Peter Mugai, el héroe del 'Mugithi dance'
El keniano Peter Warui no figurará en el libro de héroes de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro pero será de los más recordados del torneo de boxeo por su capacidad para trocar en alegría todo lo que tocó.
Gustavo Borges
En Brasil, un país con música, Warui fue un bailador en casa del trompo que el lunes pasado se ganó a la gente de las gradas al interpretar en el ring el "Mugithi dance", un baile de la tribu Kikuyo, ejecutado con sus entrenadores al vencer al chino Lu Bin.
"Mi felicidad primera es competir en los Juegos Olímpicos; el "Mugithi" ha sido la manera de expresar mi emoción en Río y no tiene que ver con las medallas porque solo por venir soy un ganador", dijo a Efe el peleador de la división mosca ligera.
Aunque tiene 35 años, Warui hechizó a la gente de boxeo en Río con una alegría de pájaro cantor, cuya mayor expresión fue el baile famoso en bodas y otras celebraciones de su país.
Este miércoles Peter hizo su boxeo de buenos desplazamientos y no desentonó como retador del campeón mundial Joahnnys Argilagos, de Cuba; perdió por votación unánime y aunque esta vez no ejecutó el 'Mugithi', poco después explicó que ha sido lo más bonito de su primera experiencia en Juegos Olímpicos.
"Por supuesto que tengo razones para seguir bailando, soy un boxeador de Juegos Olímpicos que solo perdió después de plantarle cara al campeón del mundo. Me quedé sin medallas, puede escribirlo, pero los Olímpicos son algo más hermoso", asegura.
En estos tiempos en los que el valor de la medalla olímpica es supremo y algunos campeones alimentan sus egos colocando la foto de su metal en redes sociales, Mugai va por la calle distraído y se asombra si alguien lo reconoce como el bailador del ring y le pide tomarse una foto.
"No sé de qué se asombran, yo aprendí temprano que los Juegos Olímpicos son sobre todo para hacer amigos de otros países, para compartir maneras de vidas y valores. No me considero un romántico, quería medalla, por supuesto, sin embargo hay cosas mejores", asegura en un inglés con visos de su swahili nativo.
Hoy, dos horas después de perder, se vio al africano caminar silencioso por una calle de la zona oeste de Barra de Tijuca. Pareció triste hasta cuando le hablaron del Mugithi y se iluminó como un joven con 20 años menos que su edad.
"Empecé a boxear hace 12 años y también juego al fútbol; no sé a qué se refieren cuando me preguntan sobre el futuro porque a mí solo me importa el día de hoy", dice como si conociera la clave de la felicidad, consistente, según su óptica, no en cambiar el mundo, sino en la forma de verlo.
En Río Peter Mugai apenas logró un lugar entre los ocho mejores del peso mínimo, o sea no califica para entrar en la Memoria de los de los Juegos. A cambio de eso será un héroe de primera fila en el libro de la felicidad que nadie escribirá jamás y tendría entre sus mejores fotos la del africano bailando "mugithi".
"Por favor, escriba que soy amigo de Stephen Muchoki y me inspiré en él", dice, como si todo el mundo tuviera que saber la historia de aquel remoto peleador keniano que en el verano de 1978 ganó en belgrado la faja mundial de los moscas ligeros contra el campeón olímpico cubano Jorge Hernández.