El hombre correcto en un momento inadecuado

Matías Almeyda parece predestinado a ser parte los momentos más difíciles del Sevilla FC. El hombre que hace tres décadas viniera con toda la ilusión del mundo a comerse Europa como futbolista lo acabó logrando, pero muy lejos de Nervión, donde vivió en carne propia una sonrojante temporada con descenso histórico incluido. Con la misma sonrisa, optimismo y ganas de ser feliz que cuando era un chaval -¿por qué no? ¿qué han conseguido en la vida los cenizos?- ha regresado para meterse de cabeza en una trituradora no solo de entrenadores, que lo es, sino de prácticamente todo lo bueno que pasa por aquí en los últimos años. Y lo hace sin miedo.

Mientras el Sevilla suma cuatro puntos en cuatro jornadas, pocos o muchos según se mire, gran parte del sevillismo se siente encantado de haberse reencontrado con Almeyda. Repetimos, símbolo por lo monstruoso de su fichaje de una época para olvidar. Es de justicia reconocer que le ha echado bemoles para regresar al lugar al que, probablemente, habrá pensado muchas veces que nunca debió venir. Y encima en esta circunstancia que tanto recuerda a aquella, en la que sólo él parece llamado a dar normalidad. La experiencia de haberlo vivido es un aval.

Es de justicia reconocer que le ha echado bemoles para regresar al lugar al que, probablemente, habrá pensado muchas veces que nunca debió venir

De momento, hay casi unanimidad en el Sevilla y su entorno de que la decisión de traer a Almeyda ha sido, como poco, apropiada. A la gente le gusta su forma de comunicar pese a que su acento pueda recordar a otros antecesores que charlaban más que trabajaban. Su sonrisa perenne y forma de ver la vida conquista a los que huyen del belicismo constante que rodea a la entidad. Y también, cómo no, lo que se ha podido ver aún en la parte futbolística, insuflando garra y tratando de hacer lo propio con la confianza a un equipo con tan mal bajío que lleva años entrando en barrena al primer soplido, como la casa de paja de los tres cerditos. Lo ha mostrado. A cuentagotas, pero lo ha mostrado, y ese es el inicio de la bonita certeza que se desea esté por llegar.

Una opinión de septiembre

Si bien, es cierto que la opinión de un entrenador a mediados de septiembre no sirve para absolutamente nada. Cerca hay ejemplos de todos los tipos. García Pimienta fue renovado a finales de mes por los mismos que a estas alturas ya habían sentenciado a Mendilibar a una destitución tan errónea como estúpida. Los mismos que, ojo, siguen al mando. Huelga recordar los septiembres de Juande Ramos o Unai Emery, los mejores entrenadores de la historia del club, y de paso el inicio de Julen Lopetegui, en el que solo Monchi confiaba.

¿Qué nos dice la experiencia? Que después de septiembre viene octubre, y la sucesión de los meses irá diciendo si Almeyda debe lamentar, tres décadas después, haberse metido en la boca del lobo de a un club tan inflamable como este Sevilla. O bien si será, como el sevillismo cabal desea, esa piedra desde la que levantar, de nuevo, el edificio que entre unos y otros han ido derribando, pero que todavía puede escapar de la ruina definitiva. De momento, parece el hombre correcto, pero no está tan claro que haya llegado en el momento adecuado. Para él y para el Sevilla.