El rapto de Europa

-
Un penalti y expulsión del VAR condenan e indignan al Athletic
-
El árbitro no señaló nada, pero acabó acudiendo al monitor del VAR
-
Los expertos arbitrales opinan sobre el penalti y roja de Dani Vivian en el Athletic-Manchester United
Y al final llegó el final del Athletic Club. O no. O sí. Depende. Todo depende. Si en San Mamés un señor noruego condicionó el partido, podría ser que en el 'Teatro de los sueños' el Manchester United se quedara con diez a los 10 minutos luego de haber sido goleado desde el punto de penalti. Y a partir del [0-1], con ochenta minutos por delante, el sueño inglés se podría convertir en una pesadilla.
Ya sucedió en [2011-2012], cuando un 'cuerdo' llamado Marcelo Bielsa dirigía a una cuadrilla de 'locos' para que escenificaran un fútbol delicioso y letal. En la previa, un león cualificado consideraba que este Athletic Club de Ernesto Valverde era muy superior al que adiestraba el extraordinario míster de Rosario. Qué desvarío.

Aquellos futbolistas sometieron al United, así en Old Trafford como en la Catedral, y de haber comparecido en esta ida de la Europa League, el campo, al final de la batalla, se habría convertido en un reguero de sesos, todos ellos rojos, propios de unos diablos como los de la era de Sir Alex Ferguson. Así como el United, aquel Athletic lo había fiado todo a su primera conquista europea. Sólo el 'apagón' de Rumanía.
Sólo, también, el apagón general propiciado por un árbitro noruego llamado Espen Eskas. El apellido lo decía todo. 'Eskas'. 'Eskasa'. 'Deficiente' en euskera. Flojo.
Malo con avaricia. Izenak, izana. Nos equivocaríamos, sin embargo, si no reparáramos en el inquilino de la sala donde se halla ese juguetito al que le dicen VAR. El árbitro, que había escondido sus malas artes con disimulo, se entregó al deseo irrefrenable de Alesandro Di Paolo. No vio. No pitó... No sancionó. Ni la mano de Vivían sobre el hombro de Garnacho ni esa otra previa que le había facilitado al delantero de los 'red' un control del balón que habría de resultar decisivo.
Fue Di Paolo, por tanto, el que obró la maravilla de regresar al pasado. Penalti. Roja. Gol. Bruno se libró de la hoguera de la inquisicón. Pudo, así, subir el [0 - 2] al marcador. Crecido, marcó el tercero, como si agradeciera el perdón inexistente de una iglesia que lo había enviado a la hoguera.

La segunda parte no existió porque había nacido muerta. Como muerto debería haber resultado el equipo inglés de haber cumplido el Athletic con los deberes del verdugo. Una, dos, tres penas de muerte conmutadas. O fallidas por parte del verdugo. Detrás de la portería de Andre Onana. Privilegiada localidad para observar el cadalso en el que el Athletic pudo, y debió, haber ejecutado tres penas de muerte. Fallidas. Derechos humanos que defienden hasta el extremo los leones.
Fue, entonces, que Harry Maguire, un gigante con antecedentes, un tipo duro como a las órdenes de Clint Eastvood, recogió la cuerda de la soga y la estiró hasta el extremo. Crecido. Cuerpo de Titán y condición de Zeus. Se comió la largura del rectángulo. Entre truenos avanzaba. Bajo un cielo de nubes sumisas. Autoritario. Excelso. Poderoso. Valverde lo miraba anonadado. Es Eskurza, ss Susaeta, se preguntaba.

Cuando quiso darse cuenta, el titán británico la había tocado de lujo, al segundo palo, un poquito más, hasta la presencia de un Casemiro solitario que asintió con la cabeza la orden de Harry Maguire. Aventurero de la noche. Zeus disfrazado de futbolista que había comparecido en la Catedral para robarle al Athletic el sueño de Europa. Princesa fenicia. Continente. Algo a lo que con fervor se aspira y no termina de llegar. Deseo fallido. Como si el Athletic no se lo mereciera.
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista