La música en el fútbol y la vida según Sevilla
Parece que ya sí, que vuelve la música al fútbol, aunque sea bajita para no molestar. Regresa el público a las gradas y lo hace, cómo no, con polémicas y debates. Las cosas en nuestro fútbol se hacen a la española o no se hacen, y nunca nos acostumbraremos a ello. En un juego en el que la presencia de aficionados puede alterar el desarrollo de un partido se decide que entre público justo cuando va a acabar la temporada. Y no en todos los estadios, sino sólo en unos cuantos. Los hinchas del fútbol, siempre tan maltratados, van a ser liberados los últimos. Tarde y mal.
¿Adultera esta medida la competición? Sin duda. No tanto como muchos creen, pero sí que condiciona partidos muy decisivos. Por eso lo lógico, contrario al concepto de 'a la española', era haber esperado ya al comienzo de la temporada 2021-22. Pero tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza. La competición se adultera todos los años y todos silbamos mirando hacia otro lado. Compiten clubes contra sociedades anónimas deportivas, con regímenes fiscales diferentes. Juegan entidades con privilegios en la fiscalidad de sus jugadores contra otros que no los tienen (¡viva España!). Y todos los veranos se manipula con descaro el calendario para que unos equipos concretos no jueguen entre sí cuando el calendario les puede resultar incómodo.
Como a este país no lo va a cambiar nadie, centrémonos en el papel de la afición. ¿Hasta qué punto influye una hinchada en el desarrollo y resultado de un encuentro de fútbol? Lo hace mucho menos de lo que creemos pero de forma notable en momentos muy puntuales que pueden aparecer en un partido. Circunscribiendo el asunto al Sevilla FC, nos encontramos con uno de los estadios que más hace notar el peso del público. Tanto para el equipo local como para el visitante. El sevillismo se ha perdido una temporada y media fantástica, histórica. Pero soy de los que piensan que tampoco le han venido mal del todo las gradas vacías en determinados momentos.
Por concretar. Una hinchada ruidosa como la del Sánchez-Pizjuán habría hecho temblar al Dortmund en esa segunda parte de la ida en la Champions que se puso 2-3 y quién sabe si la historia hubiera sido diferente. El hoy sevillista Joan Jordán rememora a veces cómo con el Eibar, con 0-2 en el 88', se les cayó el campo del Sevilla encima hasta acabar 2-2... y gracias. Y qué decir de los colegiados, que habrían tenido, entre otras cosas, que cambiar un penalti del Real Madrid por otro del Sevilla FC en los instantes finales de un partido decisivo por la Liga, con 80.000 miradas 'asesinas' en el cogote. Pero este Sevilla que ha completado un año tortuoso en lo físico ha tenido que 'sacrificar' la vistosidad de su juego en no pocos partidos de local. Y ya sabemos cómo pesa también el murmullo del Sánchez-Pizjuán. Más que una pitada, incluso. Imaginen por ejemplo el tramo final del Sevilla-Betis.
Ahora me dan miedo dos cosas. Esos mayores que, por las circunstancias que sean, se han acostumbrado a no ir al estadio. Y esos pequeños que, entre la prohibición y los horarios del fútbol-negocio, no pueden echar de menos una tarde de fútbol sentado una grada. ¿Volverán los más veteranos? Nunca me cansaré de alabar el comportamiento del Sevilla FC con sus mayores. Y durante esta pandemia no ha habido excepción. ¿Empujará alguien hacia el estadio a los niños? A estos pobres se les bombardea desde todos los frentes mediáticos con estupideces de los jugadores de Real Madrid y FC Barcelona. Un proceso de colonización de las mentes que, si bien en Sevilla encuentra una resistencia colosal, siempre puede encontrar un resquicio en la muralla que tienden los padres. Por eso es básico que alguien los lleve de la mano al estadio y les explique la vida según Sevilla.