Blades of Fire: acero, piedra, fuego y un viaje personal hacia la redención

Cuando MercurySteam anunció hace pocos meses Blades of Fire, pocos podían imaginar que se convertiría en uno de los lanzamientos más ambiciosos de 2025. El estudio madrileño, responsable de joyas como Metroid Dread o Castlevania: Lords of Shadow, vuelve a la carga con un RPG de acción que mezcla la fantasía oscura con la crudeza de los soulslike, sumiéndonos por el camino en un universo medieval maldito en el que las armas ya no cortan… salvo que tú sepas cómo devolverles el alma.

Su premisa es tan directa como poderosa: la reina Nerea, figura trágica de poder y ruina, ha condenado el acero, elemento central incluso de la creación de este universo, y lo ha transformado en simple piedra, despojándonos de la capacidad de forjar. Este cataclismo ha dejado al mundo a merced de bestias, saqueadores y legiones espectrales. En medio de la desolación es donde aparece Aran de Lira, un joven herrero, el que es aparentemente el último con la capacidad de forjar armas verdaderas. Tras una introducción algo precipitada, emprende un viaje redentor junto a Adso, un aprendiz de erudito que actúa como contrapunto intelectual y emocional del protagonista.

La narrativa se desarrolla con un tono introspectivo y oscuro, salpicado de conversaciones opcionales, códices ocultos y decisiones morales que no siempre repercuten mecánicamente, pero que refuerzan el peso simbólico del viaje. Es importante además, que la información que poseemos, es la misma que tendrían los protagonistas en su camino, con lo que lo que a priori parece una cantidad de información escasa para meternos en la aventura, se acaba convirtiendo en todo un viaje de descubrimiento. Todo esto con una narrativa que apuesta por una épica seria que está inspirada, según el propio equipo ha contado, en el cine fantástico de los 80, especialmente en obras como Excalibur y Lady Halcón.

El combate: precisión antes que rabia

Donde muchos RPG de acción apuestan por la espectacularidad, Blades of Fire impone una lógica de contención y precisión. Los enemigos presentan puntos débiles específicos, ya sean en las articulaciones, partes específicas del cuerpo, uniones de armadura, que deben atacarse con el arma y tipo de daño adecuado, pudiendo blandir las armas tratando de realizar cortes, impactar directamente o clavar. Este sistema, heredero espiritual del olvidado Blade of Darkness (2001), obliga a leer el terreno y al adversario, generando un ritmo pausado, táctico y brutal.

Se trata de enfrentamientos en los que la cabeza importa tanto como el conocimiento de las rutinas enemigas, y en el que hay que huir del machaque de botones sin sentido. El éxito en combate depende de la preparación: estudiar a los enemigos, afilar el arma adecuada, y mantener la serenidad cuando todo se tambalea. A esto se añade un sistema de resistencia realista que penaliza los excesos y obliga a medir cada movimiento, cada esquiva, cada estocada… Aunque la forma de recuperar esa resistencia sea un tanto ‘peregrina’.

Forjar no es solo crear: es recordar

El verdadero corazón del juego late en su sistema de forja, profundamente relacionado con la narrativa y la progresión del propio Blades of Fire. No se trata solo de combinar materiales y crear una espada con daño bonficado elemental, sino que hay que equilibrar nuestra armería para estar preparados ante la próxima batalla. Cada arma puede ser bautizada, mejorada y personalizada hasta convertirse en una extensión de nuestro mando, dando así pie a momentos plenos de satisfacción en los que encadenamos ataques con éxito.

Al usarla, el arma “recuerda” sus hazañas, acumulando un legado que puede influir en ciertos NPCs, desbloquear fragmentos de historia o alterar la relación con determinadas facciones. Esta mecánica, que combina artesanía y memoria, convierte el acto de forjar en un ritual: uno no consigue una buena espada, sino que la también la construye con el tiempo.

A esto hay que añadir una recolección de materiales que a veces puede resultar excesiva (todo lo que no está anclado al suelo es susceptible de soltar materiales), pero que no responde a un sistema genérico de loot. Algunos minerales solo pueden obtenerse derrotando enemigos concretos, superando puzzles escondidos en el entorno o explorando zonas secretas. La escasez se convierte en un aliciente, no en un freno.

Un mundo interconectado, hostil y bello

El diseño del mundo de Blades of Fire huye de la etiqueta de “mundo abierto” en su sentido más estricto, apostando por una estructura semiabierta donde cada zona conecta con otras a través de rutas ocultas, pasadizos y transiciones naturales, bajo una apariencia pretendidamente lineal. Esta disposición recuerda a Dark Souls o Hollow Knight, aunque no llega al nivel de exquisitez de estos, aunque cuente con una geografía que se va replegando sobre sí misma a medida que el jugador la conquista.

Encontraremos desde fortalezas devoradas por el musgo hasta bibliotecas subterráneas plagadas de trampas alquímicas, el mapa está diseñado para recompensar la curiosidad y castigar la arrogancia. No existen checkpoints convencionales, sino forjas-altar donde el jugador puede descansar, reparar sus armas o forjar nuevas, aunque cada descanso reactive a los enemigos derrotados al más puro estilo soulslike, lo que añade una capa de estrategia a la exploración.

Buen acabado visual y sonoro

A nivel visual, el juego apuesta por una dirección artística sobria y expresiva, más cercana al óleo digital que al hiperrealismo. Colores apagados, cielos rotos, criaturas que parecen esculpidas en piedra: todo refuerza una atmósfera que recuerda a la melancolía de un mundo que se desvanece. En cuanto a su realización, encontramos un título con mucho detalle, y un gran mimo sobre cada rincón. Puede que en ciertos parajes se noten las aristas, y que las animaciones no siempre sean las más adecuadas, pero el acabado de Blades of Fire es más que bueno, al menos en la versión analizada, la de Xbox Series.

La banda sonora, compuesta por Rocío Jurado Martínez (conocida por su trabajo en Candlekeep Chronicles), alterna cuerdas melancólicas con percusiones que emulan martillazos sobre el yunque, ofreciendo un resultado digno de las producciones audiovisuales más ambiciosas. El diseño sonoro es igualmente notable: los enemigos respiran, los pasos retumban en pasillos vacíos, el tintinear de una daga en la oscuridad puede advertirte de una muerte inminente.

No se trata el del sonido de un apartado ornamental: en muchos casos, supone una herramienta de supervivencia básica. Oír un crujido tras una pared puede significar la diferencia entre anticipar una emboscada o ser decapitado sin remedio.

Conclusiones Blades of Fire

Blades of Fire es una propuesta que no pretende contentar a todos. Se trata de un título exigente, atmosférico, deliberadamente arisco en sus primeras horas, que exige paciencia, reflexión y cierta vocación artesanal. No existe eso de los mapas plagados de iconos, ni existen diálogos innecesarios. Aquí hay acero, piedra, fuego y un viaje personal hacia la redención a través del conocimiento y la lucha.

MercurySteam ha creado una obra coherente, arriesgada y honesta, que reivindica el papel del videojuego como experiencia profunda, en el que las mecánicas, el arte y la historia convergen en un todo que resulta indivisible. No es perfecto, pero sí imprescindible para quienes buscan en su próxima aventura algo más que un simple pasatiempo digital.

Plataforma analizada: Xbox Series X

Lo mejor:

• El sistema de forja es profundo y épico
• Los combates pausados y estratégicos
• El apartado técnico tiene un gran nivel

Lo peor:

• No es un juego para todo el mundo
• La lógica del crafting no tiene mucho sentido
• Las animaciones a veces flojean

80/100