La pasión del fútbol según un forofo jarrillero
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'El Portu se postula para el liderato'. Con estas palabras se tituló un artículo que vio la luz en este periódico hace no muchas fechas. Luego de esta jornada tan extraña, donde la pasión del fútbol se funde y confunde con la de aquel loco visionario que grito: ¡Amor! y lo clavaron a un madero, el grupo 4 de la Tecera División, tras la jornada 34, ha adquirido tintes de igualdad entre los poderosos. No es hora para ellos, no lo concibo, de lavarse los pies los unos a los otros ni de amarse entre sí como a sí mismos.
El Alaves B cumplió. El Portu le ganó en Fadura a un Getxo que quiso en todo momento subirse a las barbas de los jarrilleros, pero que se quedó a la altura de la clavícula, ese hueso crucial que protege la garganta, esa nuez que se convierte en nudo cuando se advierte un peligro inminente. Nadie dijo que sería fácil. Un tanto de Platero, empujando a las mallas con la testa en boca de gol un servicio de Valin en jugada a balón detenido, y otro más, obra del portentoso Paul Abasolo desde el punto fatídico, desde los once metros, desde el círculo de cal, de penalti, vaya, hay que ver lo rico que es el argot del fútbol a nada que uno escarbe en su patrimonio, estos dos goles, en definitiva, parecían una renta suficiente para los que tuvieron que vestirse de blanco por coincidencia de vestimentas.
Nada más lejos de la realidad. Con Bonilla de referencia en lo más adelantado. Con Infante de extremo derecho y Abasolo caido a la banda izquierda, el Portu disponía de tres efectivos para repartirse de manera coherente el centro del campo. El físico portentoso de Beto. La experiencia de Alfonso Valin. El talento técnico y táctico de Alberto Perez. Tanta artillería como en vano.
El Getxo encontró una autovia a las cuatro de la madrugada en esa diagonal que iba desde su lateral derecho hasta lo más izquierdo de su ataque. Una y otra vez, los gualdinegros transitaban esa vía sin apenas encontrar oposición. Y fue así como llegó el tanto getxotarra. Un recorte en un uno contra uno, un centro al cogollo del área y un certero testarazo. Lo apretado del marcador convirtió Fadura en la boca del lobo en lo negro de la noche. Focos que iluminaban penosamente aquella pasión que se vivía. Pasión de fútbol. Pasión del que quiere matar.
Lícito era, así para el uno como para el otro, fustigar el cuerpo, coronar la frente del contrario con espinas espeluznantes...hasta que se dictaminara el visto para la sentencia de la crucifixión. Entre el gentío se hallaba 'Mijares', árbitro que azote fuera para este periodista que escribe en su etapa de futbolista del Club Portugalete. Su presencia, empero, no tuvo poder a favor de los locales, en contra de los habitantes de la villa jarrillera. O tal vez si si reparamos en el daño que sufrió el lateral derecho, Resines, que tuvo que abandonar el verde en parihuelas, tumbado, manos tapándose el rostro como paño que quiere calcar la cara de un mártir sufriente. Asedio. Hasta el final. Duro hueso de roer este equipo 'copión' de colores.
Les alabo su buen gusto, y el buen trato que le fue dado a la fiel hinchada que salvó la Ria, en bote, en Puente Colgante, en automóvil vía Rontegi, o combinando Puente y Metro como fue el caso de este escribidor que sintió que asistir al choque en vivo era una obligación. Miércoles Santo. Víspera del Jueves del Amor Universal. Dos dias antes de este Viernes en el que Cristo fue asesinado tras juicio sumarísimo y sin un abogado de oficio que lo defendiera.
El pasado mañana de Fadura ya llego. Viernes Santo. 16:30 de la tarde. A las tres el forense ha dado fe de que ese cuerpo que se acaba de descolgar de lo alto de un crucifijo no tiene vida. Ya lo dijo el poeta, y lo canto mi querido Paco Ibáñez: "Vendrán por ti / por mi / por todos...Aquí no se salva ni Dios: lo asesinaron!". Y muerto sigue. Señales de vida únicamente esas que provienen de la fe, o el primigenio testimonio de aquella María Magdalena que proclamó haberlo tenido frente a frente y más refulgente que la luz del sol, blancura como de luna, creer en la vida a manos ciegas. Semana Santa. Viernes.
Los futbolistas de categorías como esta del Portu en el que yo jugué gozan de un calendario que les regala unas vacaciones de locura; en mi época, sin embargo, no era así: la Semana Santa no se respetaba, se jugaba en sábado santo, y hasta en domingo de resureccion.
Recuerdo aquella salida con mi cuadrilla a Llanaves de la Reina, pueblecito leones en la encrucijada de Cantabria, León y Palencia. Picos de Europa y Montaña Palentina. Tan cerca los unos como la otra. Bellezas similares. La balanza se decanta hacia 'Picos', cuestión de nombre, sin más, Curavacas y Espiguete cardan la lana, y de qué manera, y con que maña, pero, ay, señoras y señores, a la hora de la verdad losPicos de Europa se llevan la fama, basta decir Garganta del Cares , basta, Urriellu o Naranjo de Bulnes y he ahí a todo el mundo corriendo a plantar su tienda de campaña en Cain, o en Poncebos, o a pie del gigante monolito que se vuelve naranja a nada que la meteorología y los juegos de las luces se pongan de acuerdo para que el milagro se obre. Recuerdo. Lo recuerdo com si fuera hoy.
Porque lo hermoso sucede en el mismo día en el que es relatado. Me fui de Portugalete dándole al Club mi promesa de que volvería para jugar el partido que en fecha dominical se había colocado. Costumbre extraña. Añeja. Como si se tratara de joder al futbolista. Y claro, una vez allí, inmerso en una naturaleza subyugante, llegada la hora de mi regreso prometido no cumplí la palabra dada. Estaba cantado. Ni yo mismo me lo creía.
Pero el entrenador se tragó la mentira, el engaño. Una multa de 5.000 pesetas. Muy poco castigo para aquel que desertó a sabiendas de que su concurso en el partido era de suma importancia: el reto, exigente, y la calidad de un futbolista que se había convertido en franquicia gracias a una calidad suprema en palabras de todos y cada uno de sus entrenadores. Esto pretendía ser el anuncio de una situación 'ARV', al rojo vivo en los puestos cruciales del grupo 4 de la Tercera División. Luego de tantos empates y apenas derrotas, luego de tanta desilusión en la grada de La Florida, luego, incluso, de carnes no renovados y el Estadio inundado por una desilusión alarmante, el Portu, tras la jornada 34, y aprovechando que el Carrión nace cuco en un pozo a los pies de la impresionante mole que es Peña Prieta, llega a Vdrieros y en Triollo es milagro constatable de que hay vida después de tan prematuro nacimiento, el Club Portugalete, les decía, permítanme que me sirva de la 'palabra nueva', es ese Cristo que en la cima del Calvario, aunque a un madero asido a base de clavos de espanto, se destaca, agrandada su figura por otros dos hombres que están padeciendo su mismo tormento.
Dimas, Gestas, se cuenta que el segundo era malo, malísimo, y que el primero, agonizando, tuvo arrestos para pelar la pava en buen rollo con el pobre hijo de un Dios que se escondía, y se sigue escondiendo, no son buenos tiempos ahora que el sector más crítico del 'equipo de Ala' se desata en carnicerías por toda la faz del planeta. Alabes B, Vitoria y Portugalete. 65 puntos en el casillero de cada uno.
Luego de tantas calamidades, en viernes santo se da en Portugalete la buena nueva de que el equipo de la villa depende de sí mismo para proclamarse campeón. De ser así, y gozando de la suerte que le acompañó al Leioa de Movilla al tocarle en el bombo el ya conocido chollo del campeón del grupo riojano, un cero a cuatro goles en el partido de ida y a domicilio, y la vuelta en el Municipal de La Florida, crearían, lo volverían a hacer en una década, la atmósfera mágica del Utebo, la del Cayó, la del...
El próximo partido nos regala un Portu-Alaves B de alto voltaje. Lo que nadie creía se ha hecho realidad. El rey de los empates, el monarca de las desilusiones, el que no prometía ni auguraba nada loable, como por arte de biribirloque se postula para campeón. Para ello, vencer en casa al Alaves B es perentorio. Al Alaves y a los otros rivales con los que los de Ibon Etxebarrieta se deben medir. No será fácil. Nadie lo dijo, quizás porque nadie imaginaba un cuadro al óleo tan sugerente como el de La Florida hasta la bandera a los pies del cantado Cerro Kanpanzar. Como el de una sidrería en la que la fiel hinchada, en jarrilla, bebe para refrescarse el garganchon y poder así cantar los goles del Portu con esa musica de fondo que emiten los cohetes que al espacio se elevan como en busca de un sueño. Si hace dos temporadas, con Ezequiel Loza liderando el primer y ambicioso proyecto de la nueva era de la directiva de Eduardo Rivacoba Zurimendi, Carlos Merino, dígase ahora, era el "único futbolista de la plantilla que tenía prohibido lesionarse porque era la piedra angular sobre la que se erigía la iglesia monumental que predicaba un Portu ascendente", en esta tesitura tan sugerente en la que se encuentra la villa en pleno, Joshua Zapata es la única pieza del engranaje de Etxebarrieta que debe ser salvada de la quema, de todo tipo de quema, así la religiosa de esta Semana Santa en la que un hombre muere tras tormento salvaje, como esa otra, tan importante para lo que el fútbol se trae entre manos, que se cuece en la camilla del fisioterapeuta.
Zapata causó baja en Fadura, "la musculatura del tren inferior", me confesó a pie de campo, "la tengo cargada". Hay tiempo para la relajación y si aquí no lo hubiera, que se me informe y me bajó al Manzansres y me dirijo a Koke, "Oye, colega, tú que compartiste vestuario con Zapata cuando erais chavales, dame el ungüento, el jarabe, la piscina, una postalita de la virgen en la que tú crees, porque Joshua no nos puede faltar en este tramo decisivo de la temporada. Así como un día fui yo pieza clave en proyectos de ascenso o salvación, ahora es Joshua Zapata el encargado de portar la antorcha que deberá encender el pebetero que anuncie el tercer ascenso del Club Portugalete a la tan golosa Segunda Divion B. Junto a él, una cuadrilla que, ya fue dicho, ha ido mutando de rostros, no así de alma ni de corazón. El próximo 22 de Abril, 18;30, la parroquia del Club Portugalete, tras el carburante previamente cargado donde 'Trigo' y en 'La Cabaña', cervecera que al barrio en herencia se nos dio por parte del bueno de Guiller Agirre, deberá mostrar a la Bizkaia que Lertxundi canto que la pasión se desata allá en lo verde, desde donde se adivina y huele el rojo hierro de las minas a cielo abierto.
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi'. Futbolista, periodista, montañero, pero sobre todo escritor: cuentos, relatos, cronicas, artículos radiofónicos, literatura de viajes.