Matías Almeyda, un profeta en el desierto del Sevilla FC
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Cero ojana, nada de circunloquios verborreicos…directo y auténtico
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Un nuevo cambio de esquema de Matías Almeyda en el Metropolitano
¿Se puede ser feliz en el desierto? No mucho, a no ser que seas un berebere o un camello. ¿Se puede ser feliz siendo sevillista a día de hoy? Poco también, a menos que seas Antonio Cordón, el nuevo Mesías de la felicidad en el fútbol. No estaba el Sevilla FC, ni está, para esa quimera que no hace mucho era su placentera realidad: la plata, la gloria, el júbilo. Ahora es un desierto, deportivo y económico. La pregunta adecuada sería: ¿se puede vivir en el desierto? Se puede, sobre todo si encuentras a un profeta que te guíe y ése es Matías Almeyda.
Lo fácil hubiera sido decirlo hace dos semanas, cuando obró la gesta de darle un soberano meneo al FC Barcelona. Sin embargo, preferimos decirlo ahora, cuando acaba de encadenar dos derrotas ante equipos de la zona baja y la sombra del escarnio acecha su trabajo. Al contrario que quien lo fichó con gran acierto, el argentino tiene claro clarinete donde pisa. Es consciente de la cruda realidad de este Sevilla y no se anda con pamplinas. Lo han puesto en medio del desierto a liderar a su pueblo, y demuestra tener conocimientos y arrestos para tratar de salir de él.
Este profeta sevillista se equivoca a veces, pero no repite nunca el mismo error. Tiene acento del barrio de Belgrano, aunque no parece ni argentino. Cero ojana, nada de circunloquios verborreicos…directo y auténtico. Probablemente, esa virtud le ha llevado a calar en el alma de un vestuario enfermo, dañado, aterido por el frío de haberse asomado al abismo y abrumado por la responsabilidad de defender en el Sánchez-Pizjuán lo que implica llevar puesto ese escudo en el pecho.
Buscando el norte en un mar de arena
¿Quién no se equivocaría teniendo que buscar el norte en un mar de arena? Su apuesta tiene riesgo además, pero la defiende con el corazón y sin excusas. Recién finalizada la pasada campaña, el sevillismo no acababa de persignarse tras el sustito y ya se santiguaba por lo que pudiera venir. ¿Qué sevillista no hubiera firmado a ciegas estar en la jornada 10ª a cuatro puntos del descenso y a tres de Europa? No mucho más se le puede pedir con la tribu que le han dado.
Como en cualquier camino por el desierto, aparecen los espejismos y ése está siendo ahora su gran problema. Convencer a sus jugadores y a la afición de que el oasis de la goleada al FC Barcelona no es más que eso, un espejismo que no debe desviar del camino de arena y sed. Su Sevilla real, el que tendrá opciones de escapar del polvo, es el del día del Rayo, el que jugó ante el Alavés o el de Toledo quitando el inicio del partido. Competitividad extrema, veinticinco o más jugadores metidos en la película, lograr que hasta Januzaj crea en él, correr hasta que sudes sangre y no mirar nunca atrás.
La Sagrada Biblia retrata con detalle la figura de Juan el Bautista, uno de los grandes profetas de la historia. Primo de Jesús de Nazareth, se hinchó de bautizar gente en el río Jordán y de predicar en el desierto, aunque Herodes lo decapitó por un motivo algo espurio. La Biblia del Sevilla FC puede haber encontrado un nuevo profeta. Si no lo decapitan los resultados, Almeyda guiará a su plebe a donde haya agua.