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Vergüenza ajena
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Vergüenza ajena

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El Desmarque

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Hay tardes, como la última del Athletic en su viaje por Europa, en la que uno ha creído alcanzar la cima del asco y la de la vergüenza ajena. Dígase, antes de seguir adelante, que, a la hora de entender, todo semejanza con el fútbol que la persona lectora crea adivinar en este texto no habrá sido sino fruto de un delirio que el que escribe le habrá conseguido contagiar por el sano intento de la liberación de un exceso de carga en su pecho. 

Después de aquella zamarra que, a principios de siglo, me fuera regalada, no había acudido a San Mamés vestido con una camiseta oficial que fuera distinta a aquella con la que fui capaz de descender hasta lo más profundo del Tajo de la preciosa ciudad de Ronda. Hace unos meses, antes de un partido, entré al Museo y se me fueron los ojos hacia una 'niubalans'. Y de seguido, la mano al bolsillo.
Hoy, como si me sintiera obligado por la cualidad de la cita, me la he enfundado luego de despertarla del sueño de los justos  que dormía entre una montonera de ropa que yacía caótica sobre el tresillo tras el último descenso que acometí por las calles de la Villa en busca del llenazo de un par de lavadoras. 
Sin fuste. Sin ganas. Como el que se ve obligado a vestirse de gala para acudir al funeral de su mejor amigo, o a la cita con  la mujer que más quiere o quería, o a la de algo que no existe, inconcreto, indefinible, me faltan las palabras como a aquel que terminó titulando su canción 'Sweet thing' y la gente como loca intentando descubrir el nombre de una mujer que no existía. 'Sweet thing'. Algo dulce.
Yo creía que era el Athletic, pero no. Me tumbé en la cama a modo de cómoda  espera mientras el tiempo pasaba. Estaba inquieto. Como si la tarde prometiera y el tramo de las cuatro a las siete mereciera un garbeo por Bilbao. Me daba pereza. Me tomé un café largo donde siempre fingiendo que lo mío se trataba de la previa de una de esas grandiosas finales de Copa, como aquella en la que el 'Txopo', a pesar de perder frente al Zaragoza de 'los 5 magníficos', fue paseado a hombros por el césped a la vez que los compañeros que lo portaban gritaban para la historia que fue el pasado 1 de Marzo, 75 años, al diamante de Zarautz le están homenajeando: "¡Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo, como Iribar, no hay ninguno!
No me quiero poner en la piel del icono más hermoso que le queda al Athletic. Tampoco en la de Marcos, ese 'chaval de noventa años' que, el domingo 11, pasó una noche 'toledana' viendo como sus leones le ganaban dos a cero goles al Leganés del entrenador de Bergara que, aseguran, jamás llegó a declarar que "El silencio de San Mamés no es normal".
Polémica y todo he tenido en Facebook con el bueno de Velilla a cuenta de lo que Asier Garitano dije yo que dijo, pero que en realidad no llegó a decir, sino que todo fue como eso que se dice a cuenta del color del cristal a través del que uno mira la realidad. Las realidades. Nada es lo que es, sino lo que parece. O lo que los protagonistas del evento que se acerca dicen que tiene que ser y si uno no lo admite, o no lo comparte, o, simplemente, no le parece bien, ya está montado el circo. A la espera de que crecieran los enanos iba yo como en el limbo. Ni cielo. Ni infierno. Qué esperaba, pues, un eterno Purgatorio.    Baja la temperatura de repente. Rompe a llover. La tarde se entristece. Todo es contranatura. Adónde demonios voy, ropa de los domingos, bufanda, visera azul con el anagrama del Centenario. ¿Contento? ¡Que va! ¿Entonces? Eso me pregunto yo. Y no encuentro respuesta.    Un sueño. Despierto y ya malo. Despierto y pesadilla. La tarde de las zapatillas mojadas. La de los cuchillos largos. ¿Intuición? No, que va, ventajas de escribir a toro pasado, toro, disfrazado de, Zeus, ese dios de los ateos se dispone a raptar a 'Europa', esa Europa que aún habitamos mientras, junto a tantos compañeros de fatigas, me veo forzado a dibujar una perífrasis, un rodeo desde mi sur hacia el oeste y todo para volver a la puerta 23, que la tenía delante, todo sea por la seguridad.
De Marsella han venido los chicos de Andoni Zubizarreta, y en Bilbao, en estado de sitio, se habían oído tiros, lo habré de leer más tarde, ahora me toca ver. San Mamés, la Catedral vistiendo sus mejores galas, todo es pura fachada, fariseos, sepulcros blanqueados que ahora recibís a vuestros leones como héroes y como delincuentes habréis de despedirlos cuando llegue el final de la partida. Para este viaje no hacían falta alforjas. 
    Os miro y no os reconozco. Os escucho y me avergüenzo de compartir templo sagrado con vosotros, no le merecéis, reniego del cariño compartido, así como del propio fútbol estoy empezando a renegar desde que el palomar que me queda arriba, a la derecha, se empezó a convertir en esa cueva de ladrones en la que se despachan a gusto los canallas de la Provenza con el puño suelto y la navaja fácil. ¿Para espectáculos como este inventasteis el fútbol, amigos ingleses?
Ya no hay 'Tifo'. Ya no hay fiero León rugiendo detrás de la lona. Ya no hay cartones, ora rojos, ora blancos, el mosaico se quebró, ya no hay Athletic 'SINCE 1898'. Hay, sobre el cuadrilátero rectangular, dos púgiles de pesos muy desiguales peleando por la misma Corona Continental. Qué locura. Quién propuso la pelea. Altura, músculo y velocidad contra 'el pluma' liviano. 
El título está en juego. San Mamés no supo decir que no. Bilbao, tampoco. Azkarate se habría llevado un berrinche de no haberse celebrado el choque. O de haberse suspendido cuando en lo alto surge el fuego y sobre el campo, el gigante marsellés, el Todopoderoso a modo de Toro acosando a una camada de leones, con su pecho ya muy cargado y deshecho, desde el cachorro hasta ese otrora grandioso mas como el que ahora ya sólo espera su vida dejar.    Hay mucho daño en esta sabana. La gente que mira no lo quiere ver. O, como dijo el Nobel literato, "hay quienes ven pero no miran". Porque si miraran, verían la ley de la selva imperando. El forzudo y el débil. El gordo contra el flaco. El pez grande, ya se dijo, acabará siempre comiéndose al chico. Y es lo que pasará. Y el público, como poco leído, no lo acepta porque no lo entiende, o no lo entiende porque no lo acepta. Se trata de buscar culpables. Cabezas de turco. El que montado sobre un burro entró en la Catedral, una estrecha senda con palmas en reverencia. "Este es mi Athletic, mi predilecto, mi hijo más amado". Ahora debe morir, la perversa Jerusalem se vuelve hacia la balconada, Nos prometió el Cielo y no vemos sino podredumbre.

Qué tarde. Qué noche. Qué madrugada tan triste. De Massaglia vino Zeus disfrazado de Toro y se llevó en volandas a Europa. Y aunque el mito, irreversible, antes de cerrar los ojos vi que Lekue no cometió penalti; que el exceso de riego sobre el área de Herrerín convirtió en imparable el disparo de Ocampos; que Aduriz no cometió falta, saltó burlón el contrario para forzar la expulsión del 'Zorro'; que los leones tuvieron, al menos, tantas opciones de gol como su rival, un Minotauro que, liberado de lidiar con Teseo, se cebó con un león que, de tantas batallas y ni un solo reposo, se hallaba cansado, muy cansado, yo diría que extenuado.
El Athletic feneció en San Mamés, en la Catedral, es decir, en SU PROPIO LABERINTO. Ley de vida. Lo que de recibo no es, y ante ello me rebelo, es el comportamiento generalizado de un gentío que me provocó VERGÜENZA AJENA.
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista y periodista
 
 

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