Un adiós que rompe la baraja

Se abre un nuevo versículo en el bucle apocalíptico que se ha abrazado sin compasión al malaguismo en los últimos tiempos. Shatat, una de las últimas gotas articuladas de realidad no virtual que le quedan al jeque por estos lares, se evapora entre las sombras de la incertidumbre y dejando un mar de preguntas con opaca respuesta ante el personal. Se desordena con su marcha una ‘estabilidad tácita’ en el ánimo de los que buscaban un verano amable, pero a la vez se agitan las conciencias de una masa social que quiere y que se merece ser un poquito más grande.
Shatat, ejecutivo cultivado, de mentalidad ‘europea’, colaboracionista y leal, se ha cansado de que se vayan reduciendo a nada las opciones que el Málaga ha tenido para dar el salto deseado por todos los que conocen los vericuetos financieros del club. Antes de los chinos, que parecen ir en serio, llegaron otros a los que apenas se les dio la oportunidad de presentar sus ideas. No es cuestión de mercadear con el club, pero, si no se va a invertir más (ni a colaborar) y la coyuntura es buena para coger impulso con manos fiables y amigas, tal vez sería una buena opción planteárselo cuanto menos. Eso sí, siempre que los nuevos por venir aporten credibilidad, garantías e ilusión. Que la institución no se convierta en el muñeco del pim pam pum. Este escudo y lo que hay detrás, que es mucho, no se lo merecería.
De modo que la marcha de Shatat rompe la baraja en plena planificación deportiva y recién iniciada la campaña de abonos. ¿Cuáles serán las consecuencias? ¿Cambiará la inacción del jeque? ¿Se producirá un aperturismo a inversiones externas? ¿Qué variará con la presencia de Nasser Al-Thani? ¿En qué posición quedan ahora el resto de ejecutivos del club? Preguntas que se responderán con el movimiento de las próximas fechas. Mientras tanto, no vendría mal una dosis de realidad que ayude a digerir esta noticia de calado a los sustentadores del negocio llamado fútbol: los aficionados.