calmado, la última, en la víspera del encuentro, ha tenido que ver con una reglamentación, supuestamente de 2007, que afirma que la Supercopa de España es una competición no profesional y que, por tanto, no hay cupo de extracomunitarios. No profesional, tal como suena. Eso sí, Sergi Roberto no puede jugar por haber sido sancionado en la pasada Liga. "Profesionales creo que sí somos, nosotros y los del Sevilla", afirmó Ernesto Valverde en la rueda de prensa previa.

Esto, como no podía ser de otro modo, beneficia al FC Barcelona, que no tendrá que descartar a nadie al tener cuatro jugadores sin pasaporte europeo: Coutinho, Arturo Vidal, Arthur y Malcom. Al primero, por cierto, la RFEF dio una especie de salvoconducto el día anterior por el que se le consideraba comunitario aún sin serlo.

Poco después de ese extraño comunicado, el Sevilla contestó afirmando que impugnarán el choque si el Barça alinea a más de tres extracomunitarios. Se amparan los nervionenses en una circular de principio de temporada.

Con este caldo de cultivo, no son pocos los sevillistas que abogan por ni siquiera presentarse al partido. Otros, sin embargo, creen que la mejor bofetada sin manos sería competir al máximo ante uno de los mejores equipos del mundo que, para colmo, ha sido beneficiado, y traerse la Supercopa de Marruecos… de España… hacia Sevilla.