El Athletic paga con intereses la deuda de la Champions y Valverde nos cuenta su verdad

Javier Clemente se ha quedado solo en su delantera de cinco. Aquel sistema tan ofensivo en el que Argoitia hacía diabluras por la banda derecha. Argoitia, Fidel Uriarte, Arieta, Clemente y Rojo. Nada que ver con este Athletic Club de Valverde sometido por el Getafe. El equipo del sur de Madrid campó a sus anchas en San Mamés, el estadio que tanto 'le pone' a José Bordalás.

Atmósfera propicia para los leones, así los de Piru Gainza como los del Txingurri. Lluvia. La luz de los focos nos engañaba, haciéndonos creer que más que llover, arreciaba. Aquel San Mamés del Arco, el de Jose Mari Argoitia. Me acordaba de Joseba, su hijo, con el que tan buenas migas hice en aquel domingo de pretemporada de Quincoces de Yuso.

"Ahí te quiero ver, Athletic". José Iragorri y Argoitia, al alimón. Desde un lugar que tal vez no existe. Necesitamos la esperanza que nos procura consuelo, sin embargo.

Pocos minutos fueron suficientes para asumir que los leones no podían ir más allá de su juego obtuso. De su torpeza. De su impotencia. Era todo tan raro que me parecía que la lluvia tenia mucho que ver. Que jugaba en nuestra contra. Lluvia que el viento que intuía convertía en oblicua.

Tendente hacia la portería de la grada de animación, allá donde Unai Simón se había convertido en objeto de deseo de un Getafe descarado. No soplaba el viento, sin embargo. Era la lluvia, conchabada con el equipo más fuerte. Partido fantasmagórico en las entrañas de la Catedral. No daba crédito.

Pesadilla en la que los leones pretendían avanzar y no podían. Todo un primer tiempo encerrado en su caverna.  Y cuando el mito conseguía progresar, se dedicaba a perseguir sombras. Las que los gigantes azulones proyectaban sobre los 'bajitos' Galaxy y Jauregizar. Dos medio centros que cuando contactaban con el balón, no iban más allá del control, la conducción y el pase frustrado.

Solamente al final del primer acto el Athletic se acercó a la portería de Soria

Portero acomodado a pocos metros de mi ubicación. En un partido muy físico, de disputas, duelos y balones divididos, a Valverde no le salían las cuentas. O sí. Pero no estaba en situación de ponernos al corriente. El descanso no sirvió para nada. Porque la suerte había sido echada cuando "Isidro" lanzó al aire la moneda. Como poetizaba Mario Ángel Marrodan, "si sale cara, la vida; si sale cruz, la muerte".

Recordé aquel partido de Copa de Ferias en Anfield en el que el Athletic pasó de ronda porque Koldo Agirre acertó al pedir el color "rojo" para desnivelar el empate de la eliminatoria. 1968-69. 2 de octubre. Pegado a la radio de la casa de mis abuelos. Tras el Rosario desde la Basílica de Begoña, mientras los abuelos y la tía jugaban a la brisca, la chapa al aire hizo bueno el gol de Argoitia [1-2] con el que el Athletic se había adelantado.

Cuánto echaba en falta a Jose Mari. Porque vista la deriva del partido, cuando el Athletic sufría de lo lindo con su juego obtuso bajo la lluvia oblicua, se habría acercado al banquillo de Ernesto y le habría dicho: 'Saca a Paredes', 'Para qué', para amarrar este punto de la Federación que para Gainza y para mí tiene el valor del oro. Tentó a la suerte el míster de Vitoria-Gasteiz. Tanto que, lo que temía terminó sucediendo. El gol de Borja Mayoral. Que estaba cantado antes de ser marcado.

Dolorosa derrota. En sala de prensa, Ernesto Valverde decidió contarnos la verdad...

"La Champions no es nuestra competición, no es para nosotros, nos roba energía para la liga, la competición que nos corresponde". Semejante sinceridad no mitigó la indignación del hombre al que cedi mis derechos para que fuera a la final de la Cartuja...

"Jon Uriarte debió echar a Valverde del Athletic ayer, tras sus gravísimas declaraciones...Si la Champions no es su competición, que deje el Athletic... El Athletic está jugando Champions, Valverde; si no es tu competición, vete del Athletic".

Mi compañero siente el Athletic como algo personal. Su rabia. Mi recuerdo. Juego obtuso. Lluvia oblicua. Sentado. Miro sin ver. Como aquella noche en la que Fernando Pessoa agonizaba sentado a la intemperie en el banco de un parque de Lisboa.

• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista