Mugarra: No hay (mole) caliza... sin (física) paliza (II)
-
Gurpegi, cuando te incluya entre mis monumentos
-
Jose Iragorri, fulgor en la Universidad
-
Peñas del Athletic: ¡qué lugares!
Iker se dispone a arrancar. El muchacho, según dice, está más fresco que una lechuga aderezada con pétalos de rosa roja del jardín de la `casa de los sueños´. Lo abandono a su suerte. Prisa no tengo. Pero sí, en cambio, unas ganas tremendas de atisbar lo que detrás dejé sin ver por causa y razón de una subida inhumana.
Detrás tengo, por ejemplo, el final de la subid, que se habrá de convertir en en principio del descenso desde el collado hasta el inicio que fue en Mañaria. Mi deseo más puro y ferviente en plasmar el inmenso y precioso decorado que vamos dejando a nuestras espaldas mientras subíamos.¿ “La Suiza del Duranguesado” se dijo? Hela ahí...
A la derecha, una senda muy marcada, más por las ruedas rugosas de los todoterreno que por las zapatillas y botas de Iker y este escritor. Veredas en cuyas cunetas varios caballos se interponen como la parte animada de una naturaleza rotunda pero sin vida. O viviendo pero sin ser consciente de que existe. La naturaleza. Por favor: ¡qué estampa!...
Si estuviéramos él y yo de Colonias, escribiría una postal a la familia que no tengo, y a la parienta de la que enviudé, con el sello adherido a ella con la saliva de mi lengua, se la daría a Nercurio, a Hermes, a los dos dos, que han decidido asociarse aunque a sus respectivos pueblos, Roma y Grecia, no les haga ni pizca de gracia la fusión de sus respectivos mundos mitológicos. Alas que les crecen en la parte externa de los tobillos. Macuto al hombro. Vuelan.
Suavemente. Quieren dar fe de lo que yo siento con saña alegre: el Unzillatz, imponente. Tanto, que tapa por completo al coqueto Astxiki y el collado de Artola que disminuye la grandeza del Alluitz, sin que ello conlleve la desaparición del “Infernuaren Zubia” (nuestro particular e inexportable “Paso de Mhoms”, prueba de fuego que uno debe superar si uno pretende seguir negociando la cresta que es Mari tumbada y dormida.
El recorrido es retorcido. Pero desde la distancia, los dioses mensajeros nos filman la imagen de un hundimiento, el collado de Asuntza, y la parte final que no es sino la cabeza, la testa, leyenda testaruda de que el Anboto es el lecho donde dormita la conciencia de la diosa madre de los vascos. Hacia la derecha, más, mucho más, pero lo blanco que flota sobre la cumbre del monte es como la nube de leche que se deñposita en una taza llena de café hasta el borde.
A la izquierda, en un fondo al que se llega con mirada perpendicular, la figura del Udalatx, encima de Elorrio, próxima a Udala, me retrotrae a aquella primera ascensión en la que, tras degustar la sabrosura de los pastos que nos encontramos luego de mucho caminar desde el caserío de Iguria, ella y yo, por causa de la niebla, que nos envolvió de repente, nos vimos dando vueltas sin parar en busca de la cima. No sé si a ella llegamos, si la cumbre aquel dia alcanzamos (yo, en solitario, ¡tantas veces la hollé respetando por entero el cresterío!).
Pero sí tengo grabado a fuego que, al final de cada intento, nos topábamos con la pared de la llamada “montaña de la luz”, y en ella, con la mano la tocábamos, una de esas placas necrológicas que tanto abundan en nuestros montes, cordales y cordilleras, metálicos homenajes que dividen a la familia mendizale a la hora del ´reprobe´´ o el rechazo.
El mar de nubes que sobrevuela el Udalatz es un manto protector, un blanco reclamo algodonado para que nos fijemos en la pieza, y la cobremos, de hacerla nuestra, nada de dinero: esto que nuestros ojos ven y nuestros sentidos disfrutan es un regalo impagable: Esker aunitz, Mugarrikolanda, zaldiok, Untzillatzetik Anbotoraino doan bide zoragorria; Udalatz: Bizkaia eta Gipuzkoa herrialdeok lotzen dituen harrizko mirari ikusgarria, Zinez! Se fue, se fue. Decidió ser el primero en mover ficha el hostelero, pero no consiguió, con su ´arranque de genio`, sacarme de mis ´casillas´. Mantuve la calma. Me dediqué a observar los condicionantes del ´tablero´. Sumamente inclinado. Tengo ahora, porque así me lo posibilité pulsando donde se debía el escenario.
Se lo describo haciendo un lento barrido de derecha a izquierda: moderadas rocas blancas que le nacieron a la campa sin ser ellas conscientes del conocido como ´parto de las piedras´. En San Martin, en lo más alto, hay una de las más famosas de nuestro ´mundo´. Allí se ´trafica´ con vacas. Aquí no habrá nadie si no yo en la puja, Empuja, Kuitxi, empuja tu cuerpo hacia la cima, aunque sientas que no tienes fuerza bien por falta del alimento preciso, de la bebida perfecta (este Accuarius mío, creyendo que me revitaliza, podría ser que me estuviera matando), bien porque hoy no tienes el día que en el Aneto, paradójicamente porque es el rey de los Pirineos, sí tuviste.
Qué verdad tan grande es ese dicho que relaciona la flaqueza con el advenimiento de una energía que uno mismo ignoraba, e ignorará siempre, que dentro de sí la tuviera. De ella me serviré. Más antes retomemos el reconocimiento que, gracias a la fotografía, se está haciendo de la barrera que nos queda en lo más alto que los ojos pueden visitar.
De Este a Oeste: árboles redondos, tupidos, uno, dos, tres, cuatro y sin resquicios; la caliza asoma incapaz de superar en altura a copos de verde que coronan las puntas de los picachos; descenso ya sin roca porque la caída es el claro anuncio del comienzo de la cara norte del Mugarra, esa que, de manera moderada, se deja caer hasta sus faldas, largas, muy largas, cola del vestido de una novia que pretende que de su casamiento se empiece a tener noticia en el mismísimo Durango, Tabira, Orozketa, allí se fijó el inicio de la ruta más genuina si lo que se pretende es hollar el Mugarra por su cara norte: esa ruta ya la tengo en la buchaca porque una mañana ´me lo monté en solitario´: ¡bueno soy yo cuando me lo propongo!, o me lo proponía, cuidado con los verbos, que nos da por conjugarlos en presente sin repetir cientos de veces todo el tiempo que del ´pasado´ ha pasado.
Para que juzguen ustedes si el tiempo juega algún papel relevante en todo esto, les comento que aquellas salidas de aquellos tres cuartos de día tenían lugar en el siglo pasado, en el primer lustro, más concretamente. Fáciles resultan las cuentas: doce años han pasado como poco; trece, catorce, quince, es decir, década y media, lo que vienen a ser tres lustros y quince años en la jerga de la gente que se maneja fácil a la hora de escribir Cuadernos de Viajes, o que creía hacerlo, o que, al menos, le resultaba.
Y es que el trabajo resulta liviano o grosero en función de los condicionantes que rodean, o rodeaban, a este hombre que se reía, lloraba, pensaba, amaba y se sentía querido, que imaginaba, en fin, al mismo tiempo que sentía cada vez que se quedaba fascinado mirando una de aquellas fotografías tan bellas entre las que no deberían excluir la de la Cuerda del Calvitero que mereció ser encuadrada y esa otra en la que Perrunilla, como una lamia, se acuclilla en una de las orillas de un Pisuerga que baja manso, quedo, cristalino pues no ha hecho si no nacer en la Cueva del Cobre.
Qué fascinante. Qué momentos tan arrebatadores te regala la vida incluso después de que los hechos que quedaron reflejados en la fotografía pertenezcan a un pasado que, por inmortal, nunca habrá de volver a sucederse. Quédese pues el escritor imaginario con las estampas y los prolongados pies de foto que escribía porque hubo un momento en el que ella así se lo planteara: “Escribe, escribe y escribe.
Y no dejes de escribir. Porque el favor que yo te pedí tras la “Huida al Balneario de Panticosa”, oh, Dios mío, quién me iba a decir a mí que se habría de convertir en una razón, para mí, en una deuda, para ti, que alumbrara en tu día a día tantos y tantos deberes. De aquellos deberes están las estanterías llenas. Las tuyas, que no dan abasto; las mías, desamparadas y a oscuras por el puro miedo de que si un día me diera por abrir algunos de aquellos cuadernos y leer un breve retazo...me diera por empezar a volver a sentir. Y es que hubo un momento en el que llegué a sentir tanto que el mero hecho de imaginar repetir aquellas vivencias amaga con provocarme una angustia existencial.
Sigue tu, Madaleno, con los Cuadernos, con ´tus Cuadernos´, míos ya no lo son, porque si por míos volviera a darlos, sentiría tal vergüenza que no me vería capaz de presentarme delante de mis críos, y mirarlos a la cara, ante el miedo de que a alguno de ellos, o de ellas, por ese milagro del traspaso generacional, les hubiera llegado, por entero o troceadas, alguna de aquellas sencillas y espontáneas poesías infantiles que tú componías cuando íbamos o veníamos a través del túnel paisajístico del Señor y la Señora de los Tiempos. Era Murcia, Revolcadores, ya cerca del origen.
Soplaba el sol y no pegaba a el viento. Condiciones ideales para batir el record mundial de composición para encandilar en mi clase a la hora de la puesta en escena de un lunes vulgar, No nos gustan los lunes, ande, Los lunes con la poesía sencilla de mi amigo Madaleno son distintos: “Muy cerquita de Inazares / con los almendros en flor / se apagaron nuestros males / derretidos por el sol”...Y tú lo apuntabas de corrido en un papelito. Era un claro en el bosque de los dos Tolbaños, el de Arriba y el de Abajo, de la Sierra de la Demanda burgalesa: “Si te dijera dos cosas / una sería negar / que tú has visto mariposas / que nadaban en el mar / pues el mar es de ballenas / y de caballos sin crines / y se me quitan las penas / contemplando los delfines”...
”¿Cómo?”...Al parecer no habías memorizado. Y te lo repetía, una y tantas veces como tú necesitaras para, llegados a la cálida casa rural que nos servía de mansión de chocolate, lo escribieras al completo y, con tu bonita caligrafía, en la agenda que tus propios niños te habían regalado con motivo del día de tu ´cumpledías´, que eran todos, por eso no dejabas de pedirme poesía sencilla, por eso lo que yo escribía en mis Cuadernos de Viaje se convertía en la verdad que tus alumnos y alumnas necesitaban descubrir a fin de no perecer en una existencia donde la imaginación y la fantasía corrían el latente peligro de ser abolidas al comienzo y al final de cada uno de tus días de andereño en aquella escuela de ensueño, que, mucho me temo, dejó de serlo tras la “explosión de Dios” para pasar a convertirse en un centro docente en el que se comenten barbaridades tales como, luego de la batuketa, convenir que dos y dos son cuatro y no hay más tu tía.
Y, ¿sabes?, yo creo que nos va como nos va con por cosas como éstas: porque un día decidiste poner fin a mi contrato indefinido, argumentando que obedecías órdenes de arriba. Mandatos que yo desde mi ingenuidad, atribuí al director o directora de tu colegio, cuando en realidad la cosa no era sino que un día te acostaste haciendo el pino...y te despertaste caída sobre la fría madera de tu dormitorio agreste a pleno grito, del que, los que fueron a socorrerte apenas dieron parte ante la jefatura de los cuerdos de una descompensación emocional consecuencia directa de de la pérdida o extravío del que por un tiempo oficiara de niño, albañil, loco, sol, ruiseñor, loro que no dejaba de repetirse en cada una de tus expediciones porque la vida sin un punto de desvarío carece de sentido: “Si aquel árbol mete ruido / es porque de nuez abunda / y si de llover no dejara / la Tierra / por segunda vez / se nos inunda”...
”¿Me podrías repetir la enésima de tus encantadoras tonterías?... Es por mis niños; mañana es lunes, tú ya sabes; la música amansa a las fieras; y tus rimas, tan sinsorgas como cucas, me aseguran que no habrá rebelión en mi aula”...”¿Sabes?...me temo que ya es tarde, Too late, Perrunilla, Too late, Demasiado tarde para resucitar lo que un día tú mataste, o que muerto aún no estaba, ¡respiraba!...y lo enterraste. Too late...Too late...Too late...Seguro que otra aparecerá al doblar la esquina de un monte, cualquier día, en todo momento, otra, en su cara se lo veré, candidata a que le cante y me escuche: “Keep me singing”...Y apreciará mi canto como un día, justo es decirlo, tú supiste apreciarlo porque te sobraba sensibilidad como para asumir el reto de vivir a mi lado…
Cosas como estas que se han contado, en apariencia sin el menor sentido de venir a cuento, eran el pan de cada día con el que yo alimentaba a mis Cuadernos de Viaje que hoy, al ´gibarizarlos´ hasta lo periodística o literariamente soportable pasan a engrosar la lista de los llamados “Artículos de montaña”, formato que la tecnología es capaz de soportar sin que ningún redactor, por muy jefe que sea, acabe perdiendo la cordura. Así me manejaba yo entonces con el único fin de poder aguantar escribiendo sentado en una silla desde las últimas horas de la tarde...hasta el gozoso advenimiento del alba. Momento en el que yo recogía los bártulos, cerraba el chiringuito...y me iba a la cama con la conciencia tranquila por el trabaja bien hecho: que ella sonriera al leerme, que fuera feliz, que sus niños se calaran de su alegría, y el aula de su colegio se convirtiera en un centro de alto pren-rendimiento : “¡manos arriba, esto es un atraco: entregadme vuestra risa!” 21. Un número. O dos. Una cifra. Un dígito. O dos. Una cantidad ingente de imágenes y esto no ha hecho sino comenzar. Moisés va camino de la cumbre del Sinaí. Le engañé yo, al pobrecito,, Anda, que he oído truenos pero no sé dónde, anda y sube y comprueba que el anuncio de la tormenta se produjo en las alturas, allá donde se ha desplazado el Señor en una nave de esas capaz de burlar al que dijo que más rápido que la luz no se podía viajar. Desde otra galaxia ha venido.
Y coincidiendo con nuestra aventura, sintiéndonos tan creíbles, con el chasquido de sus dedos ha metido tanto ruído (sacar ruido decimos en Euskera, y no meter: zarata atera), mucho ruido, Y si las nubes fueran pocas, kme pregunta, Como si nueces no hubiera, no es nuestro fin el de acaparar, Iker, sino el medio de disfrutar sintiendo como si no fueras nada, libre de peso, una leve parte de la naturaleza, un pastorcillo en un belén, una terróncillo de musgo, uno de esos peces que son capaces de cantar a la vez que beben, ¡hay que tener agallas!, un grano que hace granero, la paja de un pajar, el Mugarra es la aguja, pétrea inmensa, el Moisés del presente, en él te acunaron, te mecieron, ahora es otro padre el que te reclama, y de cándido no tiene nada, es sumamente avispado, Y si fueran las tablas de la ley lo que me quisiera entregar, piensa, Luis, que son grandes y de piedra, no maleables, en mi mochila no caben,...
Anda, Iker, sube, no te hagas el remolón, sube que yo no te perderé de vista, sube que yo te seguiré, olvídate del pueblo aquel tan descreído y del becerro de barro que con la crema del oro de tantas joyas fuera embadurnado: : este dios va de guay al igual que Mari la del Anboto se tumba para servirnos de alfombra sobre la que caminar los montañeros. Y arrancó. Por fin se dio a la fuga.
Lleva ya un rato ascendiendo. Lo distingo por el azul de su camiseta. Nada que ver con los dos caballos, los cuales evitó porque a ellos nada le unen: el relincho y la palabra. Adónde vas, Manzanas traigo, qué complicado es entenderse con todo tipo de prójimo cuando uno no tuvo la suerte de ser apóstol y estar en el sitio preciso en el momento concreto, en aquel habitáculo que sirvió de comedor para una cena y ahora les sirve de zulo a esta cuadrilla de ´cobardes´ que se mueren de miedo,...
Cenáculo la Última Cena, cenáculo, y, de repente, aquella ventolera, Cierra la ventana, Juan, le dijo Pedro, Parece mentira, Simón, qué fe más frágil la tuya, vuelvas a tropezar con la misma piedra, si hace unas noches negaste al Maestro, ahora dejas de creer en su palabra, Cuál, recuérdamela, listo, anda, de qué palabra hablas...Y de súbito aquellas lenguas de fuego, aquel espíritu, aquel don de lenguas adquirido por la ciencia infusa de dios, salen a la calle y hablan en griego, en latín, en hebreo, en árabe, en arameo, y hay quien que dice que es tan viejo el euskera que hasta vascoparlantes recibieron el evangelio. En el camino hacia la cima lo habría yo de comprobar, Eguerdion, Halan ekarri, Kontuz ibili, Izan untsa…
Habrá de pasar Ier junto a una pareja, sedente una de las partes, erguida la otra, la pierna derecha adelantada y flexionada cual buscando la composición del ángulo recto. En la espalda lleva algo que le alcanza casi hasta su testa, la cabeza de una criatura que llevara dentro de un cacharro a modo de canguro de esos que permiten unir tanto las figuras del hijo y la de su progenitor. Iker habrá de girar a la izquierda para así atacar el Mugarra por el Oeste, no el americano que de niños decíamos “far-ués”, sino el Oeste tomado tomado como uno de los cuatro puntos cardinales. Coincidiremos con el Norte.
Allá donde se concentra más población. Desde el Norte vendrán, pero la mayoría se unirá a la cordada que negocia el Mugarra por el Este. Caminaré junto a ellos. A otros les diré ¡agur!, porque bajan, Gwero arte, porque tan vez coincidamos en uno de los bares de Mañaria, ese donde suena Leño, más madera, Rosendo, calienta lo que ya arde.
Iker, la pareja perezosa, el punto de la torcida, lo que a su izquierda dejeremos, una pendiente semirocosa tentadora para los que buscan la plenitud a la hora de los encaramientos. Y a la derecha, a punto ya de arrancar, un Mugarra casi íntegro, del coloso su pared sureña, escalada integral que tal vez estuvier aprohibida por aquello de no enturbiae la paz que envuelve la vida de los buitres que viven en pareja, en pecado si consideramos que estas bestias aladas nacieron como hijos del Señor, fruto de su plan ideario creacionista, EL QUINTO DÍA: “Dios creó las aves en el cielo y los peces en el Océano”, por eso había creado Dios “el sol, la luna y las estrellas en el Cuato, en un paritorio al aire libre porque no había edificios levantados erigidos por un ser humano que aún no existía.
El Mugarra, así, aprehendido en la pantalla de mi móvil celularm es un pájaro de piedra que cabe en mi mano, cerrada, siento la roca, así lo liso como lo rugoso, caliza, de cáliz, cuyo contenido amargo vengo bebiendo desde el origen. . Y el caso es que, a diferencia de aquel que un día se acojonó, Pase de mí, le dijo a su padre, en ningúin momento saldá de mi boca una petición de socorro para advertirle a Mikel de mi renuncia a la progresión. De aquí me quedo, nada de nada. Aunque “vivo porque debo ser más fuerte que todo sufrimiento y todo dolor”. José Martí, superando en valentía, fe y arrojo a su gran antecesor. Escribí en mi wasap, a modo de una presentación que se me pedía, que...”Soy -me gustaría- una mezcla entre Walt Withman y José Martí, coetáneos, sobre el “bonachón barbudo americano” escribió un hermoso artículo el padre de la patria cubana. Leí una sobrecogedora carta en uno de los libros de Martí que Blimunda Sietelunas me regaló al tanto de lo de Matiko de mi querencia por la portentosa pluma del caribeño que nació a resultas de la unión carnal entre un valenciano y una madrileña.
Aquella España, aquella idea de España contra la que Martí luchaba (no así contra los españoles) por considerarla nociva para el buen desarrollo de la concepción humanista de todos los pueblos de la Tierra: y España era la idea del poder, de la posesión, de la guerra, de la sangre...”Pocos salieron ilesos / del sable del español / la calle / al salir el sol / era un reguero de sesos”...
Cómo no querellarse el joven Martí contra el imperio que, a base de arma y munición, había convertido su isla en uno más de sus juguetes, marioneta, guiñol, los hilos los maneja un titiritero a sueldo de la corona corte castellana, aragonesa, andaluza, catalana, y hasta vascos hubo en la isla y no todos eran trigo limpio, esbirros, la voz de su amo, los indianos hacen la vista gorda al mando de sus Ingenios para sacarle ala caña de azúcar todo su dulzor, ese que, convertido en metal, había de traerse de vuelta a Portugalete.
Manuel Calvo Agirre es el jarrillero más cubano que uno pueda echarse a la cara sin que de vergüenza se le caiga al suelo. Renuncio a todas mis ideas. Ahora lo hago. Porque cargado de ellas no podría dar ni un solo paso. Dolor y sufrimiento. Cansancio. Fatiga. Extenuación. : Kuitxi cabalga a a través de la pradera. Casi sin ver. Porque no mira. Cuando uno está tan cansado, hasta los ojos le echan una mano para empujarle por la espalda. Gracias a ellos.
Gracias a todos. Voy. La vereda es un surco hundido y estrecho. La vereda es marrón. Tierra que se secó porque la lluvia no hizo acto de presencia con el tiempo suficiente como para que pueda cantarse aquello de de...”Todavía quedan restos de humedad / sus olores llenan ya mi soledad / y e la cama / su silueta / se dibuja / cual promesa / de llenar / el breve espacio en que no está: todavía no pregunté ¿Te quedarás?...Temo mucho a la respuesta de un “Jamás”...
Un artículo para ElDesmarque Bizkaia de Luis Mari Pérez 'Kuitxi', futbolista, periodista, montañero, pero sobre todo escritor: cuentos, relatos, crónicas, artículos radiofónicos, literatura de viajes.