Joel González, el estratega

Joel González no olvida el primer día que se puso el dobok y cruzó el portón del gimnasio Tae-Sport Vilafant, regentado por su padre en esa pequeña localidad próxima a Figueras (Gerona). Tenía once años.

Llevaba meses reclamándole a su progenitor, mecánico de profesión y amante de las artes marciales, una oportunidad para adentrarse en la disciplina que a él le había seducido pero debió esperar a que terminara la temporada de su equipo de fútbol para descubrir el olor de la disciplina, la lealtad y el respeto.
Fascinado por aquel escenario siguió entrenando. Pronto consiguió que su padre, Pedro, reconociera en él a un futuro campeón: alto, espigado y de piernas muy largas, Joel había construido, además, una fortaleza mental fuera de lo común. El ajedrez fue el otro recurso que utilizó para potenciar sus dotes innatas como estratega.
Con esas mismas virtudes se presentó en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro dispuesto a prorrogar su exitoso itinerario tras haber sido campeón olímpico en Londres 2012 y dos veces campeón del mundo, en Copenhague 2009 y Gyeongju 2011.
El camino, rectilíneo y sin sobresaltos, que le condujo al éxito en la capital inglesa, sin embargo, se tornó absolutamente sinuoso en los cuatro últimos años. Gran parte del ciclo olímpico estuvo sumergido en largos calvarios de abatimiento como consecuencia de la rotura del ligamento cruzado posterior de la rodilla izquierda que le sobrevino en plena disputa del Mundial de Puebla en 2013.
Concretamente, en el duelo de cuartos de final ante el surcoreano Dae-Hoon Lee, su adversario en la final de los Juegos de Londres.
Dado ese pronóstico, los médicos le sugieren optar por una medida conservadora. Le permitió esquivar la cirugía en un primer momento, pero cinco meses después no pudo eludir el quirófano. "Fue demasiado tiempo y no podía esperar más. Yo soy un competidor que no puede estar tanto tiempo parado", asegura en el libro 'A por más' (LID Editorial), escrito por la redacción de Deportes de la Agencia EFE.
Trece meses se mantuvo inactivo, fuera del tapiz. Un tiempo demasiado largo para alguien inquieto. Se empezó a llenar de dudas.
"Piensas que ya lo has ganado todo y que no vale la pena seguir. Ya está. Ha estado genial. He tenido el reconocimiento por todo lo que he hecho, pero si el año que viene no gano, no tengo beca. Entonces te planteas si seguir, si no seguir". En ese momento, creyó erróneamente que su carrera deportiva había terminado.
Criminólogo además de deportista, Joel González encontró una tabla de salvación en la Liga de Fútbol Profesional. De una conversación con su presidente, Javier Tebas, surgió la posibilidad de vincularse a la lucha contra el amaño de partidos.
En ese nuevo entorno siguió alimentado su intelecto, pero se sucedieron los meses y con ellos el retorno a los entrenamientos.
En septiembre de 2014 reapareció en competición. Para las finales del Grand Prix de México, en 2015, su confianza en su rodilla era casi plena. En una acción fortuita, sin embargo, recayó.
Se lastimó el retináculo de la rodilla izquierda antes de llegar a combatir con el belga Jaouad Achab.
"Iba al calentamiento y me llamó mi madre, que estaba en el pabellón viéndome. Al girarme se me quedó la rodilla clavada y noté un crack. Di un par de pasos y le dije que me había hecho daño. La rodilla se me hinchó y se llenó de líquido. No pude salir a competir por el peligro de romperme por completo", rememora.
La baja esa vez se prolongó hasta febrero de 2016. Desde entonces, su carrera fue frenética para llegar a Río de Janeiro con opciones reales de pelear por el oro en una categoría superior.
En la ciudad carioca doblegó al croata Filip Grgic en octavos de final y avanzó a semifinales a costa del representante de Mongolia Temuujin Purevjav. Allí el jordano Ahmad Abughaush le negó la posibilidad de competir por el oro con el ruso Alexey Denisenko.
Disminuido, otra vez, por su maltrecha rodilla izquierda afrontó la pelea por el bronce ante el venezolano Edgar Contreras.
El doble campeón del mundo, sin embargo, impuso su ambición y veteranía para erigirse en el primer taekwondista español con dos medallas en los Juegos Olímpicos.