Soberanía sevillista

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La afición del Sevilla volvió a dar una lección ante toda España
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El cambio en el club no puede esperar más
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La histórica imagen del Sánchez-Pizjuán semivacío durante un Sevilla-Real Madrid
No hay mayor alegato que un extremo silencio y no hay mayor defensa que un trabajo bien hecho. La afición del Sevilla, por enésima vez en el curso, por enésima vez en su historia, demostró sí estar a la altura de lo que representa su escudo con una protesta histórica, una convocatoria casi inigualable en el fútbol español y un claro mensaje de cara al futuro en Nervión: el momento ha llegado, mañana empezará a ser tarde.
Porque en los últimos años una de las frases que más se ha repetido en el Sánchez-Pizjuán en boca de jugadores, directivos y entrenadores es que la afición "es soberana", es libre para opinar y tiene la capacidad -y debe tener el respeto- para creer lo que es mejor para su equipo.
Esas palabras, que no deben borrarse, olvidarse o esconderse, piden ahora su sitio. El público del Sánchez-Pizjuán, que ha empujado, animado, presionado e incluso, por momentos, levantado a una plantilla, dejó clara -por si no lo estaba- su postura ante todos aquellos que toman decisiones en la entidad. Porque aquí todos saben que han fallado.

El Sevilla es escudo, bandera... y afición (y nada más)
Porque aquí nadie puede escaparse: ni los que ponen la cara cada día, ni los que se quedan en la sombra, ni los que toman decisiones deportivas, ni siquiera, todo sea dicho, los que desde la oposición han iniciado una guerra que, es importante señalar, ha llegado demasiado lejos.
Es hora de cambiar, es hora de escuchar al público, es hora de dejar de presumir del amor por el escudo, por la bandera y saber presumir de afición. A nadie se le niega la intención de hacer las cosas bien, pero como en cualquier cargo con importancia, como cuando Isaac Romero pierde un control y se autoexpulsa, como cuando García Pascual demuestra que a pesar de su ímpetu y sus ganas la élite aún le exige algo más de tiempo o cuando Orjan Nyland confirma que está lejos del nivel que un día -hace no demasiado- tuvo Bono, si fallas, debes dejar tu sitio.

El crédito ha acabado. La buena intención no ha encontrado solución y la entidad pide un cambio urgente antes de parecerse -aún más- al Dépor que perdió el rumbo, al Real Zaragoza que sobrevive a duras penas en Segunda División o, lo que es peor, a aquellos equipos que un día tocaron la gloria y ahora viven escondidos en otros nuevos escudos.

La soberanía sevillista de la que tantos y tantas veces se presumió, lo pide a gritos, voces, cánticos y hasta en silencio. Mañana, por desgracia para el Sevilla, empezará a ser tarde.