La disponibilidad de drogas sintéticas y el auge de las apps de citas, tras el aumento del chemsex

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No es algo nuevo, pero últimamente esta aumentando su práctica
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ITS, dependencia física y psicológica o sobredosis son los riesgos más evidentes
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Aumenta el policonsumo de drogas y los patrones y perfiles son muy dispares
Son muchas las prácticas sexuales que en los últimos años han ganado notoriedad en ciertos entornos, pero hay una que preocupa especialmente a los profesionales sanitarios y es el 'chemsex', término que surge de la combinación de las palabras 'chemical' -químico- y 'sex' -sexo-.
A pesar de no ser una práctica nueva, su incremento sí que lo es, y el fácil acceso a las drogas sintéticas junto con el auge de las apps de citas parece que están detrás de este aumento. "La tecnología y la disponibilidad de estas sustancias han modificado la forma en que muchas personas viven y organizan su sexualidad", contextualiza el Dr. Gabriel Bastidas, miembro del Grupo de trabajo de Nefrourología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), a ElDesmarque.
¿Qué es el chemsex?
El chemsex es un tipo de consumo de drogas concreto, sobre todo de ciertas sustancias psicoactivas, que "busca intensificar o prolongar encuentros sexuales, muchas veces en contextos grupales", define el profesional.
La metanfetamina, el GHB/GBL, la mefedrona o la ketamina son algunas de las más utilizadas porque "no solo potencian la excitación o desinhibición, sino que pueden alargar los encuentros durante horas e incluso días".
No es una práctica propia de un colectivo, pero sí es cierto que prevalece sobre todo entre "hombres que tienen sexo con otros hombres, en grandes ciudades y con acceso a aplicaciones móviles para concertar encuentros".

Las motivaciones que llevan a practicar chemsex
El también director de 'Androclinic', señala que las razones que llevan a una persona a practicar chemsex son múltiples. Desde la búsqueda de experiencias más intensas, la curiosidad o la accesibilidad a sustancias y a conectar con personas con interesas similares, hasta el deseo de escapar de sentimientos como la ansiedad, la soledad, el estigma o simplemente por presión de grupo, enumera con gran preocupación el Dr. Bastidas.
Estas motivaciones, junto con la falta de información, el tabú y la ausencia de protocolos, no solo afectan a la salud de quienes lo practican, sino que también supone un problema de salud pública por la carga que conlleva para los sistemas sanitarios.
El lado positivo entre tanta oscuridad es que "algunas ciudades y organizaciones ya están dando pasos importantes" a través de "programas de reducción de daños, campañas de concienciación y clínicas especializadas", no obstante, aún queda mucho trabajo por delante, asegura el especialista en medicina sexual.
Los riesgos para la salud del chemsex
El hecho combinar sexo y drogas conlleva una serie de riesgos, enfatiza el mismo, entre las que destacan las siguientes:
- Aumento del riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual (ITS), sobre todo si no se utiliza protección, algo bastante común en esta práctica porque "estas drogas intensifican el deseo sexual y disminuyen las inhibiciones"
- Posibilidad de desarrollar un vínculo muy fuerte entre el placer sexual y el consumo de drogas, pudiendo derivar "en una forma de dependencia tanto física como psicológica"
- Sobredosis o intoxicaciones graves -particularmente con el GHB-
- Efectos en la salud mental, como paranoia, depresión o aislamiento social
"No se trata de señalar, sino de crear espacios seguros"
Para abordar este problema de salud pública, el miembro de la junta directiva de SEMG exige "una aproximación empática, libre de prejuicios", pues "más que señalar o castigar, es clave generar espacios seguros, información clara y apoyo profesional".
Por ello considera que "la educación sexual, la atención psicológica y los servicios adaptados a la realidad de quienes practican chemsex son esenciales para mitigar sus riesgos y promover una salud sexual integral".
Junto al chemsex, los profesionales sanitarios también preocupados por el slamsex, entendido como el "uso de drogas por vía intravenosa en encuentros sexuales", el consumo abusivo de estimulantes sexuales sin control médico o el bugchasing en el que un portador de VIH mantiene sexo con otra persona sin medidas de protección aún sabiendo que puede contraer el virus.
