Sólo faltó una cometa
Por favor, indica por qué quieres reportar este vídeo:
El enésimo alarde de Lionel Messi y la rendición y pleitesía del Benito Villamarín a su juego, sólo comparable a cuando lo hizo con el prestidigitador salvadoreño Jorge 'Mágico' González, hizo que anoche sólo faltara la cometa brasileña que adornó la fiesta del 'jogo bonito' en el Mundial de 1982.
Fue en una salida del balón inverosímil en el minuto 86 cuando el Villamarín se postró a los pies del genio de Rosario como sólo se hace ante el fútbol de otra galaxia, el de los Sócrates, Falcao, Éder o Zico, o el del inefable mago salvadoreño que hace más de tres décadas también puso en pie al campo del Betis con sus cosas.
Parecen ausentes pero están, simulan tener la mirada perdida pero es porque olisquean hasta que deciden y, cuando lo hacen, meten la directa, enfilan y se van, no sin antes enseñar ese repertorio de los elegidos, el de Jorge Alberto González Barillas, Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza o Lionel Andrés Messi Cuccittini.
Es cosa de cometas, la misma que acompañó en el Villamarín el fútbol de samba del Brasil de Tele Santana en el Mundial de 1982 hasta que la prosaica Italia, campeona mundial a la postre, acabó con la fiesta del fútbol a la que una tarde frente a Nueva Zelanda se sumó esa pandorga brasileira, que bien podía llamarse como cualquiera de los del sambódromo.
Esa década de los ochenta del siglo pasado también fue testigo del paso por Cádiz de otro genio indolente, 'Mágico' González, cuyo nombre también fue coreado por el Villamarín ante los excesos de un jugador que, como Leo Messi en la goleada de anoche (0-5), sacaba conejos de la chistera con un aplomo al alcance sólo de él.
El Villamarín es terreno abonado para jugadores de ese otro fútbol que han vestido la verdiblanca como Joaquín Sierra 'Quino', Julio Cardeñosa o Rogelio Sosa, entre otros muchos, pero los penúltimos grandes del fútbol, como Johan Cruyff, Diego Armando Maradona o Zinedide Zidane, no lograron su 'rendición' como lo hicieron la 'canarinha', el mago de El Salvador y, anoche, Messi.
Los más de 53.000 béticos que llenaron Heliópolis se rindieron finalmente a las cosas de un jugador diferente a todo y todos, que desarboló cuando quiso el entramado dispuesto por el entrenador bético y que, además de marcar dos goles, hizo encajes de bolillos cómo y cuando quiso: y claro, el estadio acabó coreando el nombre de Messi.
"Ya no sé qué vamos a decir de él", afirmó al término del encuentro el capitán bético, Joaquín Sánchez, de la exhibición del genio de Rosario y de cómo él solo se las había bastado y sobrado para romper con casi una hora de resistencia bética y, además, hacerlo de esa forma que sólo gastan los elegidos.
Cuando uno de éstos se despereza, es cuando se desata la fiesta del fútbol y cuando, como acuñó certeramente el técnico Joaquín Caparrós, jugar frente al equipo de Leo Messi sea como pasar por el dentista y que, tras el fielato, le toca pasar al siguiente.
No en balde, y sería casualidad o un guiño televisivo, el primer anuncio que salió tras el partido exhibición del de Rosario fue el de una clínica dental.