Estado de desolación
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Pues nada, que el parón liguero nos ha pillado en un momento de absoluta zozobra. La situación del equipo en este interludio ha pillado al Athleticzale atónito ante la marcha de su equipo y sin encontrar una explicación convincente sobre el por qué de la trayectoria errante de los hombres de Ziganda.
Ni siquiera el Premio a la Mejor Ciudad Europea del Año 2018 ha aliviado un ápice el penar del aficionado. No quiero ni pensar cómo se encontrarían ahora mismo en Viena si el Rapid no fuera tercero y el Austria quinto, claro que la liga austríaca es lo que es, o en Liubiana, aunque allí le pegan más al baloncesto, tras haberse quedado ambas urbes sin galardón. Aquí, en Bilbao, el caprichoso calendario nos ha deparado dos semanas para lamernos las heridas futboleras, clamar al cielo por la preocupante situación clasificatoria y prepararnos para el Apocalipsis que parece acechar sobre el Athletic Club. Y como sucede en casi todos los lares, porque aquí no somos tan diferentes como proclamamos a los cuatro vientos, empezamos a buscar responsables donde sea, desde el presidente, Josu Urrutia en este caso, pasando por el cuerpo técnico y los jugadores, hasta los que se encargan de cortar la hierba en Lezama, a los que siempre se mienta cuando las cosas viene mal dadas.
El caso es que todo el mundo encuentra una explicación a la marcha del equipo y tienen en su mano la solución definitiva a los males que nos acechan. Como todo siga así, no pocos empezarán a desempolvar esas listas tan divertidas que salieron allá por marzo con posibles candidatos a sustituir a Ernesto Valverde en el banquillo de San Mamés. Os propongo el reto, hoy en día es muy fácil gracias Google y si os poneis en ello no tardareis en encontrar nombres como Quique Setién, Eduardo Berizzo, o Arsène Wenger.
Sí, sí, como lo oyen, incluso se llegó a publicar que el francés sería remplazado en el banquillo del Arsenal por el mismísimo Txingurri. Todo ello está en las hemerotecas, lo juro. Con ese nivel de acierto, a mi me dicen mañana que la Reina de Inglaterra va a entrenar al Athletic y lo primero que me pregunto es si va a facturar en Bilbao o en las Islas Caimán. Esperemos que con Ziganda no empecemos ya con la ruleta. Pero no quedan ahí las cosas, catorce días dan para mucho y surgen más temas de debate sobe los que dar vueltas y vueltas en los programas deportivos, las tertulias, y las páginas de los rotativos. Aparecen las viejas glorias aportando su punto de vista, nos enfrascamos en debates territoriales y de mercado sobre si a La Rioja hay que ir sólo a comprar vino y a esquiar a Ezcaray o si podemos pescar jóvenes promesas, y no hay una sola persona con la que estés mas de dos minutos en un bar que no te muestre su indignación por el hecho de que Kepa no haya renovado todavía. Los mismos que, eso sí, segundos después te matizan los siguiente: “bueno, es que yo no tengo ni idea de lo que piensa el jugador”. Yo tampoco lo sé, pero opinar es gratis.
La verdad es que ya no sé que pensar. Reconozco que todavía no me he despertado con sudores fríos en mitad de la noche a causa de pesadillas terroríficas en las que veo al Athletic jugando en el Nuevo Arcángel o en el Carlos Belmonte, a Kepa Arrizabalaga en la Juventus, por decir algo, y a un chaval de Haro consiguiendo la Bota de Oro tras lograr 117 goles con la Real porque el Athletic lo desechó cuando era alevín. Igual es que soy un insensato, un inconsciente o el único seguidor del Athletic que todavía no se encuentra en estado de desolación. Puede que la situación sí sea para preocuparse, pero todo en su justa medida, nada con exceso. Vamos, digo yo que… no será para tanto. Por ahora. O sí, ya no sé qué decir.
Por Jon Spinaro