Ninja Gaiden: Ragebound, un regreso clásico con alma andaluza

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Ninja Gaiden: Ragebound es un regreso triunfal de la saga a las 2D, un homenaje a sus orígenes y el doctorado triunfal de The Game Kitchen
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Una nueva página en la saga Ninja Gaiden, reinventada desde 2D con fuego pixelado
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Los creadores de Blasphemous anuncian el nuevo Ninja Gaiden: Ragebound
The Game Kitchen, el estudio español que nos brindó la pasión gótica de la genial saga Blasphemous, fue el elegido para dar forma a un capítulo completamente nuevo de una IP legendaria, Ninja Gaiden. Este encargo supone un nuevo reconocimiento al talento indie español, otro estudio patrio que se encarga de relanzar con una nueva entrega una saga clásica nipona que es historia de los videojuegos (ya lo hizo, dos veces, Mercury Steam con Castlevania y Metroid, y ahora le toca el turno a The Game Kitchen con Ninja Gaiden).
Ninja Gaiden: Ragebound es un homenaje pixelado a aquellas tres primeras entregas de la saga para NES, pero con alma contemporánea. Una labor valiente que combina nostalgia con precisión moderna para rendir tributo al legado de Team Ninja, y cuyo resultado vuelve a dejar claro el buen hacer del estudio afincado en Sevilla.
La saga Ninja Gaiden comenzó a finales de los años 80, con aquel juego para NES que introdujo a Ryu Hayabusa, una atmósfera intensa y unas escenas cinemáticas que, en su momento, parecían cine en cartucho. Aquellos saltos imposibles, ninjas apareciendo de la nada y enemigos que te empujaban al vacío se grabaron a fuego en la memoria de los jugones de los 80. Tras aquella épica trilogía en NES llegaron algunos saltos a otras plataformas y el renacer de la saga con aquellas versiones 3D en Xbox, redefiniendo la acción con precisión quirúrgica y una dificultad legendaria.

Ahora, en 2025, Ragebound regresa a sus raíces bidimensionales, mezclando el ADN clásico con ideas frescas que demuestran que todavía hay mucho shuriken por lanzar.
Ninjas, demonios y una fusión inesperada
En esta ocasión no controlamos al icónico Ryu Hayabusa —que anda en asuntos familiares en América que nos resultan de lo más familiar—, sino a Kenji Mozu, su joven y talentoso aprendiz. Como suele pasar en el universo Ninja Gaiden, la tranquilidad dura poco: los demonios irrumpen en el mundo humano con ganas de arrasarlo todo. Kenji no puede enfrentarse a ellos solo, así que se alía con Kumori, miembro del clan rival Black Spider, que tras sufrir una derrota devastadora acepta unir su alma con la de Kenji. Literalmente.
Para contarnos todo esto y, en un guiño adorable a la trilogía original, The Game Kitchen a regado el título con diferentes cinemáticas pixeladas épicas, al más puro estilo de aquellas que nos hicieron saltar las lágrimas en los Ninja Gaiden ochenteros.

El resultado es un solo cuerpo con dos estilos de combate: la espada letal y cercana de Kenji, y los ataques a distancia con kunai de Kumori. Esta dualidad no es solo un recurso narrativo, sino que define gran parte de la jugabilidad. A lo largo de casi 20 niveles conoceremos más de sus motivaciones, sus piques amistosos y la tensión natural de dos enemigos obligados a cooperar.
Jugabilidad: precisión ninja y chispa retro
La base del juego es la de un side-scroller clásico, con controles tan ajustados que cada salto y cada golpe responden como uno espera de un Ninja Gaiden. El sistema de ataques y movimientos nos recuerdan a los títulos clásicos: aquí es fundamental esquivar, saltar de manea precisa y agarrarse a las plataformas superiores en el momento adecuado para evitar ese proyectil en el moetno adecuado.

En cuanto al control, brilla el sistema de hipercarga: algunos enemigos emiten un aura azul o rosa, y al derrotarlos obtendremos un breve estado de hiperpotencia que nos permite acabar con casi cualquier enemigo de un solo golpe. Es un sistema que convierte el combate en pequeños rompecabezas de ejecución rápida: encadenar muertes, aprovechar el tiempo y decidir en décimas de segundo a quién golpear primero. Además, podemos forzar la hipercarga en un momento de desesperación dejando a cambio un trozo de nuestra barra de vida. Todo es cuestión de elegir.
Otra mecánica clave interesante es el 'Boost Guillotina', un giro aéreo que permite rebotar sobre todo tipo de enemigos y proyectiles para mantener el impulso en secciones de plataformas o combates. Es una de esas habilidades que empieza como un truco puntual pero acaba siendo esencial para moverte como un verdadero ninja. Dominarlo otorga una ventaja competitiva en cada combate y sección plataformera exigente.
Y sí, hay momentos en que el juego rompe la rutina como aquellos clásicos de 8 bits: fases en una moto acuática, persecuciones en moto, niveles con cambios de verticalidad extremos y secciones en el mundo demoníaco con Kumori, donde resolveremos puzzles contrarreloj recogiendo orbes y esquivando peligros.

Desafiante, pero no como en los 80
Ragebound es exigente, pero no cruel. No quiere imitar la extrema dificultad de un juego de NES, aunque permite desbloquear un modo difícil para quienes quieran sufrir como en 1988. Los puntos de control son generosos, hay ítems de curación y las colisiones son justas. Sin embargo, los jefes finales suben la apuesta: patrones complejos, cambios de velocidad y resistencia que nos obligarán a estudiar los movimientos como si fueran los exámenes de septiembre.
Es cierto que algunos combates se alargan un poco más de lo necesario y que la primera gran batalla puede ser un muro inesperado, pero es sólo cuestión de pillarle el ritmo. A partir de ese momento la experiencia fluye y es extremadamente satisfactoria.

Amor al pixel y al corazón de la saga
El pixel art de Ragebound es un festín para los nostálgicos: extraordinarios escenarios, demonios con diseños únicos y animaciones fluidas que evocan la era de los 16 bits, pero con una paleta y efectos modernos. Cada zona tiene su propia identidad visual, desde aldeas en llamas hasta fortalezas demoníacas flotantes. Y todo es muy gore, como exige la saga, aunque la cantidad de sangre puede reducirse en el menú de opciones.
La banda sonora alterna entre riffs intensos y melodías ambientales con sabor retro, y los efectos de sonido —el chasquido de una kunai, el corte seco de la katana— añaden un extra de inmersión.
Aunque no es un juego largo, Ragebound invita a rejugar niveles para mejorar puntuaciones, encontrar escarabajos ocultos y desbloquear mejoras. Aquí llega un pequeño “pero”: solo podemos equipar dos mejoras a la vez y cambiarlas entre niveles, no durante ellos. Esto limita algo la experimentación en pleno combate, pero entendemos la decisión de diseño de sus creadores, que añaden así otra pizca de desafío.

El modo difícil, los desafíos y las misiones secundarias añaden vida extra para quienes busquen dominarlo al 100%.
Conclusiones Ninja Gaiden: Ragebound
Ninja Gaiden: Ragebound es un regreso triunfal de la saga a las 2D, un homenaje a sus orígenes y una demostración de que The Game Kitchen puede manejar con soltura una licencia con este peso histórico sin perder su sello. Es rápido, desafiante, variado y visualmente delicioso. Un buen juego de acción en scroll lateral con mecánicas muy bien pensadas que es la manera ideal de revitalizar la saga, desde sus orígenes, preparando el terreno para el esperado Ninja Gaiden 4.
Versión analizada: PlayStation 5
Lo mejor
- Controles precisos y combates adictivos
- Pixel art y ambientación de primerísimo nivel
- Variedad de niveles y mecánicas, y coleccionables.
Lo peor
- Algunos combates contra jefes se alargan en exceso
- Limitación a dos mejoras y cambios solo entre niveles
- Cierta dependencia del ensayo-error en fases avanzadas
91/100