Venganza en plato frío
Ni euforia. Ni felicidad. Ni alegría siquiera. Calma. Sosiego tal vez. El Athletic Club ha vapuleado [4-0] a la Real Sociedad y como si nada. El lunes amaneció sin un Arco Iris en el cielo como adorno de homenaje. La naturaleza no ha sido alterada porque es ajena a las celebraciones de los hombres. Me uno a ella. Todo está en orden. Porque el Athletic no ha hecho sino cumplir con su cometido. Vengar. Vengarse. Venganza. Lo que San Mamés le exigía, o, al menos, necesitaba.
La venganza es un plato que se sirve frío. Muy frío en este caso que nos ocupa. La Real Sociedad le había robado de mala manera la Copa del Rey en la Cartuja. En la temporada [1994-1995], el cuadro txuriurdin se dio un festejo goleando [5-0] al Athletic en Anoeta. De Pedro, Idiaquez, más tres goles de Kodro completaron la goleada. Tenemos que retroceder a finales de 1976 para toparnos con una derrota semejante.
Fue la tarde en la que, portada por las manos de Iribar y Kortabarria, la Ikurriña, prohibida en ese momento, lució espléndida en la salida de los dos equipos al verde de Atotxa. El Athletic de Koldo Agirre, a las puertas de un partido de la UEFA, tuvo que soportar aquel 'lustro' de goles liderado por un testarazo brutal a la escuadra del recordado Satrustegi.
Demasiado daño. Tres puñaladas en el corazón del 'León'. El universo Athleticzale, seriamente afectado, pedía venganza. Tantos años. Tantas temporadas. Otros tantos intentos fallidos. O acaso no diseñados porque la palabra 'venganza' no casa con el 'Gure Estiloa' que tanto beneficia como 'perjudica' al Athletic. Venganza.
Un "plato que se sirve frío" ha sido escrito.
Como si en el eterno invierno de Siberia hubiera estado, exiliada. Helada. Gélida. Como una enorme mole de hielo fue traída a Bilbao a instancias del entrenador del Athletic. Marcelino García Toral creía que el momento de la venganza había llegado. No se equivocaba.
En noches como ésta, en la inteligencia y astucia del técnico de Careñes encomiendo mi espíritu. A sus brazos me entrego. A esos mismos brazos que no pudieron soportar el peso del Real Mallorca luego de alinear un 'once de circunstancias'. Concitado en San Mamés. Con el único ruego de que el Athletic le ganara la partida a esa Real Sociedad de Imanol Alguacil que "tantas ganas" nos tiene. De "las ganas del Athletic" hablaba también el reconocido técnico de Orio.
Lo sucedido en el verde, sin embargo, resultó tan apoteósico como sorprendente, por inesperado.
Luego de imprimirle al partido un ritmo intenso. Entendiendo que el choque había madurado lo suficiente, Villalibre hizo sonar su trompeta desde el banquillo cual turuta en monte bocinero reclamando la llegada de su gente. Dice Saramago que si tratamos de verbalizar, de explicar las cuestiones que atañen al mundo de los sentimientos, "es que algo no va bien" en el universo interior del ser humano.
O sea que, de repente, digamos, sobre el verde de San Mamés se extendió el espíritu de Mauri y el resto de "los aldeanos". Si tratamos de contar lo sucedido a partir de la incorporación de Vencedor y Sancet, el cronista se estaría traicionando, y engañando a l@s lector@s de ElDesmarque Bizkaia.
Toda aquella persona que quiso ver, vio. La que abrió su corazón, sintió. Y, sobretodo, la que no taponó sus oídos, pudo escuchar el sonido de siempre. Aquel "¡Beste bat... Beste Bat!" con el que la grada de San Mamés le exigía a los suyos que fueran a por el siguiente 'bakalao'. En la mágica noche del domingo se volvió a escuchar.
Como en aquella [1976-1977] en la que el Athletic salió duramente goleado de Atotxa. Mucho había llovido. Hasta que Marcelino, de manos de los suyos, desató la 'tormenta perfecta'. No traten de entender lo sucedido. Cierren los ojos y sientan. Con la conciencia tranquila. No se sientan culpables por haber saciado su sed de venganza. Han sido los jugadores del Athletic. Y sin mancharse las manos. En plato frío. Muy frío. Cumplida venganza. En paz nos fuimos tod@s a casa.
