Pan gratis contra el coronavirus
“Aunque haya enfermedad y falle el trabajo, en casa nunca debe faltar el pan”. Es la máxima de Rali, una panadera de Moralzarzal que se ha propuesto regalar cada día una barra a aquellos vecinos que se hayan quedado sin empleo o que estén sufriendo de otra manera las consecuencias del coronavirus.
Hace veinte años que Rali llegó desde su país natal, Bulgaria, hasta Moralzarzal, donde viven casi 12.700 personas, a quienes quiere que nunca escasee lo que ella mejor sabe hacer: chapatas, baguettes, hogazas o las tradicionales barras. Lo importante, dice, es que a nadie se le niegue un poco de pan.
Aunque estos días ha bajado la clientela, sigue comenzando su tarea a las seis de la mañana para abastecer a los vecinos en el área que mantiene abierta en su cafetería, solamente con productos para llevar.
Sin embargo, entre horneada y horneada saca algunos artículos que dona desde hace ya dos semanas a los vecinos que se acaban de quedar sin empleo o que padecen especialmente la crisis del coronavirus, con enfermedades previas que les impiden salir a la calle o viendo recortados drásticamente sus ingresos.
"Espero que cuando pase la pandemia nos demos cuenta que debemos ser mejores personas, ayudar más y cuidar un poco más al resto"
Comenzaron siendo tres personas pero cada día llega alguna petición más, y piensa “seguir ayudando hasta que esto pase, porque pasará”, dice Rali a Efe, confiada, durante un descanso en el reparto.
Un reparto, por cierto, en el que ha comenzado a distribuir otros productos de primera necesidad, como algo de fruta, arroz o aceite. “Cuando voy a hacer mi compra cojo algunas cosas extra para repartir a los vecinos”, comenta.
Por otro lado, también acerca el pan a las viviendas de aquellos clientes que prefieren no abandonar su casa para evitar la propagación del coronavirus. “Es mejor que salga yo sola y recorra el pueblo acercando la compra, a que todos ellos se paseen por las calles”, argumenta.
Su campaña solidaria comenzó cuando supo que una vecina y clienta habitual, Filomena, no podía salir a la calle porque estaba operada y padece problema en los pulmones. Pocos días después, su marido tuvo que dejar el trabajo y lo primero de lo que prescindieron fue el pan, para poder ahorrar al máximo para las medicinas.
Al conocer esa historia, la artesana decidió ayudarles llevándoles una barra al día, aunque después se han sumado otros vecinos que también han pasado a engrosar las listas del paro.
“No se esperaban que alguien les fuera a ayudar desinteresadamente, pero no puedo dejar que se queden sin algo tan básico”, insiste la pandera, que alude recurrentemente al concepto de “vecindad” y enfatiza que siente que tiene que ayudarles, como le gustaría que le apoyaran a ella si algún día le pasase algo.
Lo hace, además, protegida con guantes y unas mascarillas de tela que han cosido unas vecinas de la localidad y se las han donado, agrandando este ciclo de solidaridad.
“Espero que cuando pase la pandemia nos demos cuenta de que tenemos que ser mejores personas, que nos tenemos que ayudar y cuidar más, que no podemos seguir yendo cada uno a lo nuestro”, clama la panadera, antes de seguir horneando.