Onimusha 2: Samurai’s Destiny, el regreso de un clásico con extra de dificultad

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Más de dos décadas después de su debut original en PlayStation 2, Onimusha 2: Samurai’s Destiny regresa a nuestras pantallas con una remasterización que apunta a rescatar el legado de este clásico. Tras el remaster de Onimusha: Warlords en 2019, Capcom continúa avivando la llama de esta saga de cara al próximo Onimusha: Way of the Sword, y lo hace de manera firme con un tratamiento visual y jugable que, sin renunciar al alma del juego original, introduce algunas mejoras clave.
Hemos podido jugar aproximadamente las primeras cuatro horas del juego, abarcando desde la impactante secuencia inicial hasta la obtención del segundo Orbe Oni. Aunque no es ni la mitad del juego completo, esta porción ya ofrece suficientes matices para intuir que estamos ante algo especial. Desde el regreso de Nobunaga Oda como antagonista reencarnado hasta las mecánicas renovadas de combate, hay mucho por redescubrir de este clásico.

La presentación visual es digna de mención. Capcom ha realizado un trabajo notable al escalar las texturas y fondos pre-renderizados, que conservan ese look característico de la época PS2 pero con una nitidez y definición que no rompe la estética original. Los modelos de personajes, por su parte, lucen como una versión idealizada de lo que recordábamos: exactamente como los teníamos en la memoria, pero mejor. Podemos revisitar la aventura con mucha mayor nitidez y disfrutarlo incluso en un ratio 16:9.
Uno de los mayores aciertos de esta remasterización es ofrecer la opción de jugar con controles algo más modernos, abandonando los tan criticados “tank controls” por un sistema más fluido y accesible. Cambiar de armas en tiempo real, por ejemplo, transforma significativamente el ritmo de los combates, manteniéndolos más ágiles y estratégicos. Aunque conserva cámaras fijas, la experiencia se beneficia de pequeñas mejoras de calidad de vida, como el guardado automático y el modo fácil disponible desde el inicio.

También se ha añadido una interesante novedad solo para atrevidos: el modo Infierno. Aquí, cualquier golpe es mortal, lo que convierte cada encuentro en una danza letal que exige dominio absoluto del sistema de juego. No es una experiencia Soulslike, pero sí un desafío notable para quienes buscan probar sus límites con el juego.
Uno de los aspectos del juego que más llamaron la atención en su momento fue la inclusión del sistema de relaciones con los personajes secundarios que aocmpañan al protagonista: Oyu, Kotaro, Ekei y Magoichi. El pueblo de Imasho funciona como centro neurálgico donde podemos conversar, comprar objetos y regalar regalos a estos aliados. Según nuestras decisiones y la afinidad que generemos, estos personajes pueden cambiar su rol en la historia y aparecer en momentos clave, tanto en la narrativa como en combates importantes.

Esta mecánica de regalos y relaciones agregó al título una capa de personalización y rejugabilidad que no estaba presente en el primer Onimusha, y que otorgaba a Samurai’s Destiny un enfoque más narrativo, casi de RPG ligero, que resultó muy interesante en su momento.
Desde el principio, los mini-juegos clásicos están disponibles sin necesidad de terminar el juego, lo que permite que la nostalgia nos golpee de lleno desde el minuto uno. Son pequeñas cápsulas de diversión extra que enriquecen la experiencia y, además, pueden servir como entrenamiento para las mecánicas principales del juego.

Y para los más apasionados, la galería de arte es una auténtica joya. Con más de 100 bocetos de personajes del diseñador Keita Amemiya. Esta sección funciona como un tributo al universo visual de la saga y un archivo de valor histórico para los fans.
Aún queda mucho por jugar y descubrir, pero nuestras primeras horas con Onimusha 2: Samurai’s Destiny Remaster han sido prometedoras. Una remasterización respetuosa con el original y a la vez inteligente en sus mejoras.