Ascender el Espiguete, palabras mayores
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Finales de 2001. Una pareja asciende hacia Pagomakurre dentro del coche de otra pareja. Se dirigen, así la una como la otra, a la cumbre del Gorbeia donde se celebra el centenario de una cruz. Nieve como para regalar. Pero no habrán de ser ni la nieve ni la cruz el recuerdo que se les quede grabado a esa mujer, a ese hombre que hicieron 'dedo' para evitarse una dura pendiente toda ella de cemento y hormigón.
Dos palabras brotarán en el interior de ese vehículo. Venían a cuento. Pero olvide el guión de aquel relato tan corto que solo dos palabras sirvieron para hacerse con el primer premio de relato breve basado en lo rural, en la montaña, en los pueblos con encanto que nacen y crecen en la base de las montañas con prestigio... ESPIGUETE era el pico, el monte, la montaña, el gigante, el coloso, la elevación que surge como por encanto en una carretera de pendiente moderada que va desde un pueblo al otro. Pueblos de sugestivos nombres arraigados en la llamada Montaña Palentina, en la condecorada como parque natural de Fuentes Carrionas y Fuente del Cobre. Pero no queramos abarcar tanto, tanta tierra, ya se sabe, tal se dijo, El que mucho abarca... ESPIGUETE. Volvamos al sugestivo nombre del pico que vino a cuenta de no sé que. Cardaño de Arriba:¡este es el nombre del pueblo que se asocia a la montaña! Recapitulemos, pues: ESPIGUETE-Cardaño de Arriba. Con tanto como esto me dio para, llegada la noche a la casa de los sueños, imbuirme en las hojas del mapa Micheln, dedo índice de la mano derecha que recorre el papel. Dedo que ve, la vista se trasladó allá donde la huella digital. Palencia. Norte de. Montaña Palentina.
Parque Natural. Norte, Sur, Este y Oeste. Este. Este es el punto de apoyo para levantar la tierra, la tierra que soberbia se alza para desde las alturas contemplar el nacimiento del Carrión y el Pisuerga. ESPIGUETE se dijo; Cardaño de Arriba, también. Se trataba de atar cabos. De hacer un ovillo y desatarlo para que todo parezca hecho como adrede y no como consecuencia de un caos aunque ordenado. Pocos meses pasaron. Semana Santa de 2002. Dos años más y en el 2004 nos situamos. Llego el 2011. Hace menos de una semana que nos hallábamos en el corazón de ese espacio mágico del que se disfrutó con una meteorología de escándalo. Todo lo que venía a cuento se hizo. El plato fuerte, para el final. Me dicen que coroné el ESPIGUETE en 2004. Que lo hice con un guía profesional que ella me busco como si pretendiera quitarme del medio. Será por eso que mi memoria se muestra esquiva y apenas las primeras rampas del coloso retuvo. Así las cosas, negociar en solitario el ESPIGUETE, y hacerlo sin la ayuda de bombonas oxigenadas, es un reto que no desmerece al Perdido, al Aneto, al Balaitous. Digo más: el Espiguete es un K2 arrancado del Himalaya y colocado de manera piramidal al lado de esa carretera que va desde Cardaño de Abajo a Cardaño de Arriba.
Pino Llano es él área donde los vehículos aparcan y los montañeros deben tirar hacia la izquierda para empezar a subir las duras rampas de este pico tan cautivador como traicionero. Piedra. Vegetación. Un sendero de cine. Si todo fuera así, miel sobre hojuelas. Pero los montes tienen esa manera tan suya de tirar la piedra del encanto y la facilidad y esconder la mano de lo terrible que viene una y otra vez, tras cada hito. Ahora es la piedra lisa y extensa. Ahora es la roca bordeada y puntiaguda. Ahora es el esfuerzo y la fatiga. Ahora es comprobar que el ESPIGUETE era más, mucho más fiero de lo que me pintaban en esos libros y mapas cuando aludían a la arista Este. Víctor, taxista de montaña, me despejo de nieve la ruta. Víctor me marcó los tiempos de la ida y de la vuelta. Víctor me quería libre de todo miedo. Y fue así que me fui cual cabra, tendencia al monte y sin miedo. Audaz. Atrevido. Descarado. Temerario acaso. El ESPIGUETE en soledad es tentar a la suerte. A la suerte he dicho. Suerte. Quiten la S. Coloquen la M. MUERTE. El ESPIGUETE, según habría de contarme Jonathan, el chico de Guardo que regenta el chiringuito del área recreativa de Puente Agudin, es un K2 merced al número de vidas que se cobra. Cuando en lo más bravo de la ascensión me topé con Jose, un leonés de Valdeteja, fue como si con un ángel protector me hubiera encontrado. Gracias a él, pude negociar un paso de nieve dura y a la derecha el abismo. Merced a su pericia, fue lo mío dejarme llevar a su rueda como un ciclista pero en lo más duro del Angliru. Rocas estrechas. Puntiagudas. Pasos más cortos pero con una semejanza al puente de Mahoma que precede a la cima del Aneto. Cuando, por fin, se vio la cruz al final de aquel infierno, uno llegó a creer que Jesús, lejos de superar la tentación del Diablo en aquella desértica cima, en ella había caído porque la ambición y la avaricia son dulces que ni al hijo de un dios amargan. Una cruz en la cumbre del infierno.
Dios, su hijo, luego de "aquel Tour por el monte Calvario" que canta Sabina", se había aliado con Belcebú a fin de librarse de esa terrible muerte a base de ser claveteado en un madero con forma de cruz. En ese tramo que me faltaba desde mi ubicación hasta la metálica y negra cruz, tuve visiones de ese mundo que el Bosco pinto, que Dhante ideó, que la iglesia del medievo, que la mismísima Inquisición. José, el leonés de Valdeteja, a su rebufo. Cuatro fotografías en la cumbre gracias a su máquina. Mi teléfono, en la casa de Triollo. Sentado en la base del monolito. Detrás, Riaño y su pantano, esas aguas que tantos pueblitos ahogaron. Detras, enumerar montes hasta descansar en el pico Yordas. Detrás, en fin, el macizo de Mampodre. Pero a mis espaldas, agachado y hacia el norte, roca, piedras soberbias, el Curavacas como telón de fondo, el Curavacas que ya me cobré. El descenso, por la pedrera. El descenso, piedra suelta y mucha sed. El regreso, senda, su coche, el relevo de Victor. En Puente Agudin, algo así como un oasis. Ambiente de montaña. Cerveza sin alcohol con kas de limón. En un vaso muy grande para aplacar la sed. El ESPIGUETE y como si nada. Regresando del infierno. Donde a base de muertos fue erigida una cruz. Espiguete: ¿Espigado?... Sábelo Dios. Sábelo todo. Sábelo el cuerpo delgado de Jesús Calleja, ese leonés que en helicóptero se llega al ESPIGUETE. Es el pico en el que entrena. Lo sube y lo baja. Pero a la hora del discurso, León, todo es León, y Palencia, como si nada. Y eso duele. De la Montaña Palentina se habló. Del ESPIGUETE por la cresta este coronado. No tocaba morir. No era mi turno. Tentare a la suerte. Quizás. Algún día. Ahora que todo lo se. Ahora que el peligro radica en cada metro. En la nieve si dura es. Salga el sol. Hundese la bota y el bastón. Resurja el hombre nuevo. Renovado. Nada es igual luego del gigante haber hollado.
Un artículo para ElDesmarque Bizkaia de Luis Mari Pérez 'Kuitxi', futbolista, periodista, montañero, pero sobre todo escritor: cuentos, relatos, crónicas, artículos radiofónicos, literatura de viajes.