Renovarse o morir, nunca morirse renovando
No termino de acostumbrarme a este nuevo período de opulencia económica y deportiva que vive el Valencia. Eso de que salga el director deportivo y diga que si el equipo entra en Champions se puede plantear un fichaje de 40 millones; o que relacionen con los de Mestalla a Falcao me sigue fascinando y emocionando casi tanto como a Víctor, mi niño, cuando le sale el cromo de Parejo en versión 'jugón' o el de Alcácer pero el cromo del 'once de diamantes' de la colección de fútbol que tan en boga está en estos momentos.
Al final, padre e hijo ponemos la misma cara de ilusión, la diferencia es que al soltar un tremendo “Halaaaaa” ojipláticos, admirados y ensimismados; él lo hace en voz alta mientras que yo lo hago en silencio, de forma mental, por aquello del pudor de la edad.
Me encuentro en un estado de euforia difícilmente contenible. Es una sensación casi tan alucinante como volver a saborear el poderío que exhibe el Valencia, especialmente en Mestalla. Extasía comprobar el músculo que tiene este equipo; que recuerda al mejor de la época del doblete. Me froto los ojos y retrocedo a 15 años atrás, cuando en Sevilla, en la Cartuja, en la final de Copa, fui consciente por primera vez en la vida de lo que era la alegría colectiva descontrolada; una masa enfervorizada; una familia numerosa llorando de emoción a la vez. Así me siento de nuevo cuando voy a Mestalla.
Sin embargo, hoy que estamos con la adrenalina por las nubes, viendo como el Valencia ha recuperado sus constantes vitales (económica y deportivamente hablando) y que, por ejemplo, la posibilidad de reanudar el estadio se ha convertido en algo real, es momento de recordar que hay axiomas en el fútbol que nunca cambian. Por ejemplo, si la 'pelotita' entra, todo va bien; si un grupo está enchufado, las cosas funcionan y, si un conjunto está en racha como este Valencia, es imparable y ser tercero se nos queda hasta cortos. Pero hay otras máximas que también se cumplen, que me preocupan más y que temo que pudieran desatarse: renovar el grueso de un equipo a mitad de temporada no es la mejor idea cuando los objetivos están por cumplirse. Ojo! Es una decisión que puede restarle empuje al grupo y hacer que los futbolistas se despisten.
¿Qué renovación es más prioritaria?
No seré yo quién diga cuál de las renovaciones planteadas es más interesante, más prioritaria o más necesaria. Está claro que algunas son urgentes, pero no todas. Eso sí, sí que les puedo garantizar que ese ambiente de que “todo va bien”; “todos nos queremos quedar” y, “casi todo el que quiera va a renovar˝ aunque denota buen rollo, abundancia económica e interés; puede acabar en acomodamiento y dejadez del grupo si no se actúa con cuidado. Me consta que Nuno está detrás de controlar esa euforia, pero el clímax que ha creado este equipo con la afición hace que los acontecimientos se precipiten, que la euforia se dispare y que nos resulte complicado contener la alegría que envuelve Mestalla, el Valencia, el equipo y todo lo que se pinte de blanquinegro.
El gran Valencia, el de Benítez, como todos los grandes equipos que tuve la fortuna de ver en mis dos décadas como profesional, siempre funcionó porque tenía hambre, porque los jugadores nunca sabían que eran imprescindibles y estaban ansiosos por conseguir objetivos individuales y colectivos. Que el Valencia va bien (de pm) no lo duda nadie; pero que el trabajo aún no está hecho, tampoco. Renovarse o morir siempre; pero nunca morirse renovando o morir por haber vendido la piel del oso antes de cazarlo… Cada cosa a su tiempo y cada premio en su momento. La senda del triunfo está trazada, pero no hay que descuidarse ni desviarse, que miren lo que pasó con la Copa. Feliz semana. (Felicísima, diría yo).
David Torres
Delegado ElDesmarque Valencia