Perder los papeles: Lo que supone el gol de Piccini
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Sí, yo también perdí los papeles con el gol de Piccini. Quién no lo hizo estando en Mestalla está más cerca de ser una piedra que una persona que sufre, siente y padece. Llevo muy a gala que soy periodista y que, por encima de mis preferencias personales, antes debo ser ecuánime, objetivo y comedido. De manera especial si, como a mí me sucede, estoy en la tribuna de prensa de Mestalla.
Rodeado de compañeros de Valencia, pero también de Huesca, di un respingo en mi asiento y levanté los brazos cuando Piccini logró el 2-1. Aplaudí antes de seguir centrándome en ElDesmarque para acabar la crónica y lanzarla. Lo reconozco, perdí los papeles, mi normal compostura y me alegré un huevo de que el Valencia marcara. Así que, pido perdón a quién pudiera ofender o si, por un momento, la ecuanimidad o la objetividad con la que suelo moverme se fue al traste.
No lo voy a justificar, pero perdí los papeles y me emocioné por empatía, por justicia, porque los chavales se merecían ganar y porque lo consiguieron in extremis cuando las fuerzas empiezan a flaquear física, pero sobre todo moralmente. El caso es que entiendo perfectamente los gritos de Gayà, el cabreo de Garay -sensacional disculpándose después- porque ellos no fueron los únicos que perdieron los papeles en Mestalla.
Marcelino y los pitos
No me sorprende que Mestalla, más concretamente un sector de la afición pite a Marcelino. A él tampoco. Pero repito por activa y por pasiva que no creo que la solución de este equipo pase por fundirse al entrenador a mitad de temporada. Es más, sin ser brillante lo que hace y pese a su decisión firme de no cambiar nada contra viento y marea, sí hemos de reconocerle un mérito al técnico asturiano: mantiene al equipo unido, peleando y combatiendo cuando lo normal es que una plantilla plagada de futbolistas jóvenes como la del Valencia hubiera caído ya en el desánimo y hubiera bajado los brazos ante tantos reveses deportivos.
Es por eso que estoy convencido que el gol de Piccini va a suponer el punto de inflexión que necesitaba el Valencia esta temporada. Marcar así, cuando nadie lo esperaba, tener esa pizca de fortuna que hacía falta para cambiar la situación seguro que tiene un significado especial. Estamos en Navidad y el Valencia tuvo, al fin, su primer regalo. Esa diosa fortuna que le dio la espalda en Éibar o tantas tardes en Mestalla ha vuelto a aparecer. Quizá la trajera la bandera del Centenario, que ayer ondeó por primera vez en Mestalla. Ojalá no se vaya. El camino de regreso a Europa es largo, pero por algo se empieza. Feliz semana y felices fiestas a todos.
David Torres
Delegado de ElDesmarque en Valencia