Lo único bueno es que ya pasó
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"A la 1.30 horas, una de esas horas pasada la medianoche a las que ya no sucede nada bueno, se pasaba página -que no se cerraba el libro- de uno de los periodos más difíciles de la historia reciente del Sevilla FC"
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"El clima de tensión no desaparecerá, pero irá disminuyéndose hasta estándares que entran dentro de la lógica"
24 horas antes de que este artículo haya visto la luz, el ‘partido’ de la Junta General de Accionistas del Sevilla FC caminaba hacia el descuento en una desesperante oda al ‘cerocerismo’. Se habían producido ataques, los dos bandos se contaban y exageraban sus ocasiones, pero no estaba pasando nada. Llegó el minuto 90 -literalmente el 370, que se dice pronto-, y los dos equipos se lanzaron al ataque furibundo en busca del gol de la victoria, descuidando las defensas y llenando el área de pólvora para derribar el muro del rival, aunque fuera buscando la marrullería del gol con la mano y en fuera de juego. Un espectáculo lamentable ese descuento.
Acabó el partido, los árbitros señalaron el túnel de vestuarios e incluso hubo análisis posterior. A la 1.30 horas, una de esas horas pasada la medianoche a las que ya no sucede nada bueno, se pasaba página -que no se cerraba el libro- de uno de los periodos más difíciles de la historia reciente del Sevilla FC. El cuarto mejor equipo de España en el Siglo XXI, el aplastante dominador de la segunda competición europea de clubes, el objeto del fervor y la fogosidad de una afición sin igual, al que no lograron asaetear gigantes súper poderosos del mundo del fútbol, se empeña en quemarse a sí mismo desde dentro. Ver para creer. Al menos hay un respiro que, apuesten, no será muy largo.
La Junta del Hotel Los Lebreros, escenario habitual de estas asambleas, recoge el testigo de los que acogieron las ediciones más duras que se recuerdan -World Trade Center o FIBES-, marcará el futuro más próximo del Sevilla FC. Sobre todo, por haberse acabado. Lo único bueno de lo que sucedió allí es que llegó un momento en que los accionistas se marcharon, el staff recogió y ya no habrá que volver a vivir algo así hasta diciembre de 2024, o hasta que Del Nido Benavente quiera pedir otra Extraordinaria.
Lo único bueno de lo que sucedió en Los Lebreros es que ya no habrá que volver a vivir algo así hasta diciembre de 2024, o hasta que Del Nido Benavente pida otra Extraordinaria.
Aunque sigan los rescoldos en la chimenea, el clima de tensión no desaparecerá, pero irá disminuyéndose hasta estándares que entran dentro de la lógica, esa lógica que, en este Sevilla, parece haberse quedado en Budapest hace medio año. Seguramente, sin el ‘espectáculo’ de las últimas semanas, Diego Alonso tendrá más fácil tomar las decisiones adecuadas, los múltiples centros del equipo de blanco encontrarán más veces las cabezas de los de blanco, y hasta los jugadores que menos rinden fallarán menos, aunque no dejarán de fallar, porque tampoco va a ser un milagro.
Además, volviendo a ‘pasar’ del césped, la Junta evidenció algunas cosas más. Para empezar, el paso al frente de José María del Nido Carrasco, que dio la cara como no había hecho hasta ahora para presentar el gran proyecto del consejo, responder a múltiples accionistas y, sobre todo, mantener el primer enfrentamiento público con su padre -y hermano- desde que la difícil maraña familiar saltó por los aires. Con él a punto de sentarse en el sillón de mando, la estrategia del consejo ha cambiado. El propio Del Nido Carrasco dio el pistoletazo de salida dando luz y taquígrafos a la roncha que tiene con Hacienda y de la que responsabiliza a su padre, y después entraron en escena Carolina Alés, su madre y la traca final del durísimo discurso de José Castro contra su celebérrimo archienemigo para cerrar su mandato. El consejo ha decidido bajar al barro y responder a las bravatas con bravatas, sin pelos en la lengua. El discurso lo tienen perdido desde hace años, y remontar ese partido va a ser muy complicado, pero al menos tienen la necesidad intentarlo.
El consejo ha decidido bajar al barro y responder a las bravatas con bravatas, sin pelos en la lengua. El discurso lo tienen perdido desde hace años, y remontar ese partido va a ser muy complicado.
También hablaron los datos. Del Nido Benavente ha conseguido representar casi 7.500 acciones más que hace un año, y está francamente cerca de ostentar más del 50% del capital social. Es el accionista mayoritario, de eso no hay duda alguna, y además tiene razón en muchos de sus planteamientos. Esto tiene dos lecturas, la primera es que el poder de 777 Partners en el Sevilla ha dejado de ser testimonial y, en estos momentos, tienen la llave del poder. Según apunte el timón de los americanos, así será el rumbo de este club. Y la segunda es que el Sevilla de los sevillistas es, por si cabía duda, una bonita utopía. El Sevilla está a punto de ser de uno, de un sevillista, o de un fondo de inversión, y de esto último tienen la culpa todos los que, de verdad, mandan, han mandado o mandarán en esta entidad/empresa. Échense a temblar.
El poder de 777 Partners en el Sevilla ha dejado de ser testimonial y, en estos momentos, tienen la llave del poder. Según apunte el timón de los americanos, así será el rumbo de este club
De momento, el dique de contención del consejo de administración está en la fuerza de su equipo… jurídico. Si los once de camiseta y calzona blanca, con medias negras, no le ganan a nadie, los del traje y la corbata son infalibles y se anotan los tres puntos en absolutamente todos los partidos. De ahí a que el gran rival intente dinamitarlos. Desde que el año pasado la Audiencia Provincial emitiera sentencia firme sobre la agrupación de acciones por el derecho de las minorías, se sabía que este mes de diciembre Del Nido Benavente tampoco tenía nada que hacer. Todo lo demás eran fuegos de artificio.
El año que viene expira esa agrupación, pero los firmantes del pacto confían en Pérez-Solano y compañía -qué absoluta ridiculez acusarle de bético rodeado de los abogados de Lopera- para hacer valer lo firmado hasta 2027. Y tienen mucha confianza. En febrero, en los juzgados, será la próxima batalla, pero por el bien del Sevilla, alguien tiene que cambiar esto. Si no, sí que es francamente improbable que el club siga vivo cuatro años más.