Sevilla F.C. - R. Betis
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Goles: 0-1, m. 69: S. García. 0-2, m. 83: Oliveira. 1-2, m. 90: Kanouté
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Sergio García adelantó a los béticos en la segunda parte El Sevilla jugó con diez desde el minuto 68 Oliveira sentenció y Kanouté acortó distancias sin tiempo
Por eso los derbis son los derbis, por eso despiertan tantas pasiones y por eso son el paradigma de la imprevisibilidad. El Betis, imbuido en su piel de cordero, llegó al Sánchez Pizjuán muy por debajo en la tabla y por debajo en aspiraciones, y asaltó Nervión después de casi 13 años, infringiéndole y hurgando en una herida del eterno rival que se prolonga por tres partidos consecutivos en la Liga. El triunfo bético fue el triunfo de la paciencia, el de la inteligencia, el de la lectura del encuentro, esta vez sí muy acertada de Chaparro. Esperó el Betis con seriedad y orden a su rival, y esperó a que se desfondara físicamente para darle el zarpazo definitivo.
Empezó el encuentro con un Sevilla impetuoso, pero obstinado, sin claridad, y un Betis ordenado, en su sitio. Un equipo que no podía y otro que ni podía ni casi quería. El Sevilla merodeó más el área de Ricardo, pero sólo eso, merodeaba, el Betis por su parte jugaba alejado de Palop y casi ni se acercaba. El saldo, apenas un gol anulado a Romaric por fuera de juego y tímidos acercamientos verdiblancos. Continuó el encuentro igualado en ese quiero y no puedo contra el orden bético en defensa hasta más allá de la media hora, entonces llegó el minuto decisivo. Del 68 al 69 el Sevilla vio cómo se quedaba con uno menos por la expulsión de Duscher (uno de los mejores nervionenses hasta el momento de su absurda acción) y en la jugada siguiente Sergio García adelantaba a su equipo con un toque inteligente, como el partido, que batía a Palop tras un pase largo de Melli. A raíz del 0-1 el partido ya sólo fue verdiblanco. Supo jugar contra diez el Betis y ya no sufrió. Así, buscando espacios, llegó la sentencia de Oliveira, que dejó en anécdota el postrero gol de Kanouté. Un betis ordenado y paciente batió a un Sevilla obstinado y cansado, sin claridad. Acabó la maldición del Betis en Nervión.
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