Un toque filosófico: El 'Glocal' Athletic Club (since 1898)

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No es que el Athletic se haya abierto ahora al mundo
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Es al revés: el mundo se ha abierto al Athletic Club
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Pasado este primer trimestre de 2025, llama poderosamente la atención el revuelo que ha causado en torno a la Filosofía la última incorporación a las filas del Athletic Club en el llamado mercado de invierno: Maroan Sannadi (Vitoria-Gasteiz, 2002). Cuando digo que provoca extrañeza, no me refiero solamente a la reacción de las personas ajenas al universo rojiblanco -eso, en fin, uno lo puede entender por ignorancia o, peor aún, por envidia- sino a algunas del entorno del club vasco: una afición... mal entendida, digamos.
Lo cierto es que la sorpresa no es en realidad por el fichaje en sí del delantero babazorro (comentarios a sus cualidades técnicas), sino más bien por ser uno más de una cadena de jugadores que ha recalado últimamente en nuestro equipo con una peculiaridad distintiva: su pigmentación en la piel. Sí, así es. Triste pero cierto.

Nos podríamos retrotraer a Miguel Jones (aunque sólo fuera un partido) para comprobar que el ariete alavés no ha sido el primero. O a Jonás Ramalho. Pero no. Como el club en la época de este último (primera década de este siglo) no iba tan bien como ahora, aquello de tener un jugador con una coloración pigmentaria diferente a la habitual pasó desapercibido, tal vez porque tampoco duró mucho en el primer equipo.
Hoy día, en cambio, los Iñaki y Nico Williams, Malcom Adu Ares, Adama Boiro o Álvaro Djaló, están llamados a hacer algo grande (de hecho, ya lo hicieron varios de ellos en la Copa del Rey el curso pasado) y eso, al parecer, no pasa desapercibido para ciertas personas que ven un exceso de melanina en las actuales alineaciones zurigorris.

Sin embargo, es cuando menos curiosa esa observación. Porque si echamos la vista atrás y nos hundimos en las raíces del Club, el Athletic siempre se ha nutrido de futbolistas de diferentes identidades.
Desde los bilbo-británicos de inicios del siglo XX (Graham, Burns, Cameron, Veitch…) hasta jugadores no nacidos en ninguno de los territorios históricos vascos posteriormente (riojanos como Luis De la Fuente, José Mari García, David López, Santi Ezquerro y Fernando Llorente, si bien éste nació en Iruña-Pamplona).
O extremeños como el propio entrenador actual, Ernesto Valverde Tejedor; cántabros como Mario Bermejo, castellanos como Carlos Petreñas, Patxi Ferreira; catalanes como Enric Saborit...

O incluso fuera de la península (José Ramón Martínez, en Filipinas; Vicente Biurrun, Brasil; Fernando Amorebieta, Venezuela; Javier Ituriaga, México; Christian Ganea, Rumanía; Aymeric Laporte, en la Francia no vascófona…).
Pasando, cómo no, por vizcaínos míticos hijos de la emigración autóctona (basta ver la retahíla de apellidos de origen foráneo en la historia de San Mamés: Ramón de la Fuente Leal, José Luis López Panizo, Venancio Pérez García, Gregorio Blasco Sánchez, Javier Clemente Lázaro, Carlos Ruiz Herrero, Daniel Ruiz-Bazán Justa, los hermanos Julio y Patxi Salinas Fernández y un largo etcétera).

Habría que recordar por tanto a esas personas tan reacias a la diferencia, que el sentido de pertenencia y la forja de una identidad se basa en el período de formación y crecimiento de los jugadores en los valores de nuestro club y no sólo el hecho puntual de haber nacido en cualquiera de las siete provincias de historia o cultura euskaldun.
Así es el Athletic,... no lo que a ti te gustaría que fuera.
Así que no, nuestro equipo NO ha cambiado. Lo que se ha transformado, en todo caso, es la sociedad vasca.
No es que el Athletic se haya abierto al mundo, es más bien al revés: el mundo se ha abierto al Athletic. Euskadi en el siglo XXI es mucho más plural que en la centuria pasada. Salimos menos, recibimos más. Cualquiera que siga mínimamente el deporte escolar desde hace unos años, se puede percatar de eso sin duda alguna.
El nuevo “9” es pues el último eslabón -de momento- de una gran cadena, mal que le pese a ignorantes, xenófobos -o directamente: racistas- que continúa año a año. “Aritz zarraren enborrak loratu dau orbel barria”, cantamos en el himno. El tronco del viejo roble ha hecho florecer hoja nueva.

Ese fruto puede ser multiforme y heterogéneo. Cada cual, único y diferente. Pero todos provenientes de un tronco común, una filosofía 'Unique in the World' cuya esencia es una semilla local que crece global desde su misma raíz. Ahora y siempre. Siempre y ahora.
O por lo menos, desde 1898.
Gora gure glocal Athletic!
• Por Miguel Suaña, filólogo y escritor