La Reina Mercedes
Por Juan SalasEs hoy, víspera de la noche de Reyes,
cuando todos, pequeños y mayores, encomendamos nuestros mejores deseos a la
bendita ilusión de creer que los tres Magos de Oriente van a dejarnos al
despertar mañana todo aquello cuanto hayamos pedido en estos días tan propicios.
Ciertamente muchos béticos verán cumplidos sus deseos de estrenar la camiseta de
club de sus amores, una corbata, una camisa o un jersey con el escudo de las
trece barras, algún libro alusivo a la centenaria historia del club o cualquier
otro de los muchos soportes que sirven para el que el sufrido aficionado verde y
blanco venza la desazón en la que se haya instalado desde no se sabe cuando y la
torne en el orgullo que le supone lucir su emblema por encima de todas las
circunstancias, pase lo que pase, manquepierda que es lo mismo pero en el idioma
que se habla por Heliópolis…
Pero algún que otro cabal sabe de sobra
que lo que necesita el beticismo no es cosa transportable a lomos de camello
desde lejanas tierras. Más bien el ansiado regalo debe llegar desde bastante más
cerca. Y no se trata de encomendarse ni al anciano Melchor, ni al barbudo Gaspar
ni tampoco a ese ancestro, mitad de Emaná, mitad de Finidi, que atiende por
Baltasar desde hace casi dos siglos. El anhelado presente capaz de hacernos
sentir como aquella mañana de nuestra más o menos lejana infancia en la que tras
las puertas del salón de casa nos esperaba un balón de reglamento, o una
camiseta verde y blanca con el número del ídolo particular –lo del nombre es
cosa demasiado moderna-, o las botas de tacos que uno deseaba estrenar en plena
calle a las primeras de cambio, ha de venir, cosas de la contemporánea igualdad
de genero, de manos de una maga, una reina maga que atiende por Mercedes y que
no viste lujosas y doradas túnicas, ni tiene bajo su mando una cohorte de
simpáticos beduinos dispuestos a que nadie se quede sin paquete que abrir. Con
una sobria toga negra y apenas unos pocos ayudantes que le llevan el papeleo
diario, la Reina Mercedes está en el punto de mira de tantos que esperan,
día tras día, la llegada del mejor regalo para este Betis que no merece vivir
más bajo el yugo de una época, formas y fondos, para nada propios y demasiado
distantes a los que ha sido santo y seña a lo largo de la mayor parte de sus
ciento un años de vida. La justicia es lenta pero inexorable, y espero que ese
6 de Enero tan peculiar llegue pronto a la vida de los béticos, esos que
merecen más que nadie saber la verdad y nada más que la verdad: quién sirve a
quién, si uno(s) al Betis o el Betis a uno(s), hagan apuestas…
Hasta entonces, mientras bajo cualquier
fecha ignota del almanaque se esconde ese día de Reyes en el que todo tiene que
cambiar y para bien, habrá que conformarse con pedirle al trío oriental un par
de futbolistas con los que salir de este atolladero por cuarta temporada
consecutiva. No es poco, pero comparado con lo que le pedimos a su colega
Mercedes, tiene pinta de ser pan comido…