Las "manos santas" de oro de un mago y un mamut
En Brasil pocos deportistas pasan a la posteridad sin un buen apodo, Alison Cerutti y Bruno Schmidt ya han inscrito sus motes, el "mamut" y el "mago", con letras de oro en la historia del voley playa.Manuel Pérez Bella
Con el oro en Río 2016 y la plata en Londres 2012, el "mamut" Alison se convirtió en uno de los jugadores de voley playa más exitosos de los Juegos Olímpicos.
Sólo le supera quien fue su compañero hace cuatro años, el legendario Emanuel Rego, quien tiene una colección de oro, plata y bronce y se retiró de la competición hace unos meses.
Alison, de 30 años, lleva tan a pecho su apodo que se tatuó un mamut en el torso, con unos colmillos retorcidos que le suben por los abdominales hasta casi los pectorales.
El apodo se lo pusieron sus amigos, con cierto sarcasmo, cuando cambió el voleibol de cancha por el de playa a los 18 años, porque debido a su envergadura pensaban que era demasiado lento para este deporte.
Su compañero, Bruno, bien podría haber heredado el apodo "mano santa" de su tío, Oscar Schmidt, el mejor baloncestista de la historia de Brasil, que jugó cinco Juegos Olímpicos, pero sin nunca haber logrado una presea.
Pero él, que siempre esquiva las respuestas cuando le preguntan por su tío, reivindica su personalidad y sus éxitos propios y luce con orgullo el apodo de "mago", que el estadio de Copacabana grita con fuerza cada vez que levanta un balón imposible a pocos centímetros de la arena.
La pareja del mamut y el mago está junta desde 2013, aunque atravesó dificultades iniciales porque Alison estuvo alejado de la competición cuatro meses, entre finales de 2014 y comienzos de 2015 por dos operaciones, una de rodilla y otra de apendicitis.
Apenas unos meses después se coronaron campeones mundiales en Holanda, un título que Alison conquistó por segunda vez seguida.
En estos Juegos sólo han perdido un partido, en la primera fase, ante los austríacos Doppler y Horst, y su camino a la final ha sido duro y les ha obligado a sudar la clasificación en los cuartos y en las semifinales.
Alison, acreedor de su apodo, ha aportado la fortaleza, la impetuosidad, la fuerza bruta en el remate y el poderío en el bloqueo que le conceden sus 2,03 metros de altura.
Bruno funciona como un contrapeso, es el que sabe leer mejor el juego y el que tiene los nervios más templados, algo que ha sido clave en la competición.
En el partido de semifinal, contra los holandeses Alexander Brouwer y Robert Meeuwsen, Bruno tuvo que calmar a su compañero, obligarle a respirar hondo, para lograr darle la vuelta a un marcador adverso en el tercer set que casi les aparta de la lucha por el oro.
Esa tranquilidad Bruno la trabaja fuera de las arenas tocando el saxofón, una afición que se ha convertido en toda una terapia para alejar la cabeza de la competición y también para lograr el temple necesario para lograr el oro.